POR JUAN JOSÉ LAFORET HERNÁNDEZ, CRONISTA OFICIAL DE LAS PALMAS DE GRAN CANARIA (LAS PALMAS)
Una prueba deportiva consolidada, prestigiosa, ubicada entre las primeras del mundo, que surgió del sueño de unos pocos que supieron arroparla, amamantarla, conducirla adecuadamente para que creciera sana y saludable.
El viejo tango de Gardel canta melancólicamente «que veinte años no es nada», pero aquí en Gran Canaria veinte años han dado mucho de sí, y la Transgrancanaria se ha instituido como uno de los más sólidos hitos identitarios de la isla en este siglo XXI, o, al menos, en lo que va transcurrido. Fray Lesco, casi un siglo antes, en la primavera de 1932, hablaba de cómo los «amantes, y aún los enamorados de esta linda jaula en que vivimos, suelen desconocer la comarca más interesante de ella», en referencia a lo que se denominaba entonces «transcumbre» (que cubría casi una tercera parte de la isla), pero que, con las entonces nuevas vías y formas de acceso a la cumbre y otros entornos de medianías, la «isla se ensancha. Estamos de enhorabuena». Y eso es algo de lo que ha ocurrido con esta prueba de Trail, ya referente en el orbe internacional de este deporte. La Transgrancanaria ha abierto las sendas adecuadas para que propios y miles de foráneos accedan a paisajes y recoletos reductos de esa «transcumbre» -digámoslo así aún hoy- y con ello ha contribuido, de forma más que efectiva y adecuada, a que la isla se ensanche en todas sus perspectivas, tanto de sus paisajes, como de su ser y sentir.
Y es que en la actualidad, siendo obvio que el acceso por carretera, y gracias a los nuevos medios de transportes privados y colectivos, ha abierto esos sugestivos ámbitos insulares a una gran mayoría local y forastera, en realidad esta ‘transcumbre’ no se descubrirá, no se palpará en su intensidad variopinta de «continente en miniatura», en toda su íntima y sugestiva belleza, sino se recorre a pie, empeñando en ello voluntad y esfuerzo, palpando y respirando tramo a tramo la fragancia de su personalidad. Algo que hizo exclamar a personajes como el rector de Salamanca Miguel de Unamuno, ante el gigantesco cauce de formas casi mágicas e irreales, aquello de «tempestad petrificada». Una experiencia que, a buen seguro, también se apreciaría si se pudieran recoger las impresiones y exclamaciones de muchos de los participantes en la Transgrancanaria, a lo largo de los últimos veinte años. Un conjunto de frases espontáneas e insinuantes, de reflexiones personales de honda raigambre, en muchos momentos del esfuerzo sustantivo que realizan durante horas y horas por los más dispares senderos isleños, que aunándolas constituirían una auténtica ‘crónica isleña’ de la forma en que se percibe y se entiende la Gran Canaria, sus gentes, sus entornos naturales, sus costumbres y formas de ser en este comienzo del siglo XXI.
No hace mucho, en el ámbito de los días de FITUR, un experto en materia de difusión turística de la isla, me comentaba como muchos visitantes extranjeros, tras pasar unos días en Gran Canaria, o tras sus reiteradas estancias vacacionales, valoraban mucho el encontrarse a diario, y en los ámbitos más dispares, a cientos de personas practicando distintos deportes, y en especial contemplar en paisajes naturales estas prácticas deportivas, lo que le daba a la isla una personalidad muy dinámica, moderna y adecuada a las exigencias de la sociedad actual. En ello el orbe del Trail, de las carreras de montaña, tiene mucha parte y mucho que decir. Sin duda. Y pruebas como la Transgrancanaria, que ya extiende su celebración casi a lo largo de una semana, son protagonistas indiscutibles de esa imagen positiva que transmite la isla. Una carrera de montaña que aúna al deporte todo eso que podemos denominar cultura isleña. Modos de ver y entender nuestra realidad, y que sabemos compartir con quienes también deciden compartir parte de su tiempo anual con la isla de Gran Canaria.
Una prueba deportiva grande, consolidada, prestigiosa, ubicada entre las primeras más relevantes de todo el mundo, que surgió del sueño de unos pocos que supieron arroparla, amamantarla, conducirla adecuadamente para que creciera sana y saludable, y que ahora, veinteañera feliz, se instituye en verdadero patrimonio de una isla y en símbolo de sus sentimientos isleños y cosmopolitas, hospitalarios y resilientes. Así, se la puede encontrar en todos esos paisajes naturales característicos de una isla atlántica, encrucijada entre continentes, pero también en ámbitos urbanos ineludibles como la Playa de Las Canteras, en Las Palmas de Gran Canaria, la tradicional Villa Mariana de Teror, el Puerto de Las Nieves en Agaete -donde en su paisaje se aúnan tradición y vanguardia-, o en Maspalomas, donde esta zona turística de relevancia mundial no sólo acoge una meta, que es toda una fiesta en Parque Sur, sino una magnífica y animada ‘Feria del Corredor’ en las modernas y lujosas instalaciones, en Expo Meloneras, del Auditorio del Centro Cultural de Maspalomas.
Un evento extraordinario que vuelve cada año a la isla como una de sus fortalezas más actuales. Una prueba que sabe aunar voluntades y esfuerzos no sólo de instituciones pública, de empresas y organismos privados, sino de cientos de voluntarios, sin los que tan compleja y ardua organización no sería posible. Y en la coordinación de todo ello Arista, una empresa que, como su propio nombre marca, no sólo es la «línea que resulta de la intersección de dos planos», sino la que une muchos y diversos planos sobre los que se construye esta carrera, esta hermosa realidad, que es expresión de la crónica más actual de Gran Canaria.