POR ÁNGEL DEL RIO, CRONISTA OFICIAL DE MADRID Y DE GETAFE (MADRID)
La situación creada por la pandemia lo cambia todo. Esa numerosa legión de quejicas, que llegadas estas fechas se lamentaban del “rollo” de las Navidades, ahora andan preocupados porque estas no van a ser unas fiestas a la vieja usanza.
Los que cruzaban los dedos por la presencia siempre incordiante del cuñado plasta, claman ahora porque las autoridades les permitan tener el mayor número de cuñados sentados a su mesa en las tediosas comidas y cenas navideñas. Los que pedían que las reuniones familiares de estos días fueran fugaces, solicitan ahora que se amplíe el número de familiares y allegados que puedan reunirse en casa.
Quienes cumplían de mala gana con el ritual del brindis, se quejan ahora de que se desaconseje brindar, para evitar así el intercambio de partículas. Aquellos que ponían cara de poker cuando el lanzadillo del grupo invitaba a cantar un villancico, ahora le duele que no haya voces corales por miedo a la dispersión del virus.
Quienes otrora ponían el grito en el cielo por el afán consumista en estas fechas, ser lanzan ahora desesperadamente a invadir los centros comerciales, y quienes odiaban las comidas o cenas de empresa, rescatan videos de años anteriores, mostrando felicidad en momentos de achispamiento. Hasta los no partidarios de seguir durante horas las cabalgatas de Reyes Magos, quieren ahora que las haya, aunque sean no presenciales.
El maldito coronavirus es capaz de cambiarlo todo.