TITO MARCOS EN FUENTE INFANTES
Dic 29 2019

POR EDUARDO JUÁREZ, CRONISTA OFICIAL DEL REAL SITIO DE SAN ILDEFONSO (SEGOVIA)

Andaba el que suscribe gastando unos vinos con mi Compadre, el Sr. Bellette, y Ricardo Ramos en el restaurante La Fundición, que apareció Tito Marcos Puente con su prole a echarnos una competición en este sano deporte que es el chateo. Entre vinito y tortilla, caña y lentejas estofadas, nos estuvo contando Tito cómo se han conseguido reparar los destrozos sufridos por el manantial de Fuente Infantes durante las terribles jornadas acaecidas el mes de agosto pasado.

Situado en las proximidades del paso del Reventón coronando el cordel que conducía al otro lado de la sierra y a las llanuras madrileñas, la fuente ha servido durante siglos para aplacar la sed que acceder a su lugar ha venido provocando en soldados, pastores, vecinos, transeúntes y deportistas de toda índole. Su origen debería estar relacionado con la orden dada por Carlos III, a mediados del siglo XVIII, de desviar hasta esa zona los pasos más frecuentes de las mestas y liberar de esa manera su bosque de incómodos visitantes que le pudieran espantar pesca y caza. Liberado el pinar de Valsaín de los rebaños, el camino del Puerto del Nevero, así como el del Reventón, comenzaron a verse ahítos de ovejas y vacas, perros y pastores, ávidos de alcanzar los pastos de altura tanto como la meseta al otro lado del Guadarrama. En ese entorno es más que probable que naciera la primigenia fuente, más arriba o más abajo de la situación actual.

Claro que, si preguntan a los trabajadores de la fábrica de vidrio de La Granja de San Ildefonso, recibirán por respuesta una carcajada ante este argumento. Sin duda, esa es una fuente, Fuente Infantes, unida directamente a esa plantilla. Todos aquellos que hayan alcanzado sus claras y deliciosas aguas antes de agosto de este año corroborarán que la placa que allí les recibía citaba con orgullo a los obreros referidos. En efecto, un retén de trabajadores de la fábrica, entonces conocida como VICASA, tuvo a bien restauran fuente y refugio en el año 1980, entre los que hubo de estar Tito Marcos Puente.

Y no piensen que representa un caso aislado. Tito, como muchos de los vecinos de este Paraíso, han llevado y llevan a gala la protección del bosque y de sus recursos. De la madera y los caminos; de puentes, pasos y taludes; de fuentes, refugios y viejos carteles informativos. De animales y flores, vientos y fragancias. Como si se tratara de personajes sacados de una novela de Tolkien, resulta frecuente encontrártelos en cualquier lugar, ya sea bajando o cuesta arriba. Y siempre van a algún lugar, a un sitio concreto y con una misión. No vayan a pensar que, como un servidor, vagan como alma en pena entre los pinos, buscando apagar la tensión de la vida moderna, que diría mi querido amigo, Arturo Ruíz de Taboada, inmenso arqueólogo, por cierto.

Y en esas están. Como hacían Pedro Rapp o Conrado Martín Merino, como todos los que suben cada año un nacimiento hasta la fuente, Tito sigue paseando el bosque que late en sus venas. Por ello ha participado en la reconstrucción de la querida Fuente Infantes que debería llevar de segundo apellido “de los vidrieros”. Seriamente dañada durante los trabajos de extinción del incendio que laceró la cara del Paraíso, en unos pocos meses la fuente ha recuperado su identidad, unos pocos metros más abajo para garantizar su integridad futura, y con el esfuerzo de algunos de los que ya le procuraron cuarenta años de felicidad en aquel lejano 1980.

Y, ¿qué quieren que les diga?, este humilde Cronista está más que obligado a agradecer el esfuerzo a todas las vecinas, caminantes y paisanos que, como Tito Marcos Puente, no descansan en su zapatear las venas del Paraíso. Cada paso que dan, cada cuesta que suben, cada fuente que desatascan, es parte del legado que han venido dejando los últimos siglos. De las enseñanzas de todos ellos, de lo que Tito nos transmite, han nacido, nacen y nacerán habitantes del bosque, amantes de la naturaleza en la que vivimos y que nos esforzamos por preservar para el disfrute de las futuras generaciones.

Y si no me creen, no tienen más que darse un paseo por el pinar cualquiera de estos días de vacaciones, pues, como bien dice mi compadre, el Sr. Bellette, no hacemos otra cosa que cumplir con nuestra sagrada obligación: transmitir aquello que nos enseñan los mayores. Que en este ancestral rito se encuentra una de las razones básicas que da un poco de esperanza a esta sociedad en la que vivimos, esclavizada por esa paradoja de la juventud sabia que no deja de equivocarse a cada paso que da. Sean, como un servidor, prácticos. Escuchen a los que han vivido. Escuchen a sus mayores, ya que, haciéndolo, escucharán la voz de la vida que nada pide a cambio. Sólo atención y respeto. Y, de vez en cuando, algún que otro vinito.

Fuente: https://www.eladelantado.com/

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