POR JOSÉ ANTONIO FIDALGO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE COLUNGA (ASTURIAS)
Ayer un «fiel Facebook» de la zona del Navia, ANTONIO FERNÁNDEZ GARCÍA, colgaba en su muro la foto de un «gatín blancu, preciosu, muy cariñosu y perdíu «, que había aparecido por casa de su madre y que, por lo que pienso, «la adoptó» como suya. Según cuenta, lleva un color azul en su cuello y de él cuelga un cascabel también azul.
Un lector, sospecho que familiar, amigo o conocido de Antonio, AITOR FERNÁNDEZ, contestó a la foto en este tenor: ¡Quítale el cascabel porque, así, NO MURA!
¡Qué expresión más antigua, más bonita y tan cargada de tradición! ¡¡NO MURA!!
El verbo MURAR, que prácticamente nadie emplea y me atrevo a decir que ni conoce, tiene dos acepciones:
1.- AMURALLAR, cerrar una propiedad con un muro de piedras («muria», en Colunga) y que en mi concejo decimos «muriar» y «amuriar» (forma de decir «voy a muriar»).
2.- Actividad que ejercen los gatos para CAZAR RATONES.
¿Qué relación hay entre MURAR y CAZAR RATONES?
En latín (y no olvidemos que los romanos en su invasión nos enseñaron muchas cosas) al ratón se le denomina MUS (-ris), con plural MURES; de ahí que MURAR pueda asociarse a CAZAR MURES.
¿Y por qué conviene quitarle el cascabel?
¡Hombre! La cosa está muy clara: el gato, al acercarse al ratón, va haciendo un «tilín-tilín cascabelero» y el ratón lo oye y escapa «corri que corri».
Yo, al ver ese gatín tan blanco, tan con cara de mimosín, me dije (con afán de piropo, por supuesto): ¡Que guapín; está para COMÉRSELO!
Y de inmediato recordé que la receta más antigua que conozco de GATO ASADO se lee en el libro de Ruperto de Nola, ediciones de 1525 y 1529 (yo poseo un facsimilar de la de 1529), que empieza así:
«El gato que esté gordo comeras, y degollarlo as, y después de muerto cortarle la cabeza, y echarla mal porque no es para comer, que se dice que comiendo de los sesos podría perder el seso y el juicio el que la comiere…»
¡Oiga! Pero… ¿es verdad eso de comer gatos?
Ángel Muro, en El Practicón (edición de finales del siglo XIX) es breve y escueto:
«La carne de gato ES BUENA y mejor que la del conejo casero. Durante el sitio de París, los gatos se pagaban hasta seis y siete duros, y aquel que podías comer gato estaba en enhorabuena y hacía comida regalona».
En ese mismo libro, el Sr. Muro ofrece una poemilla del escritor, periodista y dramaturgo José Fernández Bremón (1839-1910), que titula DAR GATO POR LIEBRE. Extracto la receta:
» Ya gordo y reluciente / haciéndole caricias con la mano,
degollarás al gato dulcemente / como si degollaras a tu hermano.
Desuéllalo con arte, / límpialo bien y que lo oree el viento,
pásale un espadín de parte a parte / y ásalo a fuego lento.
Despacio y muy a punto / báñalo con un unto
de aceite aderezado / con limón y con ajo machacado;
en tanto lo volteas / y sólo a medio asar, es el instante,
con sal lo espolvoreas / no apartando del guiso la mirada
hasta que su corteza esté dorada…
Si al asarlo seguiste mis consejos / ríete de las liebres y conejos;
sólo algún mentecato / a quien trates de dar «gato por liebre»
te pedirá que le des «liebre por gato».
Pero, ¡bueno!… ¿esa receta es de coña o no?
Pues sí, pero no. Basta que ustedes sustituyan la palabra GATO por las de LIEBRE o CONEJO y tendrán una fórmula tradicional y muy buena de asado de estos animales.
Hace años, ya muchos, fui invitado a conocer en la isla canaria de LA PALMA una destilería de ron palmero. Un ron dorado, riquísimo, que se denominaba MAJEC; nombre con que los guanches denominaban al Sol al que consideraban como Dios. Allí me honraron con el título de «Primer Catador de Ron Palmero».
Hoy ya no existe esa destilería. Yo guardo con cariño de nostalgia una de esas botellas.