POR EDUARDO JUÁREZ VALERO, CRONISTA OFICIAL DE SAN ILDEFONSO (SEGOVIA)

Unos pocos días antes de cruzar el océano, camino de esta maravillosa Universidad de Minnesota, caí en la cuenta de que debía arreglar mi usualmente desarreglada cabellera y decidí dejarme caer por la peluquería de mi amigo Pablo Antonio Herrero, atlético recalcitrante e imposible de domeñar en cuitas futbolísticas. Allí andaba, sentado mientras llegaba mi turno, hablando de dioses paganos taínos y aventuras colombinas, que salía bien peinada y “arreglá” la señora María Antonia Jimeno Marcos. Con su hija, mi querida amiga de la infancia, María Antonia. Sujetando con la muleta los “tricidicis” años, que diría Lina Morgan, hizo un quiebro a la puerta de salida y se vino hacia un servidor. Tras regañarme por unas cuantas cosas, casi todas de las que me acuerdo con razón, empezó a contarme cierta historia de capital interés para el que suscribe, lo que activó mi modo Cronista.

Según me contaba bastante contrariada, había ido con unos familiares y amigos a visitar el Palacio Real hacía un par de fines de semana, algo frecuente entre los del Real Sitio. En cuanto llega algún amigo, vecino, primo, familiar descatalogado o hermano reencontrado, tenemos la costumbre de ir a enseñar el palacio del Rey. Y lo cierto es que lo hacemos como si fuera nuestra casa. Vamos a nuestro bola, que diría algún político deslenguado, progre y falaz, mostrando lo que más nos interesa y se adecúa a las leyendas, dimes y diretes que tenemos a bien recordar, comentar, inventar. Y somos felices haciéndolo.

¡Qué sabrán los guías e historiadores con su prosaica y nada divertida charla!

Allí no dormía el rey y la reina tomaba té en lugar de chocolate. Lo de las lorzas era, por supuesto, mala gaita de los retratistas de la corte, todos infames republicanos. Deambulamos por las salas de palacio con nuestra verborrea imaginaria, hablando en nuestro idioma encriptado del Real Sitio en lo que se refiere al Palacio Real. De costureros a Patios de la Herradura, puertas de Cosidos, bosquetes de Nocturnal y jardines del Potosí. Y no trates de cambiar nuestro vocabulario. Poco nos importan los Cenadores, Patios de Honor, Puerta de Cossío, bosquete del Anneau Tournant o Potager del Rey…

Fuente: http://www.eladelantado.com/