POR ANTONIO SÁNCHEZ MOLLEDO, CRONISTA OFICIAL DE MALANQUILLA (ZARAGOZA)
Hoy 4 de julio se cumplen 39 años de aquel otro en que colocábamos la primera piedra de la reconstrucción de molino de viento de Malanquilla, bajo el lema que da título a este artículo. Muchos años, mucha indiferencia, mucha apatía por parte de autoridades y vecinos… mucha incomprensión.
Hoy, otro 4 de julio, llego a Malanquilla para acompañar a una empresa con la idea de musealizar aquel mismo molino, ahora ya rehabilitado, cuyo interior se quiere acondicionar para uso turístico.
Y lo que me encuentro dista mucho de lo que me ha tocado vivir en los años precedentes. Ha sido llegar la actual corporación municipal, abrir puertas y ventanas, pedir colaboración y en tan pocos meses uno siente la sensación de encontrarse inmerso en una borágine que solo puede deparar resultados positivos.
Una persona como yo, acostumbrada a pensar 24 hs al día en Malanquilla durante muchos años, reconozco sin rubor, sentirme apesadumbrado, pero al mismo tiempo ilusionado con la nueva etapa que se abre ante nosotros.
Qué cantidad y variedad de proyectos he escuchado en dos horas… más que en los últimos 25 años juntos. Uno te aborda para decirte que piensa abrir una sala de cine VIP que se convierta en centro comarcal… otro te cuenta su idea para hacer una ruta de paseos a caballo, otro más allá, te invita a la presentación de un proyecto cultural la semana que viene. Entre tanto el alcalde Ernesto, junto al concejal de cultura, Casimiro, me hablan de las mil iniciativas que surgen espontáneas por cada rincón… nuevo bar, la apertura de una casa rural…
Y uno, “avasallado” ante tan ingente plantel de proyectos solo puede ponerse a disposición de todos, desde la inmensa gratitud de quien ve que al fin aquellos primeros trabajos del hace 40 años estén ahora dando sus frutos. Nunca es tarde.
Me siento reconfortado e ilusionado. Hace poco tiempo hubiera pensado que algo así sería imposible. Y hoy lo compruebo con mis ojos. Quizá ha tenido que llegar un nuevo ayuntamiento con nuevos aires para hacerlo realidad. Por fin alguien ha entendido que rodearse de los mejores no te hace inferior sino que, al contrario, te fortalece.
Y yo, desde mi modestia pero con el orgullo de no haber dejado de pensar en Malanquilla ni un solo día desde 1977, solo puedo agradecer a la corporación y todos los voluntarios activos en los diferentes frentes su pasión por el pueblo y sus enormes deseos por hacer juntos un lugar con futuro.
Los sueños se cumplen y Malanquilla es hoy un ejemplo. Que bonito podría ser el futuro de la España vaciada si otros siguieran el ejemplo de este Malanquilla renovado sobrado de ilusión y que ilusiona a todos.