POR JOSÉ ANTONIO RAMOS RUBIO, CRONISTA OFICIAL DE TRUJILLO (CÁCERES)
El Conde de Canilleros, en su trabajo «Solar de Conquistadores», nos ha dejado escrito: «No hay en toda Extremadura -que en este caso es decir que no hay en el mundo, porque la conquista de América, fue monopolio extremeño- localidad alguna que pueda adjudicarse con más derecho el título de Solar de Conquistadores… Además se da el caso de que algunos importantísimos paladines, como Hernán Cortés, por ejemplo, aunque no era de Trujillo, tenía sangre trujillana. Es verdaderamente curioso, porque parece como si la providencia hubiera reservado de manera específica a esta ciudad la primacía conquistadora, formando una raza seleccionada para este fin… Sesenta y seis de los conquistadores trujillanos tenían la misma sangre, procedente de un tronco común, la de Fernán Ruiz de Altamirano, personaje casi fabuloso… Junto a los que hay que poner los que faltan para superar los ciento, que fueron los que destacaron en muchos campos diferentes… No hubo rincón de América al que no llegase lo trujillano, y nacieron Trujillo sobre tierras vírgenes, a orillas de mares y bajo cielos de trópicos. El nombre de la ciudad se impuso a puntos de islas, en Cuba y Santo Domingo; a bahía en Chile, a pueblos y ciudades, en Canarias, en Honduras, El Salvador, Venezuela, Colombia, Puerto Rico, Méjico, Perú… Rematando con los paladines la formación del Imperio Español, estuvieron los frailes de Trujillo y las mujeres trujillanas, tres de ellas con auténtico rango histórico. Se llamaban Inés Muñoz, María Escobar e Isabel Rodríguez. La primera llevó el olivo al Perú; la segunda el trigo… Cuando Trujillo se preparaba para esas glorias que le dieron el título de Solar de Conquistadores, nació aquél, el 30 de marzo de 1468, Diego García de Paredes, Hércules y Sansón de España, cuyas aventuras asombrosas culminó esa tónica de lo extraordinario, símbolo de lo trujillano. Fue el representante magnífico de la ciudad en el Viejo Continente, mientras que en el Nuevo sus paisanos, ganadores del título indiscutible, echaban los firmes cimientos del Mundo Hispánico, de ese mundo que, en frase de Rubén Darío, Aún reza a Jesucristo y aún habla en español».
Don Vicente González Hernández, Académico de la Real Nobles y Bellas Artes de San Luis, en un bello trabajo titulado «La Hispanidad de Trujillo en las Américas», dedicado a Francisco Pizarro, termina diciendo: «En Trujillo y en aquellos lugares del Nuevo Mundo llamados Trujillo; en el paisaje americano abierto al entendimiento entre Culturas milenarias, los nombres de Francisco Pizarro y Hernán Cortés simbolizan ideales de universalidad; representan todas aquellas virtudes y defectos, triunfos y derrotas, proximidades y alejamientos que abrieron los caminos de la Hispanidad, título que doy por merecido y ha de otorgarse con justicia a la ciudad extremeña e hispana en la memoria de América: TRUJILLO.
La Real Academia de Extremadura de las Letras y de las Artes, gestada en Trujillo el 29 de diciembre de 1.979 y fundada en la misma ciudad el 3 de diciembre de 1.980, en el art. 4°. de sus Estatutos, establece: «La sede de la Academia estará en Trujillo, ciudad que resume el acerbo de cuantos valores históricos y artísticos encierra la región extremeña y aglutina su vocación hacia los pueblos de América, a los que la Academia pulsando el hondo sentir de Extremadura, dedicará singular atención». Creada la Academia, sus primeros Académicos declaraban ante la prensa. Don Antonio Hernández Gil: «Esta Academia se propone ser una nueva ruta de Extremadura hacia América». Don Xavier de Salas Bosch: «Una extensión de la gran aventura americana de los extremeños». Don Antonio Vargas-Zúñiga, su primer Presidente: «Intentar mantener todo momento un íntima relación cultural con América». Y cuando se le preguntó el porqué de la sede en Trujillo, fue rotundo afirmando: «Porque Trujillo ha sido la primera Capital de España y la ciudad donde se realizó por primera vez la unidad territorial de España, como actualmente está configurado», y «Porque aquí se firmó la primera capitulación entre don Fernando y doña Isabel, y sobre todo, cuando muere don Juan II de Aragón, aquí se firma el primer documento de cancillería donde están unidos los reinos de Castilla, León, Aragón, las dos Sicilias con el reino de Valencia y el condado de Barcelona».
