POR PEPE MONTESERÍN. CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)
Un vagabundo, enfermo, deprimido, pobre de espíritu y postrado en silla de ruedas, quiere dejar de vagabundear y fijó su residencia bajo un puente de La Fresneda, un puente con vocación de agujero; más que la sombra de los fresnos, escogió la sombra de un túnel, la brisa de la bóveda de cañón y se aisló de horarios y convenciones, negado a recibir limosnas, ropa, alimentos, albergue ni piedad, protegido de la intemperie, no del firmamento. Escogió la ataraxia antes que la eutanasia. Optó por la soledad vigilada más que soterrada, no la soledad sonora de San Juan de la Cruz tanto como la soledad del tráfico, muy ruidoso en ese tramo; huye de las noticias y se constituye en noticia, a solas es alguien; carece de fuerza para elegir una paz decente y se instaló en la anestesia de los tubos de escape de los coches, a la espera de que coger el último tren, cuando coloquen la vía.
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