POR FRANCISCO SALA ANIORTE, CRONISTA OFICIAL DE TORREVIEJA
Los trabajos preparatorios, consistentes en el acopio de piedra, comenzaron en Santa Pola, el 15 de febrero de 1924 con la explotación de unas canteras en al Barranco-Hondo de la villa. Pío Ezcurra y su hermano Manuel construyeron unos admirables talleres para la extracción de piedra, dando trabajo a centenares de obreros.
El domingo, 19 de abril de 1925, se celebró en Torrevieja una fiesta para honrar a un murciano ilustre, Diego Hernández Illán, que puso todos sus afanes y desvelos en beneficio de la población. Fue antiguo alcalde de Murcia, y tuvo empeño sano e incansable, llegando muy cerca de la meta, venciendo personalmente todos los obstáculos, siendo arrebatado con su muerte cuando ya estaba casi conseguido el inicio de las obras.
A dicho acto asistió el pueblo entero que quiso sumarse con su presencia en el homenaje a su incansable protector.
El homenaje consistió en dar el nombre del ilustre murciano a la antigua calle de Pescadores, paralela a la actual avenida de la Libertad. El acto comenzó con elocuentes y breves palabras del alcalde Waldo Calero, que terminó su oración con vivas a la memoria de Hernández Illán.
Seguidamente hizo uso de la palabra Ildefonso Torregrosa, elogiando la labor de Diego Hernández y el cariño y perseverancia con que logró que se atendieran sus peticiones para construir el puerto. Elogió a Murcia e hizo presente cuán grande era la gratitud de Torrevieja para con el homenajeado, requiriendo a todos para que, unidos lucharan por conseguir las aspiraciones de la población con el mismo entusiasmo que él lo había hecho. Se expresó en los siguientes términos:
“Torrevejenses: Voy a leeros unas cuartillas escritas por un paisano del difunto don Diego Hernández Illán, a cuya memoria rinde hoy Torrevieja con este acto de justicia, un tributo de cariño, admiración y respeto.
Yo, de mi cosecha, poco puedo deciros, sería una pretensión ridícula en mí que no habríais de perdonar si tratara de entreteneros neciamente; lamento no reunir condiciones para hablaros cual fuera mi gusto, y el entusiasmo con que se interesa todo mi ser por todo lo noble, por lo grande, por lo bello.
Con el amor que siento por todo esto, me permito dedicaros dos palabras, y son estas:
Con hombres de voluntad inquebrantable del finado, desprovista de todo egoísmo, y sintiendo como él sintió un amor sin límites por todas las grandes y difíciles desinteresadas empresas, es como se puede y se debe hacer patria; imitémosle cada uno con arreglo a sus fuerzas, y este pedazo de tierra encanto de nuestros amores, cuna de nuestros hijos, y sepulcro de nuestros padres, llegará a ser lo se merece y por derecho le corresponde, y cual él lo deseó para bienestar de todos.
Torrevejenses: Realizado este homenaje unánime por vosotros a don Diego, yo como murciano, rindo a todo un tan íntimo reconocimiento que, si yo supiera hacerlo lo bordaría con flores de mi huerta en el lago excelso de vuestras salinas sin par.
Permitirme recordar del hombre que honramos hoy, uno de sus pensamientos más convincentes, quizás el que ahora sea más el caso:
‘La Unión constituye la fuerza’, decía don Diego, que, para conseguir un algo no había mejor fórmula.
Y se enamoró de Torrevieja, hasta el extremo que la hizo suya.
Y en su corazón anidaron las necesidades de su amada.
Y las sintió como suyas.
Y las patrocinó con desinterés de enamorado.
Vio desunida y mal encaminada a la familia de su amada, y su primer empeño fue unirla, dijo que sólo así podrían colmarse sus necesidades.
Experimentó un gran gozo al considerar casi realizada la primera parte de su empresa.
Confiaba en unir por entero a esta familia, para desposarse con ‘ella’ a gusto de todos.
Y mirando al punto de partida de todos los caminos del pueblo de sus adorados sueños, recogió su aspiración suprema: ‘El Puerto’.
Con numerosa representación de cuantos le siguieron pidió y gestionó su construcción, y quiso el destino que cuando empezó a ser atendido, durmiera para siempre aquel hombre que entre nosotros aún vive.
Queda recordando uno de sus pensamientos más evidentes, y para que este homenaje sea algo más que gratitud exteriorizada, interpretémosle bien, y nunca olvidemos que sólo unidos puede conseguirse que sea un hecho lo que tantas veces ha sido un dicho.”
Después hizo uso de la palabra, en nombre de la comisión organizadora del homenaje a Diego Hernández Illán, José Bernabeu:
“Señores: Experimentada la sensación de afecto que en mí ánimo han producido esas sentidas frases que en nombre de un murciano se nos han dirigido, con todo cariño recojo la sinceridad en que se inspiran.
La huerta mora con corazón de cristiana que a Murcia presta marco indescriptible de colores, aromas y virtudes; la hospitalaria ciudad, cuya matrona ofrece el néctar de sus pechos al desamparado y el purísimo azul del cielo que a su excelsa catedral corona, sus dotes incomparables de belleza cuyas más delicadas esencias anidan en los pechos murcianos, para conquistar el cariño de quien los rata por sus actos nobles y generosos, ejemplo: don Diego Hernández Illán.
Entre nosotros vivió tanto que era tan torrevejense como murciano.
Todos recordaremos siempre su trato sencillo y leal amistad.
Puso sus últimas energías al servicio desinteresado de nuestra más urgente e inaplazable necesidad. El PUERTO.
Pedía el puerto como lo que es y representa para toda Torrevieja, lo decía sin descanso, lo repetía en todas partes, que su adorada Torrevieja no podía ni debía seguir sin puerto.
Requirió el concurso de todos.
Proclamó la unión de todos para conseguir el bien que el puerto construido habría de proporcionarnos.
Sean su requerimiento y su proclama permanentes.
Sigamos su obra de unirnos, para que juntos podamos conquistar el progreso a que Torrevieja tiene perfectísimo derecho.
Torrevieja agradecida le dedica este unánime derecho.”
Con gran solemnidad y entusiasmo se celebró a continuación el acto de descubrir la lápida con el busto en relieve del insigne protector, que daba el nombre de Diego Hernández Illán a una la calle de Torrevieja.
(Continuación)
Fuente: Semanario VISTA ALEGRE. Torrevieja, 12 de marzo de 2016