POR PEPE MONTESERÍN, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)
Si llegamos a conurbar el área policéntrica conformada por nuestros satélites, Oviedo-Gijón-Avilés, vertebradas por el boulevard de la “Y” y el tren, y focalizamos la industria en este triángulo mágico, habremos conseguido la metrópoli central y el definitivo vaciado del resto de las poblaciones de nuestra tierrina, de manera que entre este triángulo y Cantabria, este triángulo y Galicia, este triángulo y León, medre la selva. Observamos el cambio climático, cómo crece dos grados la temperatura del otoño, atinamos a medir los tres centímetros que subió el nivel del Cantábrico, pero somos reacios a admitir (no digamos remediar) cómo desaparece el campo, cómo el matorral invade pueblos, valles y montañas, cómo arbustos desordenados, autóctonos o alóctonos, en su mayoría enfermos, infestan el resto de Asturias. Fuera del triángulo sobrevivirán en la espesura busgosus sueltos y media docena de tribus guardabosques.
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