POR FERNANDO JIMÉNEZ BERROCAL, CRONISTA OFICIAL DE CÁCERES
Analizar la evolución de los diferentes viales que han ido conformando el desarrollo urbanístico de Cáceres, nos aproxima a la evolución de la villa en todos los sentidos, económico, demográfico y social. Históricamente los nombres de las calles y plazas, obedecían a cuestiones que tenían que ver con ese espacio concreto, bien por la ocupación de sus vecinos -Damas, Caleros, Pintores, Zapatería, Carniceros, Curtidores…- o bien por otras características como eran tener un edificio civil o religioso cercano – San Pedro, San Juan, San Antón, Atrio del Corregidor, Audiencia, San Antonio…-. Igualmente encontramos en el callejero histórico local nombres de vías que tienen que ver con los que edificaron esos espacios -Marrón, Casas de Cotallo, Calaf, Busquet, La Berrocala, Casas de Carrasco o Barrio de Luna-. Otros nombres se debían a singularidades de la calle en cuestión, desde su forma -La Sierpe, Camino Llano, Rabo de Gato o Cornudilla- o su lugar -De las Parras, del Hospital, Fuente Nueva o Puerta de Mérida-. Así podríamos estudiar las peculiaridades de cada calle de la ciudad en lo relativo a sus moradores y su evolución a través de los siglos.
Los cambios de nombres de las calles, sin someterse a ningún raciocinio, van a iniciarse en el siglo XIX y así ha continuado hasta el tiempo presente. Valgan algunos ejemplos. En 1893 fallece, durante la guerra del Rif, el general montanchego Juan García y Margallo. Como homenaje al fallecido se decide denominar una calle en honor del militar, para ello se adopta el cambio de nombre de la antigua calle de Moros, donde anteriormente se ubicaron los moriscos llegados a Cáceres a finales del siglo XVI.
El motivo de elegir esa calle era que, como lo habían matado los moros del Rif, había que eliminar ese nombre del callejero para ponerle el de un militar muerto siglos después. La misma medida se utilizó en otras calles de la ciudad, como el Paseo de las Afueras de San Antón, bautizado como Paseo de Cánovas, debido al asesinato en 1897 del que fuera Presidente del Consejo de Ministros. Tras una manifestación patriótica su nombre quedaría unido a Cáceres sin lógica toponímica alguna.
El 12 de noviembre de 1912 fallece en atentado el político José Canalejas. Por esta causa se elimina el nombre de una de las principales calles de la villa, Barrionuevo, para cambiarlo por el del político asesinado, denominación que tuvo la calle hasta 1937, cuando la gestora del Ayuntamiento cacereño acuerda un nuevo cambio de nombre, en este caso José Antonio Primo de Rivera, fundador de la Falange. La misma calle Pintores ya había sido denominada o Alfonso XIII en 1903, Pablo Iglesias en 1931 y Generalísimo Franco en 1937. Atrás quedaban casi cinco siglos que esta vía llevó nombre gremial, recobrado en 1990.
Pero si hubo un tiempo de cambios multitudinarios en los nombres de calles, sin obedecer a toponimia histórica de ninguna clase, sería durante la dictadura franquista, periodo en el que no hubo general, mártir, batalla, camarada o aniversario que no tuviese presencia en el callejero; Mola, Queipo de Llano, Yagüe, Valera, Millán Astray, 18 de julio, División Azul, Defensores Alcázar de Toledo, Belchite, Brunete… etc. Nombres, sin significado alguno para la ciudad, que destruyeron una parte del conocimiento histórico que se oculta tras los nombres de las calles y plazas de la vieja villa. Sería bueno no caer en los mismos errores.