TORREVIEJA… UN PUERTO DE NUNCA ACABAR (16)
Dic 05 2015

POR FRANCISCO SALA ANIORTE, CRONISTA OFICIAL DE TORREVIEJA

Ministerio de Fomento

Playa

El jefe de puertos quería conceder únicamente setecientas mil pesetas para la primera fase del puerto de Torrevieja y el ingeniero Antonio Sanchis quería cuanto menos ochocientas mil. La indicada suma no era para gastarla en un solo año, sino que ese setecientas o ochocientas mil pesetas se debían de repartir en un número determinado de anualidades que la Jefatura de Puertos en armonía con lo destinado a los otros puertos de España.

Para que lo se pueda comprender más claramente, hemos de decir que el estado, según su último presupuesto; destinaba a puertos aproximadamente cuatro millones de pesetas. De esos cuatro millones, estaban ya aprobadas distintas obras, por valor de tres millones doscientas mil, quedando un resto de ochocientas mil que se podrían destinar a Torrevieja.

Ahora bien, esas obras, ya aprobadas, se debían de construir en cinco años, de modo que cada año quedara para el puerto de Torrevieja una cantidad de ciento cincuenta mil pesetas, por término medio, y la duración del primer trozo para consumir las ochocientas mil pesetas sería también de cinco años.

Ese periodo de tiempo podía ser modificado en el sentido de acortarse, porque se abandonasen las obras o se concediesen créditos extraordinarios por el Gobierno; pero no debía haber causa alguna para el retraso de la obra.

Mucho ahínco puso el ingeniero Antonio Sanchis en fijar una cantidad de ochocientas mil en vez de setecientas mil pesetas para destinarse al primer trozo de puerto, no sólo por el aumento de la cantidad en sí, sino porque de ella dependía el poder hacer con facilidad el desglose por él ideado para el proyecto total del puerto.

Con la cantidad que ingeniero solicitaba podía construirse la tercera parte de la longitud de la escollera o sea el primer trozo de trescientos metros, que en línea recta debía avanzar desde el faro –hoy ‘Monumento al Hombre del Mar’- en dirección norte sur, para servir de resguardo a las embarcaciones cuando hubiera temporales de levante.

Con esa cantidad se debía de poder avanzar lo suficiente para llegar a un lado para los buques de siete metros en donde pudieran fondear los mayores vapores, que venían a tomar carga de sal a este puerto.

De esta manera, el ingeniero Sanchis quería dejar en esa primera etapa el puerto o la bahía en condiciones de poder cargar y tener los buques resguardados, aunque después fuese imposible conseguir la construcción de los otros dos trozos.

La idea de Sanchis era buena pero no daba más resultado que el conseguir abrigo para los buques más pequeños que pudiesen ir muy cerca de tierra, porque a los que estuviesen fondeados al extremo de la escollera llegaría en los temporales un movimiento de resaca del mar, imposible de aguantar. En cuanto a la carga, imposible hacerla en absoluto estando el mar movido.

Desde Torrevieja se pensó equivocadamente que las obras se podrían llevar a término por empresarios de la misma población de Torrevieja.

Rafael Sala García empezó por su parte a hacer gestiones para que no faltasen postores, tan pronto el asunto tomó carácter de viabilidad, y entre los elementos políticos con los que podía contar era su hijo político Manuel Tarín Botella, que se venía dedicando a la construcción de carreteras.

A estas obras también se dedicaban los hermanos Manuel y Vicente Castell Ibáñez y nada de extraño podía ser que se solos o unidos a otros intentasen ser los concesionarios de las obras.

También sería fácil que Julio Casciaro Boracino, consuegro de Rafael Sala García, se aventurase en el negocio, siempre que se formase una sociedad anónima de diversos elementos del pueblo.

Esta sociedad anónima se formaría, para que en caso en que las dos primeras subastas, quedasen desiertas, evitar que en la tercera pudiera suceder lo mismo que la vez anterior, con lo cual se hundiría para siempre esta gran obra del puerto de Torrevieja.

En esa sociedad podría tomar parte, no sólo todos los elementos de más o menos dinero del pueblo, sino también personas o entidades de la región, aparte de un número considerable de obreros torrevejenses.

Contando con que fuera el diez por ciento del importe de la subasta, lo que tuvieran de depositar los postores, y que el total de la obra fuera de ochocientas mil mesetas, serían ochenta mil lo que habría que remitirse para atender a ese gasto.

Después sería preciso hacer el desembolso metálico del importe del tendido de la vía, desde el faro –lugar ocupado actualmente por el monumento al ‘Hombre del Mar’- a la cantera –en la playa de Los Locos-, de la plataforma para traer la piedra y de una grúa en la escollera que fuese depositando las piedras en el sitio conveniente.

Contando con que estos y otros gastos representasen cuarenta o cuarenta y cinco mil pesetas, sería un total, unido a lo anterior, de ciento veinticinco mil aproximadamente lo indispensable.

Como resultaba casi completamente llano el terreno a recorrer con el tendido de la vía, se pensó que podría hacerse la tracción de las plataformas cargadas con fuerza animal, en vez de emplear las máquinas que usaba la compañía salinera que valían más de veinte mil pesetas.

Se pensó que de ese modo y puestas de acuerdo las sociedades obreras, los obreros se podrían ir turnando en esas obras, cobrando una parte de jornal y dejando otros que completase acciones de cincuenta o cien pesetas.

Había que tener presente que con la tracción animal, podían ser socios trabajadores aparte de lo que lo fueran por sí y que trabajarían en las canteras y en la escollera, todos los que tuvieran caballerías para el arrastre.

En aquellos días también se aseguró que Joaquín Chapaprieta Torregrosa gestionaba unirse con distintos señores para lograr la explotación de ese negocio.

También se pensó en Pedro Lorca Marín, de Espinardo (Murcia), en compañía de otros socios de Barcelona, que residiendo en Madrid, se ofrecieron en el Ministerio de Fomento a acudir a la subasta inmediatamente que se anunciase. Pedro Lorca conocía los asuntos de obras públicas, en algunas de sus construcciones se habían ocupado.

Por fin, el 24 de septiembre de 1914, el Ministerio de Fomento firmó el expediente relativo a las obras del puerto de Torrevieja, quedando aprobado el proyecto de la primera alineación del dique de abrigo, por un presupuesto-contrata que finalmente fue de 705.211,24 pesetas. A las tres de la tarde recibió el alcalde de Torrevieja, Mariano Albentosa Castell, el siguiente telegrama enviado por el ingeniero autor del proyecto: “Acabo de recibir aprobación proyecto puerto. Sanchis”.

(Continuará)

Fuente: Semanario VISTA ALEGRE. Torrevieja, 5 de diciembre de 2015

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