POR JOAQUÍN CARRILLO ESPINOSA, CRONISTA OFICIAL DE ULEA (MURCIA)
Conocí el histórico «Café Gijón», de Madrid, en la década de los años 1970. Allí se daban cita los intelectuales más ilustres de la geografía española.
Cuando en la década de 1980 regresé a Murcia para continuar ejerciendo mi profesión de médico, con anterioridad había estado en Granada, Sevilla, Zaragoza y Alicante, expuse a la directiva del Colegio Oficial de Médicos, la posibilidad de potenciar la cultura de los médicos murcianos y sus familiares; a través de dicha Organización Colegial.
Dicha propuesta fue aceptada por toda la Corporación; presidida por el Médico Pediatra D. José Antonio Jara Muñoz y su Secretario, el también Médico Pediatra D. Pedro Cabezudo García. Como consecuencia y dada la buena acogida del proyecto, se fundó la revista colegial «Asklepiades», de la que me nombraron Redactor Jefe. Dicha revista se editó de forma continuada durante siete años; con una periodicidad mensual.
En las siguientes elecciones del Colegio Oficial de Médicos, de Murcia, fui elegido vocal de dicha Junta de Gobierno. Como consecuencia, controlaba, eso es un decir, o, al menos lo intentaba, dar visibilidad entre los médicos murcianos a quienes trabajábamos en el ambiente rural y, además, tenía que acudir al Consejo Nacional, en Madrid, un fin de semana de cada mes, en sesión permanente durante toda la mañana de los sábados, con la finalidad de no perturbar nuestra labor médica. Sí, allí nos reuníamos todos los vocales nacionales de la Medicina Rural.
Como la Asamblea la teníamos los sábados por la mañana y, generalmente nos alojábamos, una mayoría, en el Hotel Colón, en una de las tertulias durante el desayuno, me enteré de las reuniones de los intelectuales que se daban cita en el Café Gijón (en el Paseo de Recoletos). De esa manera, todas las tardes de los sábados y las mañanas de los domingos, acompañé a varios compañeros médicos, venidos de Zaragoza, Palma de Mallorca, Bilbao, Valencia, Barcelona y Salamanca, para acudir al café Gijón, a tomarnos un café y, de paso, contemplar a los distintos grupos de tertulianos qué, además de tomar un café, charlaban formando grupos afines.
Sí, alrededor de aquellas mesas de mármol se reunían en animadas conversaciones, los intelectuales afines, tanto de Madrid como los llegados de otras provincias de España. Sin lugar a dudas, la mayoría eran madrileños y acudían de forma asidua.
Allí se daban cita cineastas, pintores, escultores, Historiadores, Escritores, Fotógrafos, Músicos, Actores de Teatro, etc. Los grupos eran afines y, los médicos que por allí merodeábamos, nos arrimábamos a los tertulianos que más nos interesaban y, los asiduos, nos invitaban a que diéramos nuestras opiniones. Eso sí, acompañados de un humeante café, una tisana o una copa de licor.
Como médico, escritor e historiador, me arrimé al grupo de los escritores.
En un principio solamente escuchaba con gran atención y, al poco tiempo asumí la responsabilidad de mis escritos y les hice un pequeño esbozo de los mismos. Como es lógico, describí mis trabajos sobre la Región de Murcia y, sobre todo de mis libros que, en su mayoría, eran tratados de la relación entre los médicos y los pacientes.
No tardaron en preguntarme de qué comarca de Murcia era y, al decirles que del Valle de Ricote, les amplié diciendo que de un pueblo llamado Ulea; corazón del Valle de Ricote. De ahí que, en lo sucesivo, una descripción de mis escritos y, sobre todo, la historia Ulea, eran corrientes en todas las tertulias del célebre Café Gijón de Madrid. En ese decenio de 1980 a 1990, Ulea y su bella historia, siempre estuvieron en candelero.