POR ADELA TARIFA, CRONISTA OFICIAL DE CARBONEROS (JAÉN)
Vivo en una calle que fue remodelada hace poco. Durante bastante tiempo los vecinos soportamos la incomodidad de las obras. Los comerciantes pasaron lo suyo. Entre todos pagamos lo que costó, porque el dinero público sale de nuestros bolsillos. Hoy la calle está mucha más bonita que antes, pero para los residentes quedan incomodidades. Por ejemplo, al ser peatonal, no podemos llegar a casa con el coche. Tampoco es posible aparcar cerca de casa. O te compras cochera cerca, o pagas un tique de zona azul, que ha proliferado. O bien usas el coche de san Fernando, rato a pié, rato andando. Justo lo que iba a pasar en Burgos en el barrio de Gamonal. Pero no pasó. Allí no tendrán jamás una calle mas bonita que antes, porque a ver quien es el alcalde capaz de acercar una máquina a esa zona. Allí, cuando tapen las zanjas, todo seguirá como estaba, pero envejeciendo año a año, porque nadie realizará mejoras urbanísticas. Es un barrio gafado. Sus casas con el tiempo perderán valor. Y los nietos de los que protestaban por las obras lamentarán que no se hicieran en su día. Por eso opino que el alcalde de mi cuidad tuvo suerte de que no le montaran un “Gamonal”, que acaso le hubiera costado la dimisión. Y que la mayoría de los vecinos también la tuvimos, pese a las incomodidades padecidas, porque hoy nuestra calle ha rejuvenecido, y nuestras casas parecen mejores, siendo las mismas. Así es la vida. Todo no se puede tener. O se tienen Gamonales, o se tiene remodelación urbana. En Burgos han elegido un Gamonal.
Burgos es una de las pocas ciudades españolas que no conozco. Antes, cuando pensaba en ella, recordaba al Cid Campeador, gran guerrero que con sus mesnadas plantaba cara a los reyes y al lucero del alba si se terciaba. Dicen sus biógrafos que allí nació, en Vivar del Cid, en 1041. Y allí reposan sus restos y los de dona Jimena desde 1921, en la catedral. Ahora no me apetece ir a Burgos, porque pienso en un “Gamonal”, nueva voz que debería recoger el Diccionario de la RAE, la que limpia, fija y da esplendor: “Nombre de un barrio de Burgos donde en 2014 hubo violentos disturbios callejeros y contra las autoridades municipales a causa de unas obras para remodelar un barrio con este nombre, cumpliendo lo prometido en su campaña electoral. Los revoltosos lograron anular las obras. Genéricamente, dícese de métodos violentos para doblegar la actuación municipal y anular decisiones de autoridades democráticas”.
Así que ya lo sabe usted, si no le gusta algo de lo que hace su alcalde, monte un Gamonal. Riesgo no hay, porque en Burgos nada pasó a los que incendiaban el barrio, desde cajeros automáticos a los contenedores de basura. El único que corre riesgo de linchamiento, si se pone chulo, en plan Cid Campeador, es el alcalde. De este modo, si lo del “método gamonal”- que ya ensayaron con éxito en la Puerta del Sol los antisistema del 15 M- se extiende, muy pronto se venderán manuales para usuarios. Y en menos que canta un gallo habrá desaparecido cualquier obra urbana promovida por los ayuntamientos. Porque la vocación de martirio no suele acompañar a las motivaciones que llevan a presentarse a la alcaldía de un pueblo. Así, poco a poco, los barrios quedarán anclados en el pasado, para gloria de los que inventaron los Gamonales y desdicha de la mayoría silenciosa, acojonada por los piquetes de los que ganan en la calle, con violencia, lo que pierden en las urnas.
A mi todo esto me da miedo. Y pena. He pasado años enseñando historia. Pasar de la dictadura a la democracia ha sido largo y difícil. Que se lo pregunten a los que todavía viven bajo el terror de un dictador. Sé que la democracia es imperfecta. Pero no creo que el modo de mejorarla sea la violencia. A mi me gustaría que hubieran atajos para llegar a lo que buscamos, la mayor participación ciudadana en el gobierno. Pero me aterra el “método gamonal”. Hoy ha tocado en Burgos. Mañana tocará en mi calle, pasado, en la de usted ¿No le da miedo imaginar un Gamonal bajo su balcón? A mi papelera sí. Y a una servidora, más.