POR FRANCISCO SALA ANIORTE, CRONISTA OFICIAL DE TORREVIEJA
El empleó por el contratista de piedra tan menuda procedente de la cantera del Salaret, hizo que se detuvieran las obras y que los temporales deshicieran parte de lo hecho, concluyendo por rescindir el contrato, y una desilusión más para el vecindario.
El 2 de diciembre de 1917, se celebró una imponente y pacífica manifestación en demanda de la continuación de las obras, suspendidas por resolución del expediente sobre extracción de piedra. Se telegrafió al ministro de Fomento, al director general de Obras Públicas y al diputado del distrito, Vicente Ruiz Valarino, para que influyeran en la pronta resolución y que continuasen las obras que implicaban una poderosa causa para el desarrollo de los trabajos y por consiguiente el momento del comercio y cuanto constituía mejoras en la población.
En las páginas de ‘El Liberal’, de Murcia, el político Luis Díez Guirao de Revenga dedicó, el 8 de diciembre, un escrito a Torrevieja y a su malogrado puerto:
“Torrevieja la bella, la luminosa y riente Torrevieja, que mira reflejados sus encantos de población limpia, simpática, atrayente, en la tersura del cristal de sus azules aguas mediterráneas, sufre hoy, en renovación invernal que no termina, la brutal mordedura de hambre implacable, de la miseria que ronda siniestramente a sus clases humildes, tan trabajadoras, tan sufridas, tan llenas de bondad, pero tan merecedoras de ser cordialmente escuchadas y rápidamente complacidas.
En Torrevieja, desde que la masa popular ‘se puso de pie’ y encendió sus almas de entusiasmo generoso y comunicativo, al conjuro creador –¡creador de santas energías espirituales!- de mi palabra leal, cifró toda esperanza de enriquecimiento futuro y de progreso ciudadano en las obras del ansiado puerto, contemplado como imagen de obra real en la fantasía de aquellos cálidos cerebros, y visto, en gozosa anticipación, por aquellas retinas bañadas de una luz oriental que las vislumbra ¡Si los temblorosa haces de lumbre solar rebotan, cual blanco fuego, desde las gigantescas facetas de aquellas pirámides de sal inmensas en los espacios libres, donde los tomillos de luz palpitan y componen raros arabescos áureos y pintan sobre lo celeste un himno de armonías al color!…
Por eso en Torrevieja los hombres son tan ardientes y emprendedores, las mujeres tan hermosas y elocuentes, los chicos tan tiernos y dulces, pero tan audaces y varoniles, tan entusiastas los venerados viejecitos, y la bandada alegre, bulliciosa, charladora, de muchachas que, al trabajar, cantan su misterio de vida, pleno de jovialidad, sencillamente adorables.
Digno es de todos ellos que haya grandiosa fortaleza moral para pedir y alcanzar que el ‘soñado’ puerto, que ha de ser la gran vida del pueblo en tiempos de inmediatos, llegue a convertirse en una realidad admirable. Son fuertes de voluntad los buenos torrevejenses, porque tienen convicciones ideales en la mente y energías en la voluntad ejecutora.
Haciéndose estaban las obras, y todos los pobladores inundados de radiante júbilo. Pero vino una pesada interrupción por cierto expediente, que tarde y tarda en los trámites interminables del malaventurado burocratismo tradicional, y Torrevieja se queja angustiada, llorosa se entristece y protesta reciamente, con clamores viriles de pueblo educado en las prácticas altas de una democracia generosa y redentora.
Con el orden perfecto que es distintivo de todos sus grandes actos públicos, Torrevieja ha celebrado una manifestación extraordinaria, impetrando del estado la consagración solemne de su derecho social a la vida plena y rica de los pueblos progresivos ¡Qué continúen las interrumpidas obras de su puerto, amadísimo aún antes de hecho, soñado en doradas vislumbres de dicha fabulosa por las generaciones pasadas que iban muriendo con la dulce esperanza de que, en tiempos próximos, sus buenos hijos gozasen esos incomparables beneficios.
