POR JOSÉ ANTONIO FIDALGO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE COLUNGA (ASTURIAS)

Cuenta una anécdota chistosa que estaba una larga cola de varones a la puerta del cielo esperando su entrada a la felicidad eterna. Preguntó San Pedro a uno: ¿Profesión y estado civil?

Al ver que había sido casado le invitó a entrar de inmediato.

Al repetir la pregunta al siguiente, este contestó: Casado, viudo y vuelto a casar.

Reacción de San Pedro: ¡Tres años de purgatorio, por idiota!

Recuerdo este chiste (que a muchos y muchas no gustará, y por ello pido disculpas) porque un refrán del siglo XVII, citado por el maestro Correas, dice así: «El tocino del Paraíso, para el casado y no arrepiso» (arrepentido). Y añade el comentarista Correas: «Fingen que hay un tocino dulce colgado en el cielo para los casados que no se hayan arrepentido de ello… y está por empezar».

El TOCINILLO DE CIELO es postre de origen conventual nacido a la dulcería en los mediados del siglo XIV en el convento del Sancti Spiritus, de Jerez de la Frontera. Este convento recibía como limosna centenares de yemas de huevo que les enviaban los bodegueros de la comarca, puesto que las claras las utilizaban para clarificar los vinos. ¿Qué hacer con tantas yemas?

Pues unos flanes muy dulces y de textura suavísima.

La fórmula andaluza, transmitida de convento en convento, se extendió a toda España y, por supuesto, llegó a Asturias donde una confitería moscona -es decir, de Grado- elevó su categoría a estadios de divinidad.

¿Que cómo se hace?

Pues preparen un almíbar a punto de hebra fina y cuando esté templado viértanlo sobre un batido de siete u ocho yemas y un huevo entero; ya todo bien mezclado pásenlo a un flanero caramelizado y cuézanlo al baño maría hasta que cuaje perfectamente, El flanero puede ser de forma troncocónica, trapezoidal o de corona.