POR JOSÉ ANTONIO FIDALGO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE COLUNGA (ASTURIAS)

Se llamaba «TON», que es mi diminutivo personal de Antonio. Era un periquito que, casi recién nacido, habían regalado a mis nietas por Navidad y, ¡claro!, terminó -mejor, se quedó – en casa del abuelo.

Ton y yo nos compenetramos desde el primer momento. Poco a poco se acostumbró a comer en mi mano, a subirse a mi hombro y picotearme cariñosamente la cabeza para que lo acariciara., a revolotear por el salón y, escondido, llamarme con un canto de sonido de teléfono (ring-ring-ring-.ring…) que él había aprendido.

Cuando yo iba a mi despacho a escribir -y eran horas y horas escribiendo- Ton me acompañaba subido a mi hombro y como que «cantaba» tecleando el sonido de mi Olivetti. De vez en cuenta daba un revoloteo y vuelta a mi hombro para animar en mi trabajo.

Le gustaba el calor y la luz del sol. Una tarde cálida y soleada lo saqué a la terraza en su jaula. Ignoro la causa, pero la jaula se cayó, se abrió su puerta y Ton despareció. Supongo que habrá muerto.

Yo soy «animalero»; me gustan los animales y «se», porque me lo dicen con sus acciones, que a ellos «les caigo bien». Yo tuve un lagarto verde, «fulgencio», que lo llevaba en el bolso de mi chaqeta y de mi bata cuando estaba en clase. De vez en cuando, con horror de mis alumnos, sacaba su cabezita para «explorar» el entorno. Y tuve una culebra, «genoveva», que disfrutaba jugando conmigo y con mi hijo pequeño.

No tengo perros y «uso» los de mi hijo, que también me quieren y gustan de mis galletas y de mi compañía.

Sí, también pido permiso a las gentes para acariciar a sus perros -con disgusto y censura de mi esposa- y veo que todos, todos, corresponden a mis «mimos» y caricias.

Otro día, con más calma, les contaré el cariño que me demostró una vaca agresiva cuyo dueño la tenía aislada en un prado, al que yo entré para recoger manzanilla y terminé compartiendo mi merienda con ella. ¡Cómo lamía mis manos y mi cara en señal de gratitud!

Ayer tarde y hoy de mañana leo la muerte a pistola de un pobre perro-mascota de un joven indigente que vendía souvenirs en las cercanías de un lujoso hotel barcelonés.
Parece ser que pobre y perro molestaban y la policía, para alejarlos de allí, le pegó unos golpes al indigente y unos tiros de pistola al perro que intentó la defensa de su dueño.
Son situaciones y casos «de la vida».

No censuro a nadie porque, como decimos en Colunga, «naide sabe como un lo que pasa en casa d´un» , y en Cataluña la crispación está «a flor de piel».

Escribía Theillard de Chardin que todo lo existente tiene alma. Hay alma en los humanos, en lo inerte, en los animales. Mi «Ton», mi «Fulgencio», mi «Genoveva», mi vaca «Agresiva»… estarán hoy en el cielo de los animales. Y el perrín muerto ayer a tiros estará con ellos preparando el «Belén» para hacerle compañía al NIÑO JESÜS.

Con la mula y el buey, con los pastores y las ovejas, con todas las personas de buena voluntad.

Que esta Navidad, ya tan cercana, nos ayude a evitar violencias, maltratos, desprecios, muertes…