POR JUAN FRANCISCO RIVERO DOMÍNGUEZ, CRONISTA OFICIAL DE LAS BROZAS (CÁCERES)
Cualquier paisano sabe la importancia que tuvimos los extremeños en conquistar América y otras partes del mundo. Todos sabemos nombre como el del trujillano Francisco Pizarro o el metelinense Hernán Cortés, ambos bajo las órdenes del primer gobernador en Indias, el brocense Nicolás de Ovando, nombrado por los Reyes Católicos. Pues bien, Hinojal aportó también algún que otro personaje que hizo las Indias, en este caso fue a Filipinas, creemos que a través de México, según se muestra en un documento fechado el 12 de abril de 1633 procedente del Archivo General de Indias, cuya sede está en Sevilla.
Este personaje fue Domingo Herrada Bustamante, vecino de Hinojal, hijo de Juan Herreda Vélez y de Ana Bustamante. Domingo fue criado de fray Pedro de la Resurrección, comisario de 12 religiosos agustinos descalzos, quien también fue con otro criado compañero suyo, Juan Franco Maldonado, natural y vecino de Manzanilla (Sevilla), hijo de Franco Franco Maldonado, regidor perpetuo (alcalde en palabras actuales) de Manzanilla, y de Elvira Tenorio.
En una conferencia que pronunció el agustino recoleto mexicano José Luis Sáenz, doctor en Historia de la Iglesia, sobre “La historia de los Agustinos Recoletos en México” remontándose a los primeros tiempos cuando los misioneros en su viaje a Filipinas pasaban por México, que tenían que cruzar. afrontando toda suerte de dificultades.
Para ir a Filipinas, los españoles iban hasta Veracruz, cruzaban hacia el oeste de México y se dirigía a coger el Galeón de Manila a Acapulco, ciudad que tengo el gusto de conocer y que hoy es una ciudad balnearia en el estado de Guerrero, ya en el Océano Pacífico, ciudad en la que se celebra el famoso Tianguis turístico, algo así como la feria de turismo FITUR de España.
El conferenciante indicó que los misioneros agustinos recoletos -entre estudiantes de filosofía, teología, legos, hermanos y sacerdotes-, que, zarpando de Cádiz, España, pasaron por la ciudad de México fueron un total de 53, desde la primera travesía en 1605 hasta 1663. Contó José Luis que «de Veracruz a la ciudad de México se trasladaban los 400 kilómetros a lomo de mula, lo mismo que de la capital azteca al puerto de Acapulco, cargando su equipaje por más de 400 kilómetros, por lo que hay que reconocer que aquellos frailes eran unos verdaderos héroes».
En su ponencia marcó especialmente un momento en el que interviene fray Pedro de la Resurrección cuando en 1637 consiguió una casa vieja en la ciudad de México «sin registro de la compra porque no había permiso para ello».
Esteban López publicó en México en el año 1999 un trabajo titulado “los agustinos recoletos en la Nueva España”, que así llamábamos los españoles al hoy México, Nueva España y en este trabajo se cuenta que “El alojamiento en la ciudad de México, mientras esperaban la llegada de la «nao de la China», va a implicar, como hemos mencionado, un grave problema. Las siete primeras misiones a Filipinas se alojaron en diversas casas pequeñas y mal acondicionadas. Algunos de sus miembros pudieron hospedarse en conventos de los agustinos calzados. Finalmente, después de algunos intentos fallidos, en 1637 fray Pedro de la Resurrección compra una casa en los arrabales del norte de la ciudad de México, en la calle de Santa Catalina, en el barrio de Santa Ana, cerca del puente de Tesontlac. No obstante, esta primera casa u hospicio (lugar de acogida para los religiosos que iban camino a Filipinas) va a resultar inadecuada con el paso de los años, especialmente por su ubicación en las afueras de la ciudad y por lo ruinoso de su estado, según reseña en otro trabajo el agustino recoleto Enrique A. Eguiarte Bendímez.