POR FRANCISCO RIVERO, CRONISTA OFICIAL DE LAS BROZAS (CÁCERES)
Mérida de Yucatán es una ciudad hospitalaria. No es la primera vez que acudo a ella y siempre ha sido así. Los meridanos se ofrecen, con simpatía, a los demás. Un ejemplo de cuanto digo ha sido mi conductor y asistente, el joven ingeniero aeronáutico – y ya amigo- Jorge Trujillo, quien siempre ha estado dispuesto a ofrecer su ayuda en lo que fuera necesario. Sin duda, ha sido la cara amable de la ciudad.
Tras la buena conclusión del curso sobre Turismo Cultural, impartido bajo el patrocinio de la ONU y la Liga de Acción Social Meridana, presidida por el licenciado Héctor Navarrete Muñoz, los días que he pasado en Mérida han sido muy provechosos en relaciones humanas y visitas a los lugares turísticos. Desde volver a encontrarme con Teté Mézquita, germen de este curso y promotora de las Méridas del Mundo, una mujer dinámica que junto a su esposo Alejandro Valera Baeza, pasamos un buen rato en la vaquería de Santa Lucía, oyendo cantar a los maestros yucatecos y cenar después en “La Trato”, donde me dedicó su libro “Al encuentro de las Méridas” y yo le correspondí con el de los Hijos Ilustres de la Villa de Brozas.
Y hablando de gastronomía, ya reseñé lo bien que comí en la Tradición, una preciosa casa de comida típica yucateca, pegada el hotel de “Maison del Embajador”, en la céntrica calle 60, como fue muy bueno el desayuno que el director de los Aluxes, Emir, nos preparó a Armando de Lucas – el otro profesor- y a mí.
El licenciado Héctor Navarrete nos llevó a comer a La Pigua, un magnífico restaurante que aspira a tener una estrella Michelin y también visitamos el precioso y encantador hotel Rosas y Chocolate, junto a su dueño Carol Kolozs, de origen checo, con quien lo visitamos y comimos un excelente menú del día. Creo que estas dos experiencias merecen un artículo aparte.
En el ámbito cultural tuve la suerte de conocer en el teatro Peón Contreras al licenciado Ariel Avilés, director del Colegio Modelo, toda una institución educativa en pleno Paseo de Montejo, los Campos Elíseos meridanos, quien nos acompañó a conocer su Universidad Modelo, presentándonos a su rector ingeniero Carlos Sauri Duch, con quien mantuvimos una interesante y fructífera conversación en su despacho.
No hay que olvidar la visita a la Hacienda Sotuta de Peón, una herencia viva de las haciendas henequeras de primeros del siglo XX, que enriquecieron el estado de Yucatán, mostrando cómo era una finca del interior y que fabricaba y sigue fabricando las cuerdas y sogas que se exportaban a todo el mundo.
Tras haber presenciado en primera línea el descendimiento del Cristo de las Ampollas, tan venerado el 14 de septiembre en Mérida, y recorrer, en visita privada, el extraordinario Museo del Mundo Maya (totalmente recomendable), la mejor experiencia fue el almuerzo en la casa de Jorge Trujillo, donde tuve el gusto de conocer a don Jorge, su padre, su madre, su esposa, si nenita y hasta a su hermanos. Una comida familiar y llena de risas en el jardín de la casa.
Una visita rápida a la Casa de las Artesanías, para comprar regalos artesanos para familia y amigos puso punto y final a estas jornadas yucatecas.
He regresado a Mérida Yucatán tras 20 años de ausencia, desde que en mayo de 1993 organizara el I Encuentro de Periodistas de Turismo de las Méridas del Mundo, que nuestra amiga Teté Mézquita también reseña en su libro “Al encuentro de las Méridas”. En esta ocasión ha sido más tranquila y sosegada, pero no por ello, menos intensa en el encuentro de gentes que ya conocía, como mis amigos periodistas Fredy Tejeda y Víctor Lara, ambos vivieron aquellas jornadas periodísticas y recordaban a su amigo extremeño. ¡Hasta siempre!