Francisco Pizarro, quien tuvo amores con la princesa Inés Yupanqui Haylas, hija, nieta y hermana de emperadores Incas, con la que tuvo dos hijos, creando la familia y la raza hispánica. A su muerte, asesinado por los almagristas, le protegen su hermano Francisco Martín de Alcántara y su fiel amigo y paisano Francisco de Chaves, que les preceden con la entrega de sus vidas. Tres mujeres trujillanas: Inés Muñoz, María Escobar e Inés Rodríguez, cumplen el triste deber de dar sepultura a los cadáveres. Sus cenizas reposan en la Catedral de Lima (que dedicó a Santa María de la Asunción, a la que rezaba en su juventud en la iglesia de Santa María la Mayor de Trujillo), construida (como las de Méjico, Puebla y Cuzco) por el arquitecto trujillano Francisco Becerra, y de la que fuera su primer Arzobispo, el también trujillano Fray Jerónimo de Loaysa.
Su hija Francisca Pizarro Yupanqui, nacida en Jauja, hija de princesa y nieta y sobrina de emperadores Incas, con sangres mestiza, viene a Trujillo, donde contrae matrimonio con su tío Hernando Pizarro, creando nuevo mestizaje con los hijos habidos. Y se hace trujillana por hija esposa y madre de trujillanos y, a perpetuidad, porque sus cenizas reposan con las de su esposo y tío Hernando, en la iglesia de San Francisco, de Trujillo.
Gonzalo Pizarro, hermano de Francisco, mezcla su sangre trujillana en los hijos que tuvo con la princesa Inquill, o Flor Olorosa, de la familia del Inca Manco Capac, con la que tuvo dos hijos, uno llamado Francisquito y una hija llamada Inés, nacidos en Cuzco y que fueron legitimados por el rey Carlos I. También vinieron a Trujillo, donde conocieron la ciudad natal de su padre y a sus familiares.
Otro singular hecho le encontramos en la participación trujillana en el descubrimiento y exploración del río Amazonas, del que se ha dicho que fue un mal entendimiento entre dos paisanos, Gonzalo Pizarro y Francisco de Orellana. Pero se da la circunstancia, de que entre los escasos componentes de aquella difícil empresa, llena de peligros, hambre y privaciones, figuraron varios trujillanos, entre los que encontramos junto a su figura principal, Francisco de Orellana, a su paisano Fray Gaspar de Carvajal, que llevó las tareas de cura de almas y de cronista de la extraordinaria aventura, junto a los cuales están también Rodrigo de Arévalo (muerto en aquella empresa descubridora), a Lorenzo Muñoz y a Diego Matamoros.
Pero cuando hubo que sustituir una de las naves, a la nueva se la bautizó con el nombre de Victoria, tal vez en recuerdo de la patrona de Trujillo, posiblemente a petición de tan abundante representación trujillana. Esta obra descubridora, abría el camino a la exploración y colonización de una zona cuya extensión es de cinco millones de kilómetros cuadrados que dicen, equivalen a la mitad de os territorios de Europa.
