ENTRE LAS AUTORIDADES ASISTENTES A LA PROCESIÓN DEL ENTIERRO SE TUVO LA PRESENCIA DEL CRONISTA OFICIAL, MIGUEL ROMERO

Algor mortis. Así llaman los forenses al descenso de la temperatura corporal tras la muerte de una persona. Dos grados durante los primeros 60 minutos y, a partir de entonces, una cadencia de bajada de un grado cada hora.

Las temperaturas han caído a plomo en la noche de este Viernes Santo en Cuenca durante la procesión del Santo Entierro. El invierno conquense, sobre todo cuando trasnocha, es como una de esas parlanchinas visitas que periódicamente anuncia que se van a marchar, pero que nunca lo hacen por más que se le enchiquere hacia la puerta de salida. Los termómetros se han asomado esta noche al abismo de los cero grados, como si la piel de la ciudad se hubiese contagiado del gélido tacto de la piel del Cristo Yacente.

El frío ha encogido los músculos como un perro de presa, sin querer soltarlos. Desde el comienzo (21:10 horas) hasta el final de las doce y media de la noche, más pronto que otros años. En el trayecto ha ido de la Catedral a El Salvador pasando por las Curvas de la Audiencia, Calderón, calle del Agua y Tintes.

El refríor ha puesto a prueba a los participantes en el cortejo y también ha servido para devolver la consciencia a la ciudad tras una jornada intensa y onírica, como la jarra de agua helada que trae de regreso el conocimiento de un desmayado.

MULTITUD EN ARRANQUE

La Plaza Mayor ha vuelto a ser multitud en el arranque del comienzo. La Banda de Trompetas y Tambores se ha sacudido en dos golpes el cansancio y se ha empleado en esta noche especialmente en esos suaves toques, susurros de caja.

No se han amedrentado tampoco los miembros de otras hermandades conquenses que este viernes se han puesto otra vez la túnica que ya tomaron y han regalado una nueva vela a su tulipa. Más que en la historia reciente, hasta contar por cientos. Les precedían los guiones de estandartes de todas las hermandades excepto las de En el Calvario, por una obvia cuestión de solapamiento de horarios. Se han apresurado a suplir la ausencia pronto el Cristo de la Agonía y el de Los Espejos.

Tras ellos a enérgica Cruz Desnuda. La movían sin pausa, como con prisa por alcanzar su destino. Muy bien su bajada por las dos Curvas de la Audiencia: de una tacada.

El guión de la Congregación también sirvió para anunciar la presencia de ocho caballeros que lo son del Cabildo de Escuderos y Caballeros de la ciudad. La nobleza que la ciudad aglutinada en una causa.

Causa que esta noche no era otra que velar al cadáver, al Jesús Difunto. Aires de Gregorio Fernández en esta talla tumbada y que se ha llenado de silencios en cada pliegue del recorrido. Sobre restauradas andas procesionó.

LA TRADICIÓN DE LA MANTILLA

La escenografía nazarena incluye también a las Damas de la Congregación. Una veintena de mujeres de diferentes edades que alimentan para la Semana Santa de Cuenca el famélico pálpito de la tradición de vestir mantillas que también se prodigó por otras procesiones y en las rutas de las familias que iban visitando los monumentos.

Muy cerca de ellas camina siempre con horquilla muda Nuestra Señora de la Soledad y la Cruz, que hizo apología de la sencillez con su vestimenta.

AUTORIDADES

Y una vez más el Entierro acogió solmene a las autoridades que representan las decisiones de semanasanteros y ciudadanos. Tras Gonzalo Marín, párroco de El Salvador, el obispo José María Yanguas y varios miembros de su curia.

Jorge Sánchez Albendea, presidente de la Junta de Cofradías, caminó junto a su comisión ejecutiva y a la junta de diputación. Muchos cambiaban la túnica por el traje, pensando ya en los errores de este año y en los planes para remediarlos y actualizarlos en el futuro.

Por parte del Ayuntamiento participó Ángel Mariscal, alcalde de Cuenca, y concejales de PP, PSOE y Ciudadanos. No estaban todo lo que son pero representaron sus fuerzas. También lo hicieron los diputados provinciales del Equipo de Gobierno y de la oposición. Encabezaba Benjamín Prieto, presidente.

Y la Junta de Comunidades tuvo como representantes al delegado, Ángel Tomás Godoy, y a varios directores provinciales.

Estuvo también el jefe de la Policía Local, Francisco Durán; el comisario jefe, Manuel Laguna; el subdelegado de Defensa, Javier Cantera: y teniente coronel jefe de la Comandancia de la Guardia Civil de Cuenca, Fernando Montes. Presencia también del cronista oficial, Miguel Romero.

Y un ministro en funciones, Rafael Catalá, en su condición de diputado de la provincia de Cuenca en el Congreso. La diputada María Jesús Bonilla y la senadora Montserrat Martínez no faltaron tampoco a la cita.

Tan ilustre suma de ilustrísimas y excelentísimos es síntoma del cariño de una sociedad entera por este cortejo; del respeto debido. Respeto que también se notó en las diferentes piezas para las imágenes al alcanzar el auditorio de las escalerillas de San Felipe.

Después, y tas convocar a una multitud, la procesión tiraría hasta llegar a la Plaza de la Constitución y girarse por la calle del Agua hasta los Tintes. Colorido mosaico en las fachadas y en los capuces, confundiéndose. Con ánimo y concierto. Con el primero que queda siempre a pesar de los viernes maratonianos. Y con el concierto que la banda de Cuenca ofrece en cada salida procesional.

Los penúltimos metros los discurrieron los pasos en soledad, sin apenas gente. Fueron subiendo uno a uno los pasos y recibiendo la cantada oración. Sonó el Alonso Lobo como si quisiera arropar a Cristo. Polifonía que se reproduciría dentro, con un Miserere.

Fuente: http://www.vocesdecuenca.com/ – J.J.D.