POR MANUEL LÓPEZ FERNÁNDEZ, CRONISTA OFICIAL DE VILLANUEVA DEL ARZOBISPO (JAÉN).

Iniciamos el año echando de menos las distintas celebraciones festivas de nuestros pueblos y ciudades. Es cierto. Aunque ahora recordemos para mantener nuestras tradiciones, nos embarga el dolor, por la inmensa tristeza y desolación que nos está dejando la pandemia: los numerosos muertos, el desgarro de sus familias; los hospitalizados actualmente; la pérdida de puestos de trabajo, el cierre de empresas y comercios… demasiado dolor, a veces escondido en los pliegues del corazón. Si el próximo año, o dentro de un plazo prudencial, se pueden volver a celebrar todas nuestras fiestas y actos culturales, serán bienvenidas.

Del San Antón de este año, se han eliminado las clásicas lumbres o luminarias, en la víspera del santo. Allí a su calor se juntaban vecinos que charlaban y compartían alimentos y bebidas el tradicional “vino de San Antón”. Se ha mantenido la bendición de los distintos animales, en la capilla de Santa Ana, donde se venera el santo, cumpliendo las normas sanitarias para cualquier acto.

Perdimos, hace años, el “clásico cochinillo de San Antón”, que durante todo el año transitaba por las calles de la localidad alimentándose de los restos de comida que les echaban en la puerta desde distintas casas. Tras la venta de papeletas, en este día se realizaba el sorteo público del cerdo, entregándolo a la persona agraciada.

Con la esperanza del próximo año recuperar estas viejas tradiciones y de cicatrizar un poco todas las heridas, traemos la imagen del santo, como recuerdo.