Interminable se haría mencionar aquí y sus méritos, a cuantos trujillanos pasaron a Indias con tareas de descubrir, colonizar o evangelizar. No todos fueron con funciones conquistadoras, sino a ejercer el sagrado ministerio del sacerdocio, a labrar la tierra con que cosechar el trigo y el aceite par el sustento diario, que las trujillanas se habían encargado de llevar. Pero es que entre millar y pico que tenemos catalogado, se encuentran casadas y viudas con hijos pequeños, unas a reunirse con sus maridos y las otras tal vez en busca de un supuesto bienestar, para los que la travesía, en barcas de poca seguridad, quedaban expuestas a toda serie de peligros y muchos no lograrían sus deseos de conocer tierras y parajes nuevos y desconocidos. El más representativo de los trujillanos es Francisco Pizarro, quien incorporó un nuevo Imperio a la corona de España, y del se han ocupado ampliamente los historiadores, del que se han publicado más de 135 biografías. Seguimos con sus hermanos Hernando, Juan y Gonzalo Pizarro y Francisco Martín de Alcántara, todos destacadísimos y con luz propia, con hechos relevantes propios. Francisco de Orellana, descubridor y explorador del inmenso río Amazonas y Fray Gaspar de Carvajal, su cronista de aquella epopeya. Fray Jerónimo de Loaysa, dominico, primer Arzobispo mártir en América. Fray Diego de Torres Altamirano, franciscano, Obispo de Cartagena de Indias, consagrado en el Convento de la Concepción de Lima, donde era Abadesa una hermana suya. Fray Juan de Trujillo, Jerónimo, a quien Felipe II le presentó par el obispado de Guadalajara, en Méjico. Diego García de Paredes, hijo del Sansón y Hércules de España, a quien Felipe II nombró Gobernador y Capitán General de la provincia de Popayán y fundador del Trujillo de Venezuela. Francisco de las Casas, destacado capitán con Hernán Cortés, al que encargó quemar las naves tras el desembarco; también capitán de la flota de Garay y encargado de la armada que se mandó a la Especiería a través del Estrecho de Magallanes.
Juan Chaves, fundador de Gracias a Dios, en Honduras, en 1.536. Nuflo de Chaves, fundador de Nueva Asunción en 1559 y de Santa Cruz de la Sierra, en 1.561, en Bolivia, que se llamó así por su parecido a la villa de su nombre, muy próximo a su natal Trujillo. Hernando de Alarcón, descubridor y explorador de la desembocadura del río Colorado, que bautizó con el nombre de la Buena Gracia, describió la primera carta hidrográfica de la costa californiana más exacta y que aún se conserva en un Museo. Alonso de Hinojosa, General de la escuadra de Gonzalo Pizarro, compuesta de 22 buques. Alonso de Sotomayor, que hizo la campaña de Chile bajo su mando con el grado de Coronel, y su también hermano Luis de Sotomayor, Maestre de Campo de Alonso. Alonso de Toro, que desempeñó cargos de la máxima confianza de sus paisanos los Pizarro, siendo Maestre de Campo Gonzalo y Gobernador de Cuzco. Alonso de Briceño, uno de los «Trece de la Fama», que le valieron grandes honores y recompensas. Francisco de Chaves, fundador y Regidor de la Villa Real de Chipa en 1528, pasando después al Perú fundando la ciudad de Guatemala. Francisco de Carvajal, valeroso general en la campaña de Italia, enviado por Carlos I a América, fue Maestre de Campo de su paisano Gonzalo Pizarro.
Diego de Sanabria, nombrado en 1.547 adelantado en el río de La Plata, y su hermano Juan de Sanabria, que compartió con él sus descubrimientos. El Licenciado Diego González Altamirano, Oidor en Lima en 1.551 y después Alcalde del Crimen de su Audiencia. Francisco Altamirano Torres, Corregidor en la Paz, Bolivia. Fray Diego de Altamirano, primo de Cortés, con el que partió al país de Anahuac. Blas Altamirano Torres, Oidor de Quito y Fiscal Oidor de Lima. Juan de Olmos, Gobernador de Puerto Viejo, ciudad del Perú. García Torres Carvajal, capital y encomendero de Osorno. Fray Alonso de Trueno, dominico, que partió para América con el Obispo de Chiapa, Bartolomé de las Casas, desarrollando tan gran labor espiritual en la Isla de Santo Domingo, que hubo de quedarse a ruegos de los naturales.
El Licenciado Alonso de Tapia, que pasó como canónigo de la catedral de Lima. Fray Juan de la Cruz, dominico, vicario, guardián y definidor varias veces de la provincia de Méjico, fundador del Convento de la Piedad de Ahuehuetián, donde vivió y murió con fama de santidad. Nuño Chaves Figueroa, Alcalde Mayor de la Villa de Santa María de la Victoria de Tabasco, en Méjico. Juan Prieto de Orellana, abogado, marchó como visitador de la Audiencia de Santa Fe de Bogotá, en 1.582. Hernando Alonso Villarejo, nombrado Arcediano de la Catedral de Cartagena de Indias. Gaspar Sánchez Sanjuan, que marchó al Perú siendo niño y llegó a Canónigo de la Catedral de Lima.
CONTINUARÁ…
FUENTE: EL CRONISTA