POR JOSÉ ANTONIO FIDALGO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE COLUNGA (ASTURIAS)
Fue don Adolfo de Castro y Rossi (1823-1898) un escritor y político gaditano, alcalde y gobernador de Cádiz, gobernador también de Sevilla, Académico de las Buenas Letras de Sevilla, experto en literatura del Siglo de Oro, autor de numerosísimos libros y una persona llena de humor y socarronería. Tanto es así que en 1844, con firma de Miguel de Cervantes, escribió un libro titulado «El Buscapié», del que se hicieron repetidas ediciones pues hasta los más expertos cervantistas «tragaron el engaño».
Pues este buen señor, en su libro «Estudios y práctica de buen decir y de arcanidades de la Lengua Española» (Cádiz 1879) nos dice que «TENER MUCHO AQUEL» es mostrar gran inteligencia y entendimiento.
En ese mismo sentido, aunque ampliando el concepto, lo confirma el poeta y costumbrista sevillano Luis Montoto Rautenstrauch (1851-1929) en su libro «Personas, personajes y personajillos que corren por las tierras de ambas Castillas» (1911).
Para Montoto «tener mucho aquel equivale también a manifestar «gracia en el decir, en el hacer… y en mucho más todavía».
Ya aclaramos lo de «tener su aquel».
Pero, ¿y lo del «busilis»?
Vamos con ello.
Hasta superado el Concilio Vaticano II en que se permitió el uso del lenguaje vernáculo para los cultos católicos, la Iglesia usaba el latín como lengua de culto. Era frecuente que la lectura del Evangelio empezara de este modo: «IN DIEBUS ILLIS…» (En aquellos días…).
El pueblo fiel, que no sabía latín, creía oír algo así como «In díe busilis «, separando el «bus» del «die» y acoplándolo al «illis».
Lo del «díe» lo entendían… pero lo del BUSILIS les sonaba a algo misterioso, oculto.
El «busilis» pasó a ser el secreto que se guarda en la confección de una cosa.
Bueno, pues ahora vamos a mi historia de ayer en TARAMUNDI, lugar asturiano de belleza, de paisaje y de buena mesa.
Allí, en el HOTEL-RESTAURANTE TARAMUNDI, su dueña y jefa de cocina, Consuelo Rodríguez -Chelo, para los amigos- nos sorprendió con un BIZCOCHO que con «SU AQUEL» y «SU BUSILIS», es un ejemplo del bien hacer y mejor cocinar.
«Solamente» medía 24 cm de diámetro y 10 cm de altura.
No conseguí la receta, pero yo tengo una muy buena que «heredé» de la hermana de mi suegro, la tía Rogelia Alonso Valle.
Se baten 8 claras de huevo a punto de nieve.
Aparte, se mezclan, batiendo muy bien, 8 cucharas de azúcar y 3 cucharas de mantequilla ya casi líquida.
Aparte también, se baten las 8 yemas de huevo y, ya bien batidas, se les agrega la mezcla mantequilla-azúcar removiendo suavemente hasta tener una textura de crema muy ligera; en ese punto se suma ralladura de limón al gusto.
Después, con sumo cuidado, se incorpora esta mezcla a las claras junto con 8 cucharadas colmadas de harina. Conviene remover siempre en el mismo sentido y utilizar espátula de madera.
Se dispone la mezcla en un molde engrasado (en nuestro caso, circular) y cuece a horno moderado durante una media hora escasa.
La conocida prueba «de la aguja de tejer» es muy útil para fijar el punto.