POR JOSÉ ANTONIO FIDALGO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE COLUNGA (ASTURIAS)
¿Recuerdan? Cuántas veces hemos citado en estos comentarios a BALTASAR DEL ALCÁZAR (1530-1606), aquel gran poeta sevillano del Siglo de Oro de la literatura española. Poeta muy culto y persona con gran sentido del humor, cuyos poemas «en coña» son también un curioso catálogo de las comidas de su tiempo. Así, por ejemplo, en «La cena jocoso» nos enteramos de la ensalada, del salpición, de la morcilla, del vinillo aloque…
En otro de sus poemas «Tres cosas me tienen preso…» nos confiesa que:
«Tres cosas me tienen preso
de amores, el corazón:
la bella Inés, el JAMÓN,
y BERENJENAS CON QUESO…»
Aquí quería llegar yo: a las BERENJENAS, el fruto de la planta solanácea Solanum melongena L.cuya historia está plaga de «maldades» y de virtudes.
¿Saben ustedes? Esta planta y su fruto son conocidas `por la humanidad desde hace más de 4 000 años (es decir, unos 2 000 años antes de Cristo) , siendo muy cultivada en el continente asiático, especialmente en China, India y Birmania.
De Asia, por medio de las culturas árabe y judía, pasó a África, de África a España y de España a Europa. Y, claro, al «venir por manos extrañas», su aceptación fue acompañada de malos pronósticos. Alguien, ¡vaya usted a saber!, tuvo la ocurrencia de contar que se trataba de un fruto tóxico que, comido en crudo, provocaba náuseas, mareos, trastornos nerviosos, epilepsia e incluso la locura.
Por suerte, la influencia de cultura árabe (en el campo médico) ayudó a desterrar estas ideas de peligrosidad, como así nos lo cuenta el árabe Ben Sara en el Cancionero de Paena, del siglo XV.
¿Y por qué Baltasar del Alcázar se inclina a pensar que las BERENJENAS alegran su corazón con amores de bella moza?
Se lo explico: La piel de la berenjena, de precioso color morado, contiene FLAVONOIDES; y la pulpa («la carne») es rica en ESTATINAS; sustancias ambas, sobre todo las estatinas, recomendadas (pero muy recomendadas) para aliviar casos de hipercolesterolemia e hipertrigliceridemia.
¡Para disminuir el colesterol y los triglicéridos, vaya!
Un servidor, haciendo caso a don Baltasar y a la medicina actual, las preparo así a modo de «cachopín al quesu».
Corto la berenjena (que procuro sea de buen tamaño) en lonchas verticales de 0,5 cm de grosor aproximadamente. Las baño en agua con un poco de sal, las escurro, seco y las «marco» a la plancha.
Unto cada loncha con queso («de untar», claro está) y coloco encima una fina lámina de jamón serrano. Paso por harina, huevo batido y pan rallado y frío en aceite de oliva bien caliente. Han de quedar doradas y crujientes.
Dispongo en una fuente adornando cada loncha frita con una rodaja de tomate., que es fruta también solanácea y muy rica en vitamina A.
¡Guerra al colesterol! ¡Vivan las berenjenas!