POR ANTONIO LUIS GALIANO PÉREZ, CRONISTA OFICIAL DE ORIHUELA
En este tiempo de confinamiento, reclusión, presidio, enjaulado o cómo queramos llamarlo, probablemente necesario, en el que hemos procurado buscar normas de comportamiento para adaptarnos a esta situación; tal vez, nos deberían haber orientado los científicos o los expertos en el sentido de que algo que funciona en las personas que viven en instituciones, en las que se les exige una estricta clausura, son unas normas que se repitan un día y otro día. Es lo que hacen las religiosas o los monjes, tal como lo efectúan los de Silos, en que tras el descanso nocturno desde las 22,30 horas del día anterior, a las 6 de la mañana comienzan con Maitines, siguen Laudes, «lectio divina» y desayuno, misa conventual, Tercia, trabajo intelectual, artístico y manual, Sexta (con comida y paseo descanso postmeridiano), Nona (con trabajo), Vísperas («lectio divina», cena, diálogo fraterno), culminando el día con Completas. Efectivamente cada cosa en su momento, no dejando ni un minuto a la ociosidad salvo el paseo y el citado diálogo fraterno. Esto me recuerda aquello que un compañero de «la mili», me comentaba que le respondía al confesor que era un capitán castrense, cuando éste le preguntaba si cometía actos impuros: «Pater, si aquí no hay tiempo ni para pecar».
Dicho todo lo anterior y regresando al dichoso y aburrido confinamiento propiciado por el dicho covid (no merece mayúsculas), en mi caso he procurado buscar un comportamiento rutinario, lo que me ha permitido sobrellevarlo. Y, como distracción, alguna vez me he puesto a rebuscar papeles (utilizando el termino del deán Julio López Maymón) en mis archivo, biblioteca y hemeroteca, lo que me ha llevado a localizar, asuntos que hace tiempo tenía olvidados. Algo de esto me ocurrió hace unos pocos días cuando encontré un ejemplar de «El Pueblo», Semanario Social Católico, publicado el 8 de septiembre de 1925 que, en su momento me regaló mi vecina Mari Carmen Díe Olmos, hija del oriolano Luis Díe Aguilar. De este ejemplar, curiosamente, que yo sepa no existe otro en la Biblioteca Pública Fernando de Loazes, o al menos no fue digitalizado para ser incorporado en la Hemeroteca Digital de la Biblioteca Nacional.
Tras este preámbulo, repasemos su contenido que en gran parte está dedicado a Nuestra Señora de Monserrate, en cuya portada al pie de una foto de la imagen, se pregunta y si responde con admiración: ¿Quién es esta de color cenceño, morena, pero hermosa? ¡Es la Reina de Orihuela, la Virgen de Monserrate!». Curiosamente, este ejemplar se publicó con dos portadas. La primera, a modo de guarda, es una reproducción de la que figuró en el número extraordinario dedicado a nuestra Patrona, en 1924, diseñada por Enrique Luis, modificando la fecha, y su posterior aparece un anuncio de la Federación de Sindicatos Agrícolas Católicos de la Diócesis de Orihuela, origen de la actual Caja Rural Central. En dicho anuncio, además de hacer referencia a su fundación, a su Caja de Ahorros que admitía imposiciones a la vista abonando el 4,5% y a plazo fijo, el 5%; se extendía en su Obra Social, entre la que se reseñaba la realización de conferencias y publicaciones agrícolas, así como el campo de experimentación y la conversión de secano en regadío.
La publicación empezaba con un «rebusco» del oriolano Julio López Maymón, deán de la catedral de Cartagena en Murcia, titulado «La Catedral de Orihuela y la Virgen de Monserrate». En él, nos habla de «las rumorosas y nutridas novenas de las noches tibias… y el campaneo, y los morteretes y la charamita y el cielo, visitando el suelo con sus lluvias… suelo que huele a tierra mojá…tierra cargada de esperanzas, de promesas…». En su parte investigadora, se centra sobre la fundación en la entonces ermita de la Virgen de una Comunidad de capuchinas descalzas, en el primer tercio del siglo XVIII, de lo que ya dio cuenta Javier Sánchez Portas en la Revista Oleza, en septiembre de 1982. López Maymón nos habla también, entre otras cosas, de la fundición y bendición de una campana nueva, en 1782, con la inscripción: «Jesu Christe-salus noster- miserere nobis- María de Monserrate-Mat-Mis-Ora pro nobis», fundida por Pascual Roses de Benisoda (Valencia).
En este ejemplar de «El Pueblo», lógicamente colaboraron personas muy vinculadas con la citada Federación, tales como J. Montañés (seudónimo del sacerdote José Maciá Abela); Luis Díe, que fue secretario de la Federación; Eugenio Cases Fructuoso, secretario de la Directiva del Sindicato Católico Obrero; Antonio Illán Bascuñana que, en esos momentos era presidente de dicha Directiva. Este último en su breve artículo, nos narra cómo en su niñez vivió en la huerta una de las tantas riadas que asolaron la vega oriolana y recuerda como fue para él «un espectáculo sorprendente. Era la primera vez que veía la riada y al contemplar mis pupilas aquel cuadro nunca visto y jamás soñado, me deshice en exclamaciones de asombro y de júbilo».
