POR MANUEL LÓPEZ FERNÁNDEZ, CRONISTA OFICIAL DE VILLANUEVA DEL ARZOBISPO (JAÉN)
Juan ha sido siempre una persona sencilla, trabajadora, y uno de los mejores en su profesión, entregado a la Cofradía del Prendimiento, durante toda su vida.
Jubilado cayó en las garras de la terrible enfermedad, el cáncer, que obligó a varias intervenciones e ingresos en distintos hospitales regionales. Tras largo tiempo sin vernos, por razones de la epidemia que nunca nos ha dejado, ni nos deja, tuve la ocasión de charlar con él, brevemente, en los primeros días de noviembre.
Estaba tomando unos rayos de sol, en la puerta de su casa. En su rostro reflejaba la gravedad de su cuerpo, en el espíritu transmitía una serenidad inmensa; el centenario que va a celebrar su Cofradía en 2022, fue el tema de la conversación.
Juan ha sido persona activa en los distintos recorridos de su vida; en el Colegio Nuestra Señora de la Fuensanta, participó en el primer grupo de padres que realizaron teatro en la localidad, impulsado por la maestra doña Pepita, como actor en varias representaciones.
Como miembro de la Cofradía, además de su valiosa aportación en el trabajo anual y los chiringuitos para obtener fondos, cada Jueves Santo, junto a varios romanos como él, desfilaban en la procesión con sus brillantes y doradas corazas, para que todos los hermanos contribuyeran a dar lo mejor de sí en su estación de penitencia.
En la mañana del Viernes Santo, era fijo en el tradicional “cruce de lanzas”, que la escuadra de los romanos hace para impedir que la Virgen de los Dolores, se aproximara a su hijo el Nazareno.
Hablar de San Antón, es recordar a Juan, junto a su mujer Josefina, repartiendo entre los maestros y amigos, el tarro del tradicional “Vino de San Antón”. Asiduo en los trabajos y colaborar con todos los vecinos en instalar la Cruz de Mayo, en su barrio, Ronda de Mirasol, y mostrarla a los visitantes, ofreciendo un vaso de “cuerva”.
Encontró en los diversos derribos de casas, algunos documentos de interés; un día me llamó emocionado, para mostrarme un Legajo. Se trataba de la escritura de la vida de la Cofradía del Nazareno, desde el año 1690. Tras una lectura comprobando su importancia, decidió hacer entrega del Legajo, a la Cofradía.
El día 12 de noviembre de 1996, ante el notario de la ciudad Juan Augusto Díaz Puig, suscribió con el Hermano Mayor Francisco del Sol Arroyo el contrato de donación, por el cual el legajo pasaba a propiedad de la Cofradía, que se comprometía a conservarlo, mantenerlo depositado en el Convento de Santa Ana y cuidarlo como corresponde a tan venerable antigüedad y si por alguna circunstancia desapareciera la Cofradía, ese Legajo pasaría al donante o a sus herederos.
En Juan, hemos encontrado, además del amor y del apoyo de toda la familia, la sencillez en su intensa vida, la generosidad para la historia y la tradición y el ejemplo de la serenidad para morir. Gracias Juan, por todo lo que nos has enseñado en tu día y siempre permanecerás en nuestro recuerdo. Fotos: R. Reyes y Juan A. Martínez
Fuente: M.L.F