POR JOSÉ ANTONIO FIDALGO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE COLUNGA (ASTURIAS)
Cuando yo era rapaz -ya llovió mucho desde entonces- había un cantar que decía:
Tres jueves hay en el añu
que relucen más que el sol:
Jueves Santu, Corpus Christi
y el día de la Ascensión».
Jueves Santo aún mantiene su vigencia de día; la Ascensión pasó a celebrarse un domingo; y el Corpus Christi… ¡según!
En algunas ciudades, como Toledo y Sevilla, se mantiene su tradición de «jueves»; en una gran mayoría de ciudades y villas se traslada al domingo inmediato siguiente; y en muchos pueblos pequeños y aldeas (especialmente en Asturias) se traslada al día siguiente de su fiesta patronal. Se conoce esta celebración como «la Sacramental».
Y como es mi costumbre, les cuento cosas.
Fue en 1230 cuando la beata Juliana (1193-1255), abadesa del monasterio de Mont Cornillon, cercano a Liejo, creyó tener (o tuvo, ¡quién lo sabe!) un mensaje celestial que le recomendaba visitar al obispo de Lieja para que este promocionara de forma muy solemne el culto a la Sagrada Forma u Hostia Consagrada; es decir al Cuerpo de Cristo (Corpus Christi).
Este obispo, después Papa con el nombre de Urbano IV, intituyó la fiesta del Corpus mediante la Bula «Transiturus de hoc mundo», fechada en agosto de 1264. Bula que no entró en vigor debido a la casi inmediata muerte del Papa.
En 1312 Clemente V confirma esta Bula, después ampliada por Juan XXII en 1317.
En esta Bula y en sus disposiciones no se contempla el hecho de una procesión sino la solemnidad de una misa con cánticos, salmos y oraciones para promover la fe, aumentar la esperanza y exaltar la caridad.
La realidad de las procesiones vino después: la Sagrada Forma, encerrada en una Custodia de orfebrería, era portada por cuatro sacerdotes y el pueblo, en calles adornadas con auténticas alfombras florales, seguía al Santísimo con cánticos y oraciones. Era costumbre que los niños y niñas que habían celebrado ese año su Primera Comunión diesen «escolta» a la Custodia.
En tierras castellano-manchegas, con marcado protagonismo en Cuenca, tienen en los DORMIDOS la especialidad dulcera para esta fiesta.
Batan 10 huevos con el azúcar que deseen según sus gustos de dulzor y una taza grande de aceite de oliva. Añadan un poco de harina y levadura «de verdad» disuelta en agua templada.
Mezclen bien y, amasando con las manos, sigan añadiendo harina hasta conseguir una masa más bien blanda. Envuélvanla en un paño blanco y déjenla reposar en lugar templado durante 24 horas.
Pasado ese tiempo, moldeen unas tortas de forma ovalada y, dispuestas en bandeja de horno engrasada, cuézanlas en horno.
Al sacarlas, espolvoreen con azúcar.