POR ANTONIO HERRERA CASADO, CRONISTA OFICIAL DE LA PROVINCIA DE GUADALAJARA.
Hoy me publica el periódico #NuevaAlcarria de #Guadalajara un breve artículo recordando esa obra de arte, volandera, sutil y ya casi olvidada, despintar Rafael Pedrós, cuando con su arte pictórico y su imaginación desbordante compuso una «Baraja Mendoza». Leerlo en https://www.herreracasado.com/…/trofeos-con-historia…/
ARTÍCULO:
Es sabido el hecho de que mejor que un acto cultural que se lleva el viento en un par de horas resulta la edición de un libro cuajado de pensamientos, noticias y literatura, que dura años, siglos a veces, en muchos hogares y manos donde se albergue su rimero de páginas. Y aún mejor que eso, puede ser una simple baraja, que con su imagen móvil y parlanchina, una y otra vez repite su mensaje, dice sus nombres, da rienda suelta a sus recuerdos, en las manos de quien la sostiene.
Personajes de la saga mendocina
La “Baraja Mendocina” no es otra cosa que una colección de naipes españoles, con elementos gráficos que expresan a través de personajes, figuras y elementos patrimoniales, la historia de esa familia alavesa que marcó la historia de Guadalajara durante siglos. Saber de ella, de sus miembros, es saber de la tierra alcarreña donde pusieron su memoria.
Los dibujos de esta baraja, que apoyó Diputación en 2009, fueron realizados expresamente para ella por el pintor de los Yélamos, el incansable Rafael Pedrós, que rebuscó en los libros viejos la esencia de la familia mendocina, para darnos en naipes la silueta justa y definitoria de sus miembros.
Basta moverse por el sendero que marca en las manos esta baraja, para encontrar en cada palo primero la figura femenina de una sota. Después el piafar sonoro de un caballo con su caballero encima, y acabar con la brillantez y soberbio gesto de algún rey sin barbas ni corona.
En esta baraja nos encontramos con mujeres de la hispana raza como son doña Brianda de Mendoza, la fundadora del convento de la Piedad, a la que en el Tenorio Mendocino dan vida en las escaleras de su viejo palacio leyendo las constituciones del beaterio franciscano; la sexta duquesa del Infantado, doña Ana de Mendoza, que pasó su vida entre rezos y procesiones por los recovecos de su casona arriacense; la princesa de Éboli, feliz y desgraciada en su palacio de Pastrana, que por sus apellidos de Mendoza y de la Cerda ocupa puesto aquí; y doña Aldonza de Mendoza, duquesa de Arjona, callada pero peleona, que pasó a la galería de la fama por su presencia mortuoria en el enterramiento que de ella queda en el Museo Provincial de Bellas Artes.
A caballo recordamos a don Rodrigo Díaz de Vivar y Mendoza, primer marqués de Cenete, conde del Cid, y el más fastuoso de los “bellos pecados del Cardenal”, quien desarrolló sus dotes guerreras en el levantamiento de las Germanías valencianas; a don Pero González de Mendoza, héroe en la batalla de Aljubarrota, por haber salvado la vida de su rey Juan I que la vio muy comprometida; a don Pedro de Mendoza, héroe en las Indias más lejanas, fundador que fue de la hoy gran ciudad de Buenos Aires; y a don Iñigo López de Mendoza, segundo conde de Tendilla, que participó muy mucho en la conquista de la ciudad de Granada, y mantuvo con su valor e inteligencia el trono de los Reyes Isabel y Fernando.
Como verdaderos reyes aparecen el Gran Cardenal, don Pedro González de Mendoza, a quien le corresponde ese puesto sumo de la baraja por haber sido denominado, en su tiempo, “tercer rey de España”; don Iñigo López de Mendoza, primer marqués de Santillana, introductor del Renacimiento en nuestro país, desde su viejo palacio de Guadalajara; don Antonio de Mendoza, primer virrey de la Nueva España (hoy México) y a punto de haber sido generador de una dinastía (la mendocina) distinta de la austriaca y borbónica, en el mando de la América hispana; a Diego Hurtado de Mendoza, finalmente, embajador del rey Felipe y todopoderoso en legaciones y asuntos de Estado por toda Europa, le encajamos en ese lugar de los mendozas reyes, visorreyes o factotum.
Objetos del linaje mendocino
En esta Baraja Mendocina, que es clásica y española por sus cuatro costados, y que a pesar de estar ya prácticamente agotada muchos siguen admirando y usando, vemos cómo cada palo clásico (oros, copas, espadas y bastos) tiene su as, que en este caso nos ofrece un escudo heráldico de las cuatro principales ramas mendocinas. Los elementos de cada palo, ya dichos, ofrecen también imágenes alusivas a la familia y sus hazañas: el oro es un ducadón con la efigie ensombrerada de un Mendoza que pudiera, de haber querido, acuñar moneda; la copa está sacada del ajuar que doña Ana de Mendoza llevó a sus bodas; la espada es la que el Papa Inocencio VIII regaló a don Iñigo López de Mendoza cuando su embajada en Roma, y que hoy se admira en el Museo Lázaro Galdeano de Madrid; el basto, en fin, pudiera ser cualquiera de los que usaron los Mendoza y sus gentes en las batallas miles en que se vieron.
Además de las figuras, siempre enmarcadas en una cenefa mudejarizante tan española, aparecen dos comodines que viven en las figuras de sendos bufones ataviados prolijamente con los colores mendocinos, el gules, el sinople y el oro denso de tantas memorias.
Es, en definitiva, y con el lomo ocupado por el logotipo que en 2009 utilizaba la Excmª Diputación Provincial de Guadalajara, mentora de este acierto, una forma moderna y consecuente de divulgar la historia y afirmar las raíces de esta provincia. El entusiasmo (y el arte, y la calidad humana) puesto por el autor de sus dibujos, Rafael Pedrós, es la mejor garantía de que esta baraja ha conseguido con creces sus objetivos: dar vida a la memoria histórica de la Guadalajara que tuvo también sus años mozos.