POR PEPE MONTESERÍN, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)
El periodista cuenta por obligación lo que ocurrió y añade por piedad una explicación naif; algo así: dos policías, en su coche reglamentario y en labores de seguridad e higiene, patrullaban a motor el peatonal Bombé cuando, despistados -según el generoso narrador-, poco conocedores del teatro de la guerra, enfilaron unas escaleras con tan mala potra que se les atascó el chasis de su montura en la rampa de picos de sierra, más propia para caballos que tienen la barriga más alta que el Renault. Pero el lector avieso reflexiona: ¿qué pretendían Hernández y Fernández?, ¿acortar su ronda?, ¿simular un zafarrancho en territorio hostil ante un inminente aborto el Martes de Campo de miles de bollos preñaos? ¿O exhibían esa bula tácita, que tanto envidio, de saltarse el imperativo legal como, entre otras pirulas, girar a la izquierda y atravesar la línea continua cuando suben Fuertes Acevedo para entrar en el Cuartel?
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