POR JOAQUÍN CARRILLO ESPINOSA, CRONISTA OFICIAL DE ULEA (MURCIA)
La existencia de los fantasmas, y su aparición intempestiva, es aún una creencia habitual no solo en los pueblos pequeños y aldeas, si no en el acerbo general.
Así, el diario murciano «El Tiempo», fechado en el mes de septiembre del año 1924, publica un artículo, que dicía: «Se aparece, en Ulea, un fantasma».
“La aparición tuvo lugar al anochecer y, apenas sin hacer ruido. Además de caminar con sigilo, va enmascarado, con la cara totalmente oculta, y un pañuelo a la cabeza. La aparición tiene lugar en la torre del campanario, de la iglesia de San Bartolomé. La población uleana, más que asustada, se encuentra expectante; pendiente de su aparición y movimientos, aunque, para tal fin hagan turnos de vigilancia entre las personas más atrevidas.
Según los rumores populares, se trata de «un alma en pena» que camina alumbrándose con la luz de unas cerillas. Algunos le han dado forma física al asegurar que, dicha alma en pena, se trata de un conocido vecino que fue destinado a tierras africanas, para realizar el servicio militar, y murió en una emboscada de las tropas de Abd-El-Krim.
La presencia de dicho fantasma según el sentir popular, era debida a que esta alma en pena, del soldado fallecido, venía a su pueblo a recoger un baúl (ataúd), que había encargado su madre al carpintero de apellido Herrera y, tan pronto como obrara en su poder, desaparecería y, no regresaría jamás”.
Tal como se describo, este hecho fue dado a conocer por el Alcalde José Ríos Torrecillas y testificado por el Juez de Paz del pueblo; en presencia del párroco de Juan de Dios Zagalé Fernández.
Así, nos inventamos una bonita leyenda, que publicó el Diario murciano “El Tiempo”