Se incluyen también, dos poemas, uno del presbítero Saturnino Ortuño y el otro de Domingo Moreno García «El Talento» titulado «Oye Maere», pidiéndole a la Virgen de Monserrate auxilio para aquellos que luchaban en Marruecos.
Entre los comunicados referidos al día de la Patrona, el 8 de septiembre, parece un Decreto del vicario general del Obispado, fechado cuatro días antes, ordenándose que se guardara su fiesta, siendo obligatorio de oír misa y «abstención de obras serviles y actos forenses». Así mismo dentro de la sección religiosa, se recordaba el traslado el día anterior en procesión de la imagen de Nuestra Señora de Monserrate hasta la catedral, y la predicación de la novena a cargo del dominico, Luis Urbano.
Entre las noticias de índole local, este ejemplar de «El Pueblo» reseñaba el accidente de tráfico sucedido el día 7, en el que se vio involucrado un automóvil que, desde Orihuela se dirigía a Murcia con varios aficionados taurinos a presenciar la primera corrida de feria en la ciudad vecina. El hecho sucedió en el paraje denominado «Las Peñicas», entre el automóvil citado que iba conducido por Jerónimo Díaz «Chimenea» y una camioneta que se diría hacia Elche transportando manzanas. Del accidente resultó muerto uno de los viajeros del automóvil, Jaime Fabregat Verdú, resultando heridos el conductor y los demás ocupantes (José Aparicio, Andrés Legal, Pedro Claramón y un viajante que estaba hospedado en el Hotel Victoria, así como otras dos personas que iban en la camioneta).
Por otro lado, se reseñaban algunos incidentes que habían sucedido en el Real de la Feria, y que motivaron el que ocho números de la Banda de Música fueran multados con cinco pesetas y expulsados de la misma. Así mismo, se daba a conocer el nuevo material contra incendios adquirido por el Ayuntamiento y su prueba en la Glorieta. No quedaba en el olvido la operación efectuada por Eusebio Escolano Gonzalvo a Benilde Pescetto, viuda de Jofré; las varias personas habían sido viaticadas; el anuncio de una boda y los viajes que efectuaban algunos oriolanos, como la visita a Orihuela del compositor Matías Rogel o el desplazamiento por diversas capitales de España del presidente de la Federación, Abel de los Ríos; el regreso de varias familias del veraneo en Torrevieja, Alicante, campo de Torremendo, La Mata, o de Pilar de la Horadada, como Doña Dolores López e hijos que, intuimos se refiera a la hermana del deán López Mayomón y a sus sobrinos Julio y Pepe Calvet.
Por último, dentro de las noticias, se daba cuenta de la entrada en la Diócesis de Mallorca de su nuevo obispo Gaspar Llompart, que había sido canónigo de nuestra catedral. También, las sesiones de cinematógrafo que se celebraban en el Salón Novedades y en el Palace Cinema ubicado en el patio y zona de cocheras del Hotel Palace en la calle Arzobispo Loazes, en el que el día 7 de septiembre se estrenó la película muda estadounidense «Los Diez Mandamientos», de 136 minutos de duración, dirigida por Cecil B. DeMille y producida en 1923 por la Paramount Pictures.
En este ejemplar de «El Pueblo», que era impreso en la Tipografía de «La Lectura Popular» con 12 páginas más la guarda a que hacía referencia, no podía faltar la publicación de algún edicto municipal, como el firmado por el primer teniente de alcalde y alcalde accidental Ascensio García Mercader, haciendo saber que el día 21 de septiembre se celebraría en el Salón de Sesiones de las Casas Consistoriales la subasta para arrendar en el ejercicio 1925-1926 algunas tasas municipales como la de «vallas, puntales, asnillas y andamios en la vía pública».
Por último, nos recuerda con sus anuncios a varios comercios y profesionales. Tal es el caso del Salón Sport de Carlos Díe y Zechini, en la calle Calderón de la Barca, 3; la Farmacia del Lcdo. Marcos, en Alfonso XIII, 5; los Dres. García Rogel y Escolano, en la calle Luis Barcala (San Pascual, hoy), 6; el odontólogo Francisco Sanz, en Alfonso XIII, 28; los ultramarinos de Jerónimo Tomás Díez, en la calle Mayor, 2; la carpintería y ebanistería de Ambrosio Leyva Andújar, en Ruiz Capdepón, 8; Bar Español de Francisco Maciá en Calderón de la Barca; la ferretería de José Penalva Donate, en Arzobispo Loazes, 3; el taller y alquiler de bicicletas de Mariano Carmona, en Ruiz Capdepón; el depósito de materiales de construcción y fábrica de mosaicos hidráulicos de Francisco Sánchez García en la calle Santiago, 3.
Gracias a este confinamiento, reclusión, presidio, enjaulado o clausura, el volver a encontrarme con este ejemplar de «El Pueblo» me ha servido para rememorar personas y hechos de nuestra Orihuela, y sobre todo aquella festividad de Nuestra Señora de Monserrate de 1925, vivida hace casi noventa y cinco años, en estos momentos en que, a pesar de todos los consejos profilácticos e higiénicos no debemos olvidar aferrarnos a lo empíreo entonando aquello que cantamos en los «Gozos» a nuestra Patrona: «De Monserrate amorosa/ Virgen Madre de afligidos:/ socorred los desvalidos/ pues que sois tan poderosa».
Amén.