POR PEPE MONTESERÍN, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)
Conozco la importancia del lenguaje no androcentrista, procuro evitar el sesgo machote con el fin de no devaluar ni discriminar a la mujer y, mucho menos, promover la superioridad del varón, que el hombre y su género no sean estándar, que no relegue sistemáticamente a la hembra, trato, en fin, cuando escribo, de alejarme de un lenguaje directa o indirectamente sexista, aunque sin el enojoso desdoblamiento de géneros. Así, procuro, al dirigirme a un foro, empezar así: “Buenas tardes”, sin la cansina coletilla “a todos y a todas”, y me dirijo a “personas”, bastante inclusivo, o digo “Admirados seres” y así acojo a semovientes, rorcuales, insectos… Pues bien, en estos cuidados intensivos y obsesivos del lenguaje, en la gala del cine español, siempre tan reivindicativa, y correcta en su incorrección, el premiado al mejor cortometraje, en un exceso de celo o de acojone, dedicó su Goya “a todos y todas las personas”.
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