POR JOAQUÍN CARRILLO ESPINOSA, CRONISTA OFICIAL DE ULEA (MURCIA)
Pedro Ayala Garrido, hijo de Antonio Ayala y de Paz Garrido (prima hermana de mi abuela Clarisa Martínez Garrido), recaló en el paraje de «Los Tollos» al casarse con Josefa Hernández y quedarse a vivir–y trabajar–, en las fincas de Tía Juana Antonia.
Pedro, hombre sencillo, amable y muy trabajador, hizo un buen equipo junto a su cuñado Evaristo Hernández que hacía sus pinitos como exportador de naranjas y limones del paraje de los Tollos y mas tarde de toda la huerta uleana, a los mas importantes mercados españoles.
Pedro Ayala—aunque sus padres Antonio y Paz, siguieron viviendo en su casica de la huerta , en el paraje de la aceña del Conde Heredia Spínola—, se puso, de inmediato, al tanto del negocio de su cuñado: cultivaba las tierras y tenía una gran habilidad para conservar las aguas de su histórico aljibe; tanto con aguas de lluvia como las que circulaban por los canales de regadío de los motores de «La Purísima». Para ello aplicaba las medidas correctas de salubridad que requerían dichas aguas, con el fin de que no se contaminaran y siguieran siendo saludables; tanto para las personas como para los animales domésticos.
Las aguas del aljibe de la tía Juana Antonia, tenían tan buena fama que allí acudíamos todos los vecinos de la ladera del monte de Verdelena, en el paraje de «Los Tollos», para llenar de dichas aguas nuestros cántaros y cántaras.
El rumor de que durante el almuerzo se celebraban tertulias bajo el almendro de la familia Ríos, llegó a sus oídos y alguna mañana, cuando tenía libre, se acercaba para comprobar la certeza de cuanto le habían contado..
No tardó en participar en dichas tertulias y, allí, con su particular elocuencia, mostró sus amplios conocimientos de agricultura, comercialización de las naranjas y limones de dicho paraje; así como del mantenimiento y conservación de la potabilidad de las aguas de su famoso aljibe.
Muy castigado por el duro trabajo de la huerta y comercialización de sus cítricos, con su particular elocuencia y mucho sentido común, nos contó todas sus experiencias ¡¡Todo un sabio de los avatares de la agricultura y del comercio!!
Los hijos se le hicieron mayores y se trasladaron a vivir al pueblo, en una casa cercana a la casica y huerta de sus padres, en donde montaron todo el tinglado necesario para seguir en el negocio de la exportación—al por mayor—de cítricos y frutas de hueso. Dicho negocio, en un principio fue familiar y llevaba el nombre de nuestro querido tertuliano «FRUTAS AYAGA»
FUENTE: J.C.E