POR JOSÉ ANTONIO FIDALGO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE COLUNGA (ASTURIAS)
Pues como les conté ayer, festividad de TODOS LOS SANTOS, hoy, día 2 de noviembre, la Iglesia celebra el DÍA DE LOS FIELES DIFUNTOS. Fiesta «inventada» en el siglo XI por San Odilón, abad de Cluny, y rápidamente extendida por toda Europa.
Antaño, en costumbre de la Iglesia de Aragón, se celebraban allí tres misas; costumbre que fue «ampliada» como especial privilegio a las Iglesias de España, Portugal e Hispaniamérica en el año 1748 por el Papa Benedicto XIV. En la diócesis de Oviedo se implantó hacia 1780.
En la segunda misa («in aniversario defunctorum…») era costumbre en muchos pueblos que, «dicho el pffertorio, se baxa el Preste a la primera y mas baxa grada el altar con el Diácono y Subdiácono, y las mugeres que tienen offrenda de pan y vino y cera, en la Iglesia, sobre las sepultiuras, van a ofrecer y llevan de toda la ofrenda, solo una vela…»
El pan, una vez bendecido, se repartía y subastaba entre los fieles en sufragio, con sus limosnas, de las «animas del Purgatorio».
Era el llamado PAN DE ÁNIMAS o PAN DEL PELLIZCO.
Esto del «pan del pellizco» tiene su cuentín histórico.
Antiguamente el pan se amasaba en las casas y se cocía en la propia «forna» o en el horno del panadero. Una vez elaborada la masa, y antes del horneado, se retiraba una pequeña porción («un pellizco») para sumarlo con los pellizcos de las otras casas y, con ellos, cocer varias hogazas para atención de pobres y de ofrendas.
A la anochecida las personas adultas procesionaban por caminos en la llamada RONDA DE ANIMAS para solicitar limosnas y oraciones en favor de los difuntos. Solían hacerlo con versos de motivación un «tantico macabra»:
» En calabozos oscuros / almas están padeciendo
y no dejan de dar voces / d´esta manera diciendo:
¡Ay! ¡Ay!, que aquí me abraso; ¡ay!,¡ay!, que aquí me quemo.
Por Dios te pido, cristiano / que me saques de este fuego».
La juventud, nada temerosa y muy poco devota, se dedicaba a la fiesta profana en asado campestre de castañas. Amagüestos con cantos, música, baile … y lo que buenamente fuere.
Nos lo cuenta Marcos del Torniello en «Orbayos de la Quintana» (Madrid, 1925):
«Les moces, fachendoses y reblincones,
plizcaben a los mozos pe los calzones;
y los moozos por veles tan gayasperes
parez que los furaben con alfileres;
asín que reblincando como xatinos
facinse carantoñnes y regolvinos…
Y entós cuando pa casa van todos xuntos
pa que non tengan miedo de los defuntos,
ye cuando a los cantares y a l´alegría
parez que yos azumba la calabiya
y cuando se presenten de manifiesto
todos los resultados del amagüesto.
Pues yo, para celebrar este «dies defunctorum», preparé una deliciosa tortilla a la paisana (huevos, patatas, zanahoria, pimiento verde, pimiento rojo, ajo, sal, jamón y aceite), complementada con unos costrones fritos de hogaza de pantrigo, para recordar el fuego penitencial del Purgatorio.
Ahí tienen «la semeya», que es muy mala; pero la tortilla está de «¡echale hilo a la cometa!» o, si quieren, de «¡empújame columpio! «.
Bueno, los pimientinos de Padrón son de Marruecos. «Ye lo que hay».