POR JOAQUÍN CARRILLO ESPINOSA, CRONISTA OFICIAL DE ULEA (MURCIA)
La plaga de la langosta obligó a la Corona a sacar en procesión la reliquia de San Gregorio por toda España, según los estudios históricos de M. M. Zielinski.
A finales del siglo XVII en Ulea, hubo un ataque de langosta en los campos de labrantío con sembradura de cereales, y también a mediados del siglo XVIII, que asoló los campos uleanos.
La reliquia de San Gregorio, sabemos que fue llevada en procesión por todos los campos damnificados entre ellos el de Ulea, ya que el santo, en el siglo XI, liberó a los lugareños de la primera plaga de langosta; de la que se tiene testimonio escrito. La reliquia de San Gregorio es una máscara de plata, que cubre la supuesta efigie del santo y que recibe culto en el Monasterio de Estella (Navarra).
Según los historiadores y cronistas, se introducía la máscara del santo en un recipiente amplio, lleno de agua bendita; líquido que era distribuido por todas las parroquias que lo solicitaban con el fin de que sirviera de protocolo para asperjar los campos afectados por las autoridades religiosas del pueblo. Además de asperjar los campos, se obligaba a los labradores a darle una reja de arado profunda, con el fin de remover los nidos del insecto y, posteriormente, proceder a su incineración. Junto a estas labores del campo, era obligado efectuar el recital de los conjuros.
La escena parecía ser apocalíptica ya que, mientras los sacerdotes aspergeaban los campos acompañados de sus rezos, a la vez, retumbaba el sonido de los tambores. Terminado el ritual de los conjuros, quedaban atrás los campos ardiendo en medio de grandes humaredas.
Habiendo sorprendido la plaga de langostas a la Región de Murcia, Diego Antonio Molina y Melgarejo, Caballero de la Orden de Santiago y Diputado Comisario de dicha Orden, ordenó conducir el agua bendita; del glorioso ostiense San Gregorio, quién estando en posesión de dicha agua, bendijo los campos de la Villa, conjurando la plaga de la langosta en los campos de este municipio.
Para darle la solemnidad que la situación requería, previamente se celebraron tres misas solemnes en la iglesia parroquial de San Bartolomé, por los tres sacerdotes que tenía incardinados, dicha parroquia Juan Pay Pérez, Esteban Sandoval Molina y Miguel Tomás Abenza. Tras las misas se salía en ordenada procesión hacia los campos de esta Villa, en rogativa y ya, en los campos se efectuaban: la bendición y los conjuros.
Con el fin de que la ejecución se efectuara con toda solemnidad, acudían todas las personas del pueblo a excepción de las impedidas, para dar mayor gloria a San Gregorio, con el fin de que interviniera ante la Divina Misericordia de Nuestro Señor y se consiguiera sofocar y aniquilar dicha plaga de langostas.
Para que se diera la solemnidad debida, ordenaron S. M. que se hiciera convite general a los asistentes, así como a los Caballeros Eclesiásticos, Comunidades Religiosas asistentes y demás Caballeros particulares de la Villa.
Los Mayordomos de las distintas Hermandades religiosas, también fueron invitados al convite. Posteriormente, como si de una romería se tratara, regresaban con gran recogimiento a la iglesia de San Bartolomé, con el fin de implorar de forma solemne la mediación del glorioso San Gregorio.