POR FRANCISCO SALA ANIORTE, CRONISTA OFICIAL DE TORREVIEJA
Enterado el edil Manuel Ballester de que se encontraba en su finca de ‘Las Moreras’ el jefe del negociado de carreteras del Ministerio de Fomento, Luis Barcala, y que iba a venir a Torrevieja, se apresuró a visitarle. Dada la gran amistad que unía a ambos pudieron hablar con toda confianza, manifestando Luis Barcala a su amigo que se facilitaría de una manera extraordinaria la aprobación del proyecto y construcción del puerto, si se fraccionaba en tres o cuatro partes, puesto que de esta manera el presupuesto de cuatro millones, que venía ser una cantidad análoga a la consignada en el presupuesto para puertos, cada año, sería de menos de un millón de pesetas y podría conseguirse.
También ofreció Barcala, en su deseo de complacer a Ballester, que si se conseguía ese fraccionamiento del proyecto en la Jefatura de Obras Públicas de Alicante, se comprometía a que se aprobase en el Ministerio de Fomento, sin pasar por la Junta Consultiva de Obras Públicas.
Con estas impresiones se trasladó a Alicante Manuel Ballester, acompañado del alcalde Mariano Albentosa Castell.
En la oficina de Obras públicas, pudieron comprobar, después de conocer disparatado el anterior dictamen, que el jefe e ingeniero Antonio Sanchis, encargado del proyecto, estaban excesivamente molesto con este asunto, por ser varias veces las que sin causa justificada había sido devuelto el expediente y porque cuantas manifestaciones se habían organizado en Torrevieja repetían inmediatamente en aquella oficina dándoles urgencias los ministros para hacer unos trabajos que resultaban siempre completamente estériles.
Los técnicos de Alicante expusieron que para introducir las reformas que se indicaban, evitando de esta forma tener que levantar un nuevo estudio y proyecto, sería necesario un plazo aproximado de cuatro años, y si se conseguía en Torrevieja que desde Madrid reclamasen el expediente se conseguiría que, con una reforma sencilla, en un par de semanas terminar en Alicante el referido proyecto.
Manuel Ballester se apresuró a escribir a su amigo Luis Barcala, dándole cuenta de lo absurdo del dictamen del concejo de ministros y de las manifestaciones de los ingenieros, rogándole encarecidamente que hiciese comprender la necesidad de la escollera de levante y consiguiese que fuese llamado el ingeniero Sanchis para proponer la breve reforma posible que solucionaría la cuestión.
Esa extensiva carta llana de datos y consideraciones clarísimas serían suficientes para poder convencer al ministro o al Consejo de Obras Públicas si no tuvieran el propósito deliberado en contra.
El alcalde a su vez reunió al Ayuntamiento, dando cuenta de cuanto ocurría, leyendo una copia de la carta del concejal Manuel Ballester a Luis Barcala, y expuso su criterio de que no se hiciera ninguna manifestación pública mientras que no llegaran el resultado de esas gestiones puesto que con la manifestación no se conseguiría más que producir una nueva molestia a los ingenieros encargados del proyecto; molestia que podría convertirse en daño para sus aspiraciones.
Los concejales socialistas expusieron su propósito de celebrar una manifestación que tenían acordada en la reunión que habían tenido que habían celebrado la noche anterior, para cuyo acto contaban con la conformidad del líder socialista Pablo Iglesias.
Manuel Ballester y Rafael Sala insistieron en la conveniencia de aplazar la manifestación hasta ver el resultado de las gestiones que se estaban realizando; y como otro señor de los presentes propuso, que si bien debía suspenderse la manifestación por el momento, no debía de dejar de telegrafiarse la gran indignación que había producido el dictamen del Consejo de Obras Públicas, diciendo que no hacía falta dique de abrigo. Se acordó en definitiva que, si los socialistas se conformaban a aplazar la manifestación en esa reunión en que se les estaba dando cuenta –noche del 20 de agosto de 1914- telegrafiarían los socialistas extensamente a Pablo Iglesias, dándole cuenta de lo que ocurriría, y el Ayuntamiento al diputado Vicente Ruiz Valarino; y que si de las gestiones de ambos diputados, unidos a las gestiones de Luis Barcala no surgía la resolución apetecida, inmediatamente iría una comisión a Madrid dispuesta a descubrir la incógnita de que si no se construía el puerto se realizarían manifestaciones y cuanto fuera necesario.
El 22 de agosto de 1914, contestó el ministro de Fomento a los telegramas enviados por el alcalde día 13, diciendo que el expediente se había devuelto a Alicante, para que se despachase de inmediato.
¿Qué se podía esperar de un ministro que tarda ocho días en contestar un telegrama , y dice que se ordena que se despache enseguida una reforma del proyecto, que al decir de los ingenieros entrañaba un nuevo estudio y proyecto de puerto para los cuáles se calculaba que se necesitaría un tiempo de aproximadamente cuatro años?
¿Qué se podía esperar de un Consejo de Obras Públicas que dictaminaba que en Torrevieja no hacía falta escollera de abrigo sino sólo muelles de carga y descarga?
La contestación era de una claridad meridiana, de ese ministro y de ese Consejo de Obras Públicas no se podía esperar absolutamente nada. Por lo tanto los procedimientos de ruego y súplica terminaron, dando paso a una acción enérgica en la que se exigió del gobierno lo que Torrevieja y su comarca tenían derecho.
Mientras tanto, al saber la noticia, el diputado de este distrito, Vicente Ruiz Valarino, marcho precipitadamente a Madrid desde el balneario donde se encontraba. Pablo Iglesias por su parte y Luis Barcala por la suya, estuvieron haciendo gestiones para conseguir que se retirara ese disparatado dictamen y que fuese llevado a Madrid el ingeniero Antonio Sanchis para trazar el proyecto en tres o cuatro partes y poder ser así aprobado en breve plazo.
También se vio necesario en que una comisión de torrevejenses y de habitantes de toda la comarca, interesados en la construcción del puerto, se desplazara a Madrid para hablar alto y claro, y si no era atendía hacer ruidosas manifestaciones en todas partes hasta producir un serio conflicto que tuviera como única solución para el gobierno la construcción del puerto de Torrevieja.
El 30 de agosto por la tarde, a petición de los socialistas de Torrevieja se celebró una manifestación. Las conclusiones, entregadas por los manifestantes en el Ayuntamiento, hicieron que el alcalde telegrafiara al ministro de Fomento y al gobernador provincial, pidiéndole que volviera a Madrid el proyecto del puerto y fuera aprobado sin las reformas que proponía en Concejo de Obras Públicas.
A continuación se abrió un amplio debate sobre lo que convenía hacer para llegar al anhelado y justo término de la construcción del puerto, conviniéndose primero nombrar una comisión que oiría cada día a cuantos quisieran informar sobre el asunto, a fin de redactar una especie de memoria reuniendo el historial de todo lo concerniente al puerto con las tramitaciones hechas y los motivos de su necesidad. En segundo lugar había que invitar a todos los ayuntamientos de los distritos de Orihuela y Dolores, como interesados en el asunto, para que prestaran su valiosísimo concurso, dirigiéndose al gobierno con la misma petición de Torrevieja y enviando un delegado para asistir a una reunión para constituir el tercer acuerdo.
(Continuará)
Fuente: Semanario VISTA ALEGRE. Torrevieja, 20 de noviembre de 2015