POR FRANCISCO JOSÉ ROZADA MARTÍNEZ CRONISTA DE PARRES (ASTURIAS)
Los datos, las deducciones y los relatos que se conservan de remotas épocas, convierten al rey D. Alfonso I el Católico y a su esposa, Ermesinda, en los fundadores del monasterio de San Pedro de Villanueva, y nos vienen a dar por cierta la escritura de donación del mismo datada el 21 de febrero del muy lejano año 746.
La crónicas Rotense y de Sebastián dicen de este monarca que mandó levantar, reconstruir y edificar muchas iglesias y la tradición -coherente con esta afirmación- le atribuyó la fundación de San Pedro de Villanueva como algo lógico. Todo ello deja constancia de que en aquel pequeño reino astur la vida cristiana tenía un notable desarrollo.
El quid de la fundación gira sobre la antigua escritura documental de la misma, no conservada (al menos no se ha hallado hasta ahora) y sobre que el obispo de Pamplona fray Prudencio de Sandoval (1552-1620), en su afán de recopilar fuentes documentales para sus libros e historias -con notable prestigio internacional como historiador- parece que se la llevó del monasterio con el fin de publicarla en su libro «Los cinco obispos». Este cronista del rey Felipe III había visitado a sus hermanos de la orden benedictina en el monasterio de Villanueva, y se llevaría prestada el acta fundacional con los detalles de sus donaciones y privilegios otorgados por los reyes fundadores.
Los cinco obispos citados en su famoso libro eran: Idacio, Isidoro Pacense (38 años después de Guadalete), Sebastián de Salamanca (hasta Ordoño I), Sampiro de Astorga (hasta Bermudo el Gotoso) y Pelayo de Oviedo (hasta Alfonso VI). El citado libro se recrea en los cronicones de estos obispos, considerados los cronistas más antiguos de los tiempos de la Reconquista.
En un manuscrito antiguo compilado por el abad Fr. Anselmo González (1729) se indica que la fundación del monasterio no consta en papel que se halle en el archivo y que ya su antecesor -fray Juan del Saaz- había puesto mucho cuidado y estudio en registrar todos los papeles antiguos; temas estos que dejó en un cuaderno escrito de su mano. Se hicieron -añade Fr. Anselmo- muchas diligencias en la búsqueda del documento fundacional e, incluso, se acudió al Archivo de Simancas, pero -en una nota posterior- puntualiza que «no consta se hiciese diligencia alguna para buscarlo en Simancas». Era absolutamente imprescindible para los monjes tener en su poder este documento fundacional de cara, sobre todo, a poder seguir manteniendo los múltiples derechos y privilegios que tenían sobre el río, tierras, diezmos, préstamos, censos y rentas. En otro manuscrito -que trata sobre los derechos del monasterio a la pesca en el río Sella- se cita de nuevo al obispo Sandoval y se dice sobre el acta de fundación: «No hay la menor noticia de su paradero al fin y muerte de este célebre historiador. Él la estampó literalmente, como lo asegura en la historia del fundador de dicho Señor Don Alonso y su testimonio ha bastado para que se tenga por cierta la referida donación». Por cierto que en este manuscrito se asegura que la escritura de donación «se envió a Sandoval en 1615 o poco antes» y no que la llevase él mismo cuando estuvo de visita…
En el citado manuscrito copiado quedaban meridianamente claros los límites que comprendía la donación al monasterio y que se especifican de este modo: «Desde la peña de la Morca a la peña Vermexa, y al lago de Vio, y a la fuente de Bergón, y a la Mazorra y Collado de los Estelos, y al campo de Espina, y a la fuente de Arroyo, y a la fuente de Olaya, y a la fuente de Fontameña, y al molino de la Puente, y al Sedo de la Mula, y al prado de Quintas, y al Reborio de Montes-fratres, y a la pasada de las Llanas, y a la cuesta de la Rubiera, y al Canto del Pico Salgar, y al Canto de Espina, y al Canto de la Corija y vuelve a dicha peña de la Morca». Era, por tanto, un círculo de entre cinco y seis kilómetros de diámetro, comprendiendo territorios de los concejos de Parres y Cangas de Onís, extendidos a entrambas márgenes del río Sella.
Que el monasterio fue una fundación real puede extraerse también de indicios como un manuscrito del siglo XVII que señala «cada año a 27 de febrero se dice una vigilia y otra misa cantada por los Señores Reyes Don Alonso el Cathólico y Doña Hermesinda su mujer y por el Señor Rey Don Fruela y su mujer Doña Menina», lo que corrobora la idea de que algunos reyes sucesores también les concedieron mercedes y privilegios. Además del 27 de febrero se celebraban misas por los monarcas fundadores el 4 de junio y el 3 de noviembre, con responsos y procesión solemne por el claustro.
Concluyamos -como el obispo fray Prudencio de Sandoval- que San Pedro de Villanueva, en Cangas de Onís (hoy parador nacional), fue fundado en memoria de la desgraciada muerte -a manos de un oso- del rey don Favila, y que su cuñado don Alfonso I (hijo del duque Pedro de Cantabria) fue el promotor de dicha fundación, seguramente a instancias de su esposa, Ermesinda, hermana de Favila e hija -como él- de don Pelayo y de su mujer, la reina Gaudiosa.
Demos por hecho pues -mientras no se pueda demostrar otra cosa- que así ocurrió un 21 de febrero del año de Cristo 746, ahora hace 1.268 inviernos.
Fuente: http://www.lne.es/