POR PEPE MONTESERÍN, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)
Por convenio gramatical, en nuestra lengua, no sólo la española, nos expresamos en masculino para aludir a todos, sin distinción de sexo, norma que relega a la mujer; hoy, con el fin de eludir al menos esa segregación semántica hemos de escuchar, especialmente a los políticos (hombres y mujeres), aburridas parrafadas con un constante desdoblamiento de géneros, del tipo ciudadanos y ciudadanas, que puede degenerar en camaradas y camarados, periodistas y periodistos y aquello de miembros y miembras, etcétera y etcétero. Por escrito, el símbolo de la arroba unifica la “a” y la “o” en los encabezamientos epistolares, mas el lenguaje hablado necesitaría que las Academias plantearan un cambio radical, que el genérico fuera el femenino y en adelante “todos” seamos “todas”, todas juezas y fiscalas y señoras por otras mil añas. ¡Viva la “a”!
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