El puerto para Torrevieja significa un inmenso adelanto en su enriquecimiento local y representa una incalculable ventaja para toda su extensa comarca que riega el Segura, en la exportación más fácil, más rápida, más barata, de sus cuantiosos productos agrícolas.
Para Torrevieja su puerto idolatrado, ya en formación, es su esperanza única, su regeneración positiva, su futuro e inagotable manantial de riquezas. Para Torrevieja pensar en el puerto es gozar con emoción íntima, es remontarse a la cumbre de una ilusión altísima, es tener, en vez de llanto de dolor hondo en los ojos, amortecidos por la tristeza y la miseria, sonora alegría en las bocas que se entreabren jubilosas ente la perspectiva de un triunfal renacimiento de vidas, que han de desenvolverse con copiosa nutrición fisiológica, porque trabajen y ganen, y con ansias ideales en sus almas porque sienten la plenitud deleitosa del vencimiento, de su fe en su gigantesco esfuerzo propio, de noble altivez, fuerte y gloriosa, en su humildad típica de pueblo laborioso, agradecido, bueno.
No olvido a Torrevieja, ni puedo olvidarla porque llevo enhiesto su recuerdo grato sobre la limpia y clara cima de mi corazón. Por ella lucho y batallaré por ella con generoso ardimiento y transparente lealtad caballerosa.
¡Cómo olvidarla, lectores míos, si bajo un regio sol, en día memorable, la multitud, embriagada de nobleza, coronó con pétalos olorosos de blancas rosas de vergel levantino la frente inmaculada de una virgen rubia, y vibró en los aires el amoroso clamor galante de sus beldades, saludándola con entusiasmo, y los roncos vítores de sus hombres noblotes, aclamándola con espléndida largueza de cariños, bendiciones y gratitudes!
‘Aquello’ era una sagrada fiesta del espíritu de un grande pueblo, rendida a mi santa esposa con culto tan magno que sacó de mis entrañas, por el sentimiento caldeadas, y puso sobre mis ojos, iluminados por la emoción, la belleza creadora de un celestial rocía de lágrimas…”
Con motivo de la última gran manifestación popular celebrada en Torrevieja, solicitando al gobierno la activación del expediente que retardaba la continuación de las obras del puerto, Luis Díez Guirao de Revenga telegrafió al mayordomo mayor de Palacio Real, suplicando el decisivo apoyo del rey Alfonso XIII, y al ministro de Fomento, Niceto Alcalá Zamora.
El marqués de la Torrecilla contestó a Revenga lo siguiente: “Dado cuenta, de orden de S. M. paso su telegrama al gobierno a los efectos solicitados”.
Igualmente Alcalá Zamora telegrafió diciendo: “Recibido su telegrama, le manifiesto que expediente obras puerto Torrevieja se estudia con actividad y animado deseo de complacerle”.
El presidente del Círculo Mercantil de Torrevieja, Jesús Villena, en nombre de la colectividad, de la que era presidente honorario Revenga, le dirigió una expresiva carta de gratitud por sus constantes gestiones cerca de los poderes públicos, en apoyo de la aspiración de Torrevieja.
A comienzos de 1918, Pablo Iglesias visitó al ministro de Fomento rogándole que se reanudaran las obras del puerto de Torrevieja, comenzadas hacía más de medio siglo y suspendidas seis meses antes, en junio de 1917.
El domingo 26 de mayo de 1918, visitó Torrevieja el director general de Obras Públicas, Luis Barcala Cervantes, en unión de su esposa, acompañados del alcalde Rafael Sala García y de Vicente Castell Ibáñez. Después de oír misa en la parroquia de la Inmaculada, visitaron las obras del puerto, exponiendo a sus acompañantes el motivo principal de porqué las obras continuaban paralizadas: el concesionario todavía no había rescindido el contrato.
(Continuará)
Fuente: Semanario VISTA ALEGRE. Torrevieja, 9 de enero de 2016