UN DÍA BAJO AMENAZA DE LLUVIA, DE PASEO POR COBEÑA (MADRID)
Oct 15 2018

POR MARTÍN TURRADO VIDAL, CRONISTA OFICIAL DE VALDETORRES DE JARAMA (MADRID)

De visita guiada histórica por Cobeña. Foto , Miguel Alcobendas

Cuando cogí el coche la  mañana de este domingo pasado amenazaba lluvia y se cumplían así los pronósticos metereológicos que la anunciaban como muy abundante para el día. Y no pude evitar mirar una y otra vez al cielo, pensando que no podía ser y que aquellas nubes se estaban equivocando. Me acordé de las muchas veces que le oí decir a mi padre:

“El oficio de labrador no es bueno: te pasas la vida mirando al cielo, unas veces, porque quieres que llueva, otras para que escampe pronto. Nunca depende de uno el que las nubes descarguen o pasen de largo, pero a uno le puede fastidiar –y mucho, en ocasiones, que descarguen o no, según y cuándo”.

Otro momento del paseo por Cobeña (Madrid) conociendo su historia y patrimonio

La lluvia podía convertirse en un enemigo inoportuno, porque estábamos invitados a dar un paseo por Cobeña y por su historia a partir de las 10 de la mañana. Por esta causa nos habíamos juntado en la Plaza de la Villa con nuestros paraguas abiertos unas cincuenta personas dispuestas a escuchar muchos datos de la historia de este pueblo.

Entre los asistentes figuraban Miguel Alcobendas, cronista oficial de Algete; José Luis Sánchez Peral como profesor, investigador e historiador Premio Internacional García Diego; Pepi Gil Pascual, como guía de Talamanca de Jarama; Juan Luis Fernández Pérez, concejal de IU en el Ayuntamiento de Cobeña, y las concejalas del equipo de gobierno, Francisca López Guardia, concejala de Mujer, 3ª Edad y Asuntos Sociales, Sonsoles Pedrosa Díaz, concejala de Empleo, Comercio e Industria y Laura Barroso, concejala de Cultura y Sanidad y quien esto suscribe, cronista de Valdetorres de Jarama.

El nombre actual de esa plaza, el de la Villa, nos pareció muy simpático y sugestivo. La villa estaba representada en su Ayuntamiento –edificio y regidores- ambos tenían su sede en ella. Enfrente se erige monumental su iglesia parroquial. Para desgracia de ella tanto el edificio tradicional que alberga el ayuntamiento, fue demolido y sustituido por otro bastante más anodino, y, para completar la faena, el hospital de pobres adjunto siguió la misma suerte, sin dejar rastro de su fundadores, la Fundación Fundhos, que pervive hasta el día de hoy.

Resulta por ello muy complicado idear el ámbito físico en el que se desarrollarían las sesiones, en ocasiones tan turbulentas, del concejo. Lo mismo sería de aplicación al edificio adjunto que alberga la casa de la cultura.

La siguiente parada tuvo lugar frente al antiguo convento de los Trinitarios, hoy también totalmente demolido. Un convento sufragáneo de otro de la misma orden en Madrid.

El uso que se daba al de Cobeña básicamente consistiría en ser destinado a ejercicios espirituales y retiros de los miembros de esa Orden, y ejercer a modo de despensa de ciertos productos –aceite, almendras,…- para el de Madrid. Era normal este proceder porque así los conventos eran autosuficientes y podían atender con menos gasto a los productos necesarios para su consumo.

Cuesta arriba, nos desplazamos al lavadero y la fuente antigua. Nueva parada, porque ha sido totalmente reconstruido algo más arriba de donde se encontraba originariamente.

La traída de agua a las poblaciones por parte de los árabes fue copiada de los persas, diferenciándose de la romana en que la hacían fluir a través de “minas” por el subsuelo, mientras que las romanas fluían por cauces al aire cubiertos para evitar que se ensuciaran. El lavadero sugiere en todos los pueblos lo mismo: conversaciones animadas entre quienes coincidían a lavar la ropa, tenderla y cuidar de los niños. De haberse grabado, serían una fuente inagotable de anécdotas y de noticias.

Bajamos por la calle de la Fuente hasta la intersección con la calle de la Amargura. Allí se detuvo de nuevo la comitiva, para tratar de otro asunto muy recurrente en estos pueblos de la Comunidad de Madrid.

Las cuevas subterráneas, que ocupan gran cantidad de espacio debajo de las casas. Se nos ilustró sobre el origen de las que existen en Cobeña y de su utilidad mientras no se inventó el Frigo como conservadores de alimentos, y de la posibilitad de usarlas como posible escape en caso de necesidad.

De nuevo en la Plaza de la Villa le tocó el turno a la Iglesia. Las peripecias del edificio han sido muy variadas, incluidas las que tuvo que sufrir el edificio que ha llegado hasta nosotros, dado que tardó más de ciento cincuenta años en construirse. Esto indica que lo fueron haciendo a medida que iban disponiendo de fondos. Pudo, al fin, concluirse la obra en 1704, en plena guerra de Sucesión.

Llama mucho la atención la torre, obra de Valentín de Vallesteros, y en el interior, la altura y los bellos remates de sus tres bóvedas y el arco rebajado, propio del plateresco, bellísimo que sustenta el coro.

Pasamos a un antiguo cementerio adjunto a la Iglesia, como era tradición enterrar a los muertos cerca y dentro de ella. De ese cementerio primitivo no queda nada, porque ha sido convertido en plaza, mucho más acorde con la monumentalidad del entorno. Desde un nivel de calle inferior, se nos explicó la función de la barbacana en las fortalezas, porque la Iglesia puede tener su asiento en un antiguo castillo.

Un corto recorrido nos llevó hasta el segundo de los lavaderos existentes en Cobeña, actualmente convertido en parque con el arroyo canalizado. Fuimos después arroyo arriba hasta el Jardín Botánico, que es algo raro de encontrar en pueblos tan pequeños. Hay carteles anunciando la clase de plantas que se están viendo, para ayudar a quien pase por allí a reconocerlas.

Siguiendo el arroyo llegamos hasta el matadero. Lugar donde se sacrificaban las reses, de cualquier clase, y donde se cobraban ciertas tasas e impuestos. La traída de las aguas hasta aquel lugar, el matadero es evidente que tenía necesidad perentoria de agua, derivó hacia el origen de las que alimentaban un pozo existente en aquel lugar. Actualmente no se conserva nada de él, porque está convertido en un parque.

Terminamos nuestro recorrido de nuevo en la Plaza de la Villa con las explicaciones sobre el hospital de pobres, reseñadas más arriba, y con las relativas al “borizo” o lugar en que se reunían los cerdos en una piara común para llevarlos a la dehesa a pastar y a alimentarse de bellotas.

Es cierto que, al salir de la Iglesia, había bajado la temperatura, y que nos pasamos, como los labradores de mi padre, mirando al cielo, suplicando que nos dejara hacer íntegramente el recorrido.

Esta vez coincidieron nuestros deseos con la realidad y nos libramos ser pasados por agua, lo que nos permitió escuchar atentamente las buenas explicaciones que a cada paso que dábamos iba pronunciando Julio Ortiz, el presidente del Instituto de Estudios Históricos de Cobeña.

A quien quedamos sumamente agradecidos, porque, gracias a él, supimos en cada momento donde estábamos pisando: nuestro paseo por Cobeña fue agradable y tuvo sentido.  Cobeña, 14 de octubre de 2018.

 

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