POR JOSÉ ANTONIO FIDALGO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE COLUNGA (ASTURIAS)
Las amapolas con su rojo de sangre dan color al ya perdido color de los casi 100 000 ladrillos que desde 1557 fueron cuerpo y belleza de la singular torre del actual despoblado vallisoletano de Villacreces, en límite con las provincias de León y Palencia y pueblos para mi muy entrañables como Villada, Grajal, Galleguillos, Escobar, Arenillas…
VILLACRECES nació a la historia como poblado bajo el amplio dominio del Monasterio benedictino de Sahagún.
A partir de 1426 pasó a ser señorío de don Alonso (o don Alfonso) Enríquez, Almirante Mayor de Castilla (1354-1429), hijo bastardo de don Fadrique Alonso de Castilla, hijo a su vez ilegítimo de Alfonso XI el Justiciero y hermanastro de Enrique II de Trastamara. Se dice que su madre era una judía llamada Paloma, pero todo apunta a que fue la reina doña Blanca de Borbón y que Paloma fue la cuidadora del recién nacido.
Como ven, un asunto muy interesante para ser estudiado y comentado en «Sálvame» y no en «Salvamé» como dice una de las colaboradoras intelectuales de dicho programa televisivo.
Les contaba al comienzo que la torre de Villacreces, aneja a su iglesia, es obra datada en el siglo XVI. – Fue construida entre los años de 1538 (inicio) y 1557 (remate), según proyecto y dirección de los hermanos García y Juan Muñoz.
Estaba situada próxima a la iglesia (hoy en ruina total), templo dedicado a la advocación de la Virgen de la Asunción y con preciosa imaginería de los siglos XVI-XVII como eran las tallas de los santos Emeterio y Celedocio y de San Cipriano.
Por cierto, estos tres santos también ejercían patronazgo sobre nuestra cofradía colunguesa de la Virgen de Loreto, según decreto del Papa Alejandro VII en el siglo XVII.
VILLACRECES, ¡quién lo diría!, fue un pueblo rico en ganadería, cereal, vino… Un pueblo abierto al sol de Castilla y al paisaje de los trigales. La emigración hacia Europa y hacia regiones a españolas acabó con su existencia como poblado (la última familia se trasladó a Villada en 1981), que hoy es testimonio de abandono y muerte. No faltan quienes los han bautizado como «el primer pueblo fantasma de España».
¡VILLACRECES!
Una paradoja de nombre: ni es villa ni crece. Más bien es el paradigma del abandono y de la muerte.
Decían los diccionarios geográficos antiguos que Villacreces era lugar abundoso de caza, especialmente de perdiz, codorniz y liebre. Hoy, en recuerdo de mi andadura sahagunera (me niego a decir facundina), les ofrezco un guiso de FABES CON PERDIZ, tal como me lo enseñaron allí.
Una vez desplumadas, evisceradas y muy limpias, se parten dos perdices en cuatro trozos; se salan y doran en aceite.
Se llevan a una tartera.
En el aceite de fritura pochan cebolla, pimiento verde y rojo, y ajo (todo picado).
Se lleva a la sartén de las perdices, se añade un poco de agua y vino blanco castellano… y cuece todo a fuego mediano hasta que la carne esté tierna (no deshecha).
Aparte, según costumbre, se estofan unas alubias blancas (yo aconsejo las redondinas «de gloria» o las de fabada). Ya en su punto, se las agrega el guiso de perdiz.
Da a todo unos hervores suaves y reposan durante un buen tiempo.
Se sirven, bien calientes, en cazuela barro, procurando que a cada comensal le «toque» media perdiz (un cuarto trasero y uno delantero).
La receta, como ven es para cuatro invitados.
¡Ah! Y ya que estamos en recuerdos sahaguneros, les advierto que los vinos de esa comarca son ideales para nuestro plato de hoy.
Otro dato para el recuerdo : Villacreces, en el siglo XIX, contaba con casi 40 bodegas particulares. ¡Qué cosas!
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