POR JOAQUÍN CARRILLO ESPINOSA, CRONISTA OFICIAL DE ULEA (MURCIA)
Hace unos 20 días se recibió desde la ciudad de Rotterdam (Holanda), en el Ayuntamiento de Ulea, un mensaje, en el que solicitaban ponerse en contacto con el Cronista Oficial de Ulea.
De inmediato, la archivera del Ayuntamiento, María del Mar Ortiz, me envió un correo electrónico; en el que me comentaba toda la secuencia de lo acontecido.
Al día siguiente, sin más dilación, me puse en contacto con dicha persona y resultó ser una madrileña afincada en los Países Bajos; en la ciudad de Rotterdam qué, por medio de la revista R.A.E.C.O. (Real Academia Española de Cronistas Oficiales) había leído varios artículos, escritos por mí, que hacían alusión a un personaje ilustre de la historia de Ulea, que llegó a esta Villa del Valle de Ricote, en el siglo XVII y qué, en el año 1690, fue nombrado alcalde permaneciendo en el cargo durante más de 40 años. Fue tal el carisma de dicho prócer que, hasta su muerte, se le llamó Señor de Ulea. Dicho Alcalde se llamaba era Don Sebastián de Rueda y Benavides y Almeida.
Pues bien, nuestra interlocutora de Rotterdam, se llama María Rosa Martín de Rueda y es descendiente directa de este Señor de Ulea Don Sebastián de Rueda.
El pasado dia 19 de octubre de 2015, fui informado por la archivera del Ayuntamiento, de la llegada de un grupo de personas encabezado por María Rosa Martín de Rueda, acompañada por su marido y un matrimonio amigo de nacionalidad Neerlandesa. Sin dudarlo un momento se lo comuniqué al Alcalde y prometí esperarles en la plaza del Ayuntamiento, con el fin de acompañarles e informarles de la Historia de nuestro pueblo y, por supuesto, todos los detalles que hacían alusión, en nuestro pueblo, a la familia de Rueda.
El día 20 de octubre, martes, y, sin más preámbulos, a las 11 de la mañana, nos encontrábamos en la Plaza Mayor contándonos cuanto sabíamos del señor Rueda y, antes de acabar nuestra interlocución, me contó qué, desde que conoció las noticias de Ulea y la andadura de sus antepasados, le surgió la idea de venir a nuestro pueblo, del que María Rosa es oriunda, con el fin de conocer in situ el pueblo donde vivió y murió su ilustre antepasado.
Sí, en el centro de la plaza pudimos contemplar la magnificencia histórica de nuestro pueblo, dándoles la cumplida información de la Casa Consistorial, La iglesia parroquial y la Casa del Cura, también llamada Casa Eiffel. Maria Rosa, muy serena y con la sonrisa a flor de piel, oteaba hacia los cuatro puntos cardinales.
Todo era novedad para ella, pero, la realidad superaba a todo cuanto le habían contado. Su marido le miraba de soslayo y sonreía y, con una mirada furtiva me dio a entender que era uno de sus días más felices: estaba disfrutando de lo lindo.
Tras darles información de cuanto estaba a nuestra vista, nos adentramos en la Casa Consistorial, con tal de hacer la correspondiente presentación, al señor Alcalde Víctor Manuel López Abenza y, a toda su orporación municipal; así como a todos los trabajadores del Ayuntamiento, allí presentes, con especial atención a quien fue su interlocutora desde tierras holandesas, María del Mar Ortiz.
En la sala de recepción del Alcalde, se departió con total naturalidad; como si hiciera poco tiempo que nos habíamos visto y, sin embargo, era la primera vez. Ante este recibimiento tan acogedor, María Rosa me comentó en voz baja: Joaquín, ha merecido la pena nuestro largo viaje; tengo la premonición de que lo vamos a pasar fenomenal y de qué, en ningún momento, nos vamos a sentir extraños. Es más, te digo, tengo el presentimiento de que nos vamos a sentir como si fuera nuestro pueblo; al que hemos regresado tras unas largas vacaciones y todos, ustedes y nosotros, esperábamos el reencuentro. No le conté; solamente la miré y esboce una ligera sonrisa de asentimiento.
Tras la cumplida recepción por el Alcalde de nuestro pueblo, iniciamos la andadura por las calles, deteniéndonos en los lugares emblemáticos, de los qué, en compañía de Mercedes Martínez Núñez, que fue la guía del grupo, les di cumplida información histórica; al menos, hasta donde alcanzaban mis limitados conocimientos.
Les describí la historia de la Casa Consistorial y de la Casa Eiffel, también llamada Casa del Cura y, a continuación entramos a la iglesia parroquial de San Bartolomé, en donde les di cumplida información de su rica historia y, sobre todo, el lugar del altar mayor en donde se instaló la tumba funeraria de su insigne antepasado, por expreso deseo del mismo, según una escritura y el testamento, otorgados en Madrid, el día 29 de agosto del año 1729, ante el Notario Don Francisco de Quevedo ( folio 74), en el que se hacía una donación perpetua, con el fin de mantener dicha capilla del altar mayor, con la decencia y compostura necesarias.
Salimos de la parroquia y, con Mercedes de guía permanente, nos acercamos al templete del Henchidor, en donde les di cumplida información del Baño de la Santa Cruz, con anterioridad en acequia descubierta y, desde el año 1975, en dicho y templete.
Desde allí, dirigimos los pasos hacia los vestigios de la que fue su mansión, desde su llegada de Granada con escala en Murcia, en el siglo XVII. Ese fue el aposento de D. Sebastián de Rueda, hasta su muerte. En esos momentos la entereza de María Rosa Martín de Rueda se resquebrajó y, mirando en lontananza la observé traspuesta de emoción.
Fue solo unos momentos ya que el Policía Municipal nos trajo las llaves de la casa señorial y nos introducimos en su interior. Aunque ya se lo había advertido, le causó una enorme tristeza encontrarla tan deteriorada; no obstante, al hacerse cargo de la cantidad de años que ha estado deshabitada, comprendió la situación de ruindad.
Pasamos a todas las salas y, por la célebre escalera de caracol, subimos a visitar las que fueron dependencias privadas de sus antepasados. Algo instintivo fluía desde el interior de Mariam Rosa ya que, con un trapo, limpiaba suelos, barrotes, ventanas, puertas y cuantos elementos quedaban de aquella época del siglo XVII para entender la enorme riqueza arquitectónica qué, en su día, tuvo.
Salimos al exterior del palacete y en sus aledaños se encuentran las que fueron vivienda de sus mayordomos, trabajadores y visitantes, En la parte de la vivienda de servicios se encuentra el escudo de armas de los Rueda que con anterioridad, hasta mediados del siglo XIX, estuvo ubicada en el frontispicio del palacete y que fue trasladada al lugar en que se encuentra ahora, por los condes Villar de Felices, tras adquirir su propiedad.
Hoy, dicho edificio y los terrenos aledaños, son propiedad del Ayuntamiento.
Al salir del edificio y, antes de regresar al Ayuntamiento, María Rosa giró la vista atrás y se detuvo pensativa. Sin lugar a dudas evocaba todos los rincones que, en épocas pasadas le habían contado sus antepasados.
Paseamos por las callejas estrechas y empinadas del pueblo, hasta regresar al Ayuntamiento, con la finalidad de despedirnos del Alcalde, los miembros de su Corporación Municipal y trabajadores. Durante el trayecto, María Rosa no paraba de mirar hacia atrás. Sí, miraba hacia el infinito y, con nostalgia, evocaba la figura de su ilustre antepasado. En voz baja me decía: Joaquín, si tuviera dinero suficiente, la compraría y le haría las reparaciones pertinentes; pero no, no es posible.
Subimos al despacho del Alcalde y, tras despachar con todos los ciudadanos que le requirieron, entablamos un diálogo cordial y distendido quedando todos, visitantes y visitados, totalmente satisfechos con tan inesperado encuentro que, como es lógico, quedará escrito como un episodio más de la historia de nuestro pueblo. Sí, un bello y emocionante episodio.
Tras dicha tertulia nos hicimos unas fotos con nuestros ilustres visitantes, que serán un testimonio gráfico de su presencia en nuestro pueblo, del que María Rosa Martín de Rueda es oriunda.
Para terminar, el Alcalde Víctor López les obsequió con unos libros históricos de Ulea, unas bolsas con el logotipo municipal, una guía turística con texto bilingüe español e inglés y, unos escritos históricos que hacen referencia al ilustre Alcalde de Ulea, D. Sebastián de Rueda y Benavides y Almeida, durante su estancia en los siglos XVII y XVIII.
Nuestros ilustres amigos holandeses, tras reponer fuerzas y descansar un poco, reanudaron su visita por los muchos lugares emblemáticos del pueblo, hasta el ocaso del día. En esos momentos iniciaron el viaje de regreso, no sin antes decirme María Rosa, toda firme y solemne: “Joaquín; volveremos”.