POR: FRANCISCO TUBÍO ADAME, CRONISTA DE FUENTE PALMERA(CÓRDOBA)
Invitado por mi amigo y compañero Ángel Aroca, que por aquella época año de 1997, era Jefe del Área de Servicios Socioculturales del Ayuntamiento de Córdoba, presenté en los jardines del Alcázar de los Reyes Cristianos, a tres de las danzas más representativas de nuestra Provincia: La danza de las Espadas de Obejo; los Danzantes de San Isidro de Fuente Tójar y la Danza de los Locos de la Herrería. Esta Hermandad en la actualidad no baila, tan solo lo hace la hermandad de Locos de Fuente Carreteros.
Podemos apreciar que su variada coreografía, vestimenta y música son diferentes; en nada se parece cuando los cofrades dan el papatú a su maestro, los Locos protegen a la loquilla o los danzantes de San Isidro rinden culto a su patrón. Pero sí podemos decir que los tres bailes tienen carácter religioso. Así, los cofrades al ejecutar el baile de bachimachía, lo hacen bajo la advocación de la hermandad de San Benito. Los danzantes de Fuente Tójar están vinculados a la Hermandad de San Isidro, y los Locos de la Herrería llevan el estandarte de la Virgen del Valle, patrona de dicha localidad. Un dato muy importante es que los tres bailes ya se ejecutaban en el siglo XVIII.
Después de esta introducción vamos a analizar a cada una de las danzas. Lo hacemos por su orden de aparición.
En primer lugar actuará el Baile de los Locos. Cuando de la mano del rey Carlos III llegan los colonos extranjeros a poblar Fuente Palmera a finales del año 1768, un pueblo tirolés trajo el Baile de los Locos que se danzará desde entonces hasta nuestros días. En la mayoría de los pueblos de la Colonia se crean hermandades de este baile. A finales de siglo, además de las vigentes de Fuente Carreteros y la Herrería, existían la de Ochavillo del Río y Fuente Palmera. Se cuenta que el día de los Santos Inocentes, que era el tradicional para la interpretación de esta danza, todas las hermandades después de haber bailado en sus respectivos pueblos, se concentraban en una de las localidades de la Colonia para competir entre ellas, ganando aquella hermandad que lograba bailar más tiempo ininterrumpidamente.
Actualmente mis investigaciones sobre esta danza, me han llevado a establecer la similitud con dos bailes que se danzan en aquella zona tirolesa, concretamente en dos pueblos uno italiano y otro suizo, conocidos como el baile de San Nicolás.
Analizando sus componentes, podemos dividirlos en tres grupos, mandados por el Capitán de Espadas, director de la misma. Estos son: Los escopeteros que acompañan a los locos y dan una salva al inicio y término de la danza. Antiguamente dentro del ritual que rodeaba a este baile, el escopetero esperaba al loco a la puerta de su casa para acompañarlo hasta la iglesia, dando una descarga cuando salía el loco. Los instrumentistas, también llamados tocones (dos guitarras, unos platillos, una pandereta y una botella), y los locos que en número de seis, acompañados por la loquilla, son propiamente los danzantes, antiguamente uno de éstos, que era el director de coreografía, recibía el nombre de capitán de lanza.
En las siete evoluciones que realizan los locos dentro de la coreografía de la danza, sobresale la protección a la loquilla que preconiza la inocencia.
En segundo lugar actuarán los danzantes de San Benito ejecutando el baile de bachimachía, término que equivale a «cuasi saltando». Al parecer esta danza se ejecutaba ya en el siglo XIV.
La danza es ejecutada por 32 hombres, encabezados por el maestro. Su origen es guerrero, de raíz ibérico, por su semejanza con las danzas de espada y bastón del Norte.
Se baila en honor de San Benito, comenzándose al terminar la ceremonia religiosa y continua durante toda la procesión, los danzantes no cesan de ejecutar el baile. Avanzan ante las andas del santo, dando pequeños saltos.
El momento culminante tiene lugar cuando los cofrades forman circulo en torno al maestro, hasta ahorcarle-simbolicamente-con sus espadas, acto que recibe el nombre de patatú.
La danza lleva acompañamiento musical; una especie de alegre y pegadizo pasacalle que se repite de forma reiterada, ejecutado por un grupo de músicos que tocan el acordeón, la guitarra, el laúd, la pandereta y el triángulo.
Y por último, veremos a los danzantes de San Isidro de Fuente Tójar, como decía es una danza religiosa que se remonta su ejecución con anterioridad a la creación de la Hermandad, que data de 1770.
Su origen es agrícola en honor de San Isidro Labrador, en cuya festividad acompañan al patrón del campo. El primer baile se ejecuta dentro de su templo en Fuente Tójar, el 15 de mayo, acompañando seguidamente en procesión por las calles del pueblo.
Son ocho danzantes( cofrades de San Isidro Labrador) número fijo, uno de ellos llamado director o primer danzante dirige el baile con graciosas evoluciones ante el grupo. Al primer baile siguen seis representaciones, en otros tantos lugares de la localidad, siempre delante del santo; una vez concluida la procesión retorna ésta al templo, y dentro del mismo ejecutan su último baile.
Los instrumentos que portan son pandera sin cuero( sólo el aro) con platillos y cintas de colores para el director, otros dos manejan instrumentos de cuerda ( violín y guitarra), otros una carrasquilla y los restantes miembros de la agrupación llevan castañuelas.
Esta fue mi presentación en aquella tarde noche, en los jardines del Alcázar de los Reyes, de estos tres bailes tan representativos de las danzas de nuestra provincia.
FUENTE: CRONISTA