POR HERMINIO RAMOS, CRONISTA OFICIAL DE ZAMORA

La historia del carnaval está unida al calendario litúrgico. Esta fiesta marca el comienzo de la Cuaresma y en nuestra ciudad el Consistorio lo recordaba en su iglesia parroquial con las Cuarenta Horas a cuya celebración asistía la Corporación, pero eso ya pasó.

El carnaval se mantenía vivo con sus valores fundamentales, la máscara o disfraz, la indumentaria en cada caso y como complemento la burla a personas, hechos o instituciones. La llegada de la Segunda República desató a lo largo de su lustro una auténtica campaña contra la Iglesia que iba desde atacarla como institución hasta borrarla físicamente, como lo demuestra que desde el año 1931, nada más proclamada, arden varias iglesias en la capital de España y nada digamos comenzada la guerra, media España vio arder templos, con cientos de retablos y cientos de tallas, borrando de nuestra historia del arte las páginas más nobles escritas a lo largo de media docena de siglos.

Como era de esperar, el carnaval quedó separado, borrado de la vida y del calendario social, comenzando por la prohibición total de cubrirse la cara. El carnaval casi se extinguió y se terminó olvidando. Solo las mascaradas conservaron y no en todas partes una especie de evocación y recuerdo pero en sus calendarios propios no en la trilogía previa a la Ceniza. Sin embargo tenemos en nuestra provincia a la ciudad de Toro que apenas pasada una década del final de la desdichada guerra, se aventura y resucita el carnaval pero sin citar el nombre y con el título de fiestas de invierno, siempre, claro está, con el compromiso de no cubrirse la cara.

Pasada esa etapa histórica e impulsadas por los medios la comunicación, las fiestas carnavalescas, sobre todo en Canarias y Brasil, constituyen espectáculos singulares. Desde la escuela también se incentiva la celebración y alcanza a todos los niveles y escalas sociales. Objeto de crítica son todos los estamentos, incluidos los políticos. Tampoco se salva la Iglesia y en general es una fiesta crítica feroz y envuelta en un ambiente muy definido pero duro, como si la propia sociedad tuviese necesidad de dar rienda suelta a toda su frustración acumulada a lo largo de días o acaso años.

Pero el ser humano, todos los seres humanos llevamos dentro nuestro carnaval diario y lo mantenemos y lo cuidamos con mimo y esmero, ofreciendo cada día y en cada ocasión y según las circunstancias la cara apropiada a ese momento.

Las frases son infinitas y curiosas. Una se ha puesto de moda: «Todo el año es carnaval». Y es verdad o así lo parece. La sociedad navega por derroteros tan esperpénticos que es puro carnaval. Y en esas estamos.

Fuente: http://www.laopiniondezamora.es/