POR ANTONIO BOTÍAS SAUS, CRONISTA OFICIAL DE MURCIA
Por donde antaño pasearan reyes, entre jardines de ensueños musulmanes que luego asombrarían a los rudos cristianos, terminaron pastando las bestias. Eso sucedió a una de las fortalezas menos conocidas del llamado Sitio Histórico de Monteagudo. Tan poco conocida como afortunada. Porque es la única que, hace ahora una década, fue consolidada por la Comunidad Autónoma. Se trata del castillo de Larache.
Cuentan que la primera referencia sobre esta fortaleza la aportó el viajero bereber al-Baydaq, quien recordaba cómo el 16 de octubre de 1165 los almohades acamparon en la residencia de campo del célebre Rey Lobo, denominada Hisn al-Farat. Aunque el investigador Julio Navarro considera más bien que se refería a otro gran edificio próximo: el Castillejo, mucho más espectacular en su traza y alrededores.
Sea como fuere, solo podemos imaginar la suntuosidad de Larache, pues nada conservaron las generaciones pasadas. Más bien, como sucedió en 1171, el entorno quedó arrasado tras la desaparición de su célebre propietario.
Refiere el erudito Díaz Cassou que el llamado castillo de Larache, «antes Alharache y Alabrache en muy antiguos documentos, fue casa de recreo y de labor probablemente». Además, recuerda un antiguo documento, sin nombrarlo, donde según el autor consta que dependía del castillo de Monteagudo «y era residencia alguna vez del castellano y más frecuentemente de sus mujeres y familia».
Díaz Cassou anota que, según los académicos de la historia, la etimología del nombre proviene de alaraich, «que quiere decir huerto de flores, o sea jardín». Y aclaró a los lectores de ‘El Diario de Murcia’, allá por 1888 cuando publicó su artículo, que era habitual que las haciendas estuvieran bien fortificadas. Con el tiempo, el castillo fue donado por el rey a Garcí Jufre de Lisón «y siguió en esta familia hasta el siglo XVII», concluye el cronista.
Del edificio poco queda. Aunque el interior fue destrozado, se mantienen en pie dos muros concéntricos, a modo de muralla y contramuralla. De antiguas y escasas excavaciones se conservan algunos restos de yeserías, como los que recuperó el profesor Andrés Baquero Almansa y que contienen algún fragmento con el nombre de Alá. Aún hoy en día, los expertos no han determinado cuál era la función exacta de Larache. Quizá, como sostiene Navarro Palazón, conformaba otra finca fortificada.
Casa de recreo
La idea no es nueva. En 1890, el semanario ‘La Ilustración de Levante’ publicaba un grabado de la fortaleza y explicaba que llamarla castillo resultaba exagerado, «pues más bien nos inclinamos a pensar serviría de casa de recreo a los alcaides y walíes moros de Murcia, o mejor tal vez, al alcaide de la fortaleza de Monteagudo».
Mencionaba ‘La Ilustración’ que junto a Larache aún se conservaban restos de la casa de Joaquín Saurín Robles (1732-1789), noble y académico de la Real Geográfico-Histórica de Valladolid y fundador de la Sociedad Económica. Saurín logró reunir una impresionante colección de piezas rescatadas de diversos yacimientos, un auténtico museo que Juan Lozano ensalzará en su ‘Batistania y Contestatania’.
En el mismo lugar se conserva todavía una enorme alberca de sesenta metros de lado y con gruesos muros que alcanzan el metro y medio. Los vecinos de la zona lo conocen como el «huerto hondo» o «albercón», y es cierto que se encuentra a distinto nivel. En su interior solo crecen plantas y cultivos, sin que ningún árbol prospere, quizá porque en su día fue rellenado y aún se mantiene el suelo original debajo.
Pocas noticias refiere la prensa antigua de este lugar. Una de ellas, publicada en 1934 en ‘El Liberal’, anunció que había sido invadida una finca denominada Castillo de Larache, propiedad de doña Luisa García Lavasseur. Al parecer, unos individuos, «todos vecinos de El Puntal», fueron sorprendidos mientras cortaban olivos.
La primera protección oficial y genérica del edificio fue un decreto fechado el 22 de abril de 1949. El dictador Francisco Franco ordenaba en el artículo primero de esta disposición que «todos los castillos de España, cualquiera que sea su estado de ruina, quedan bajo la protección del Estado, que impedirá toda intervención que altere su carácter o pueda provocar su derrumbamiento». Decreto que, como resulta obvio, no evitó la interminable degradación y saqueo de estas construcciones.
A partir de la década de los años ochenta parece revitalizarse el interés -si es que alguna vez lo hubo de verdad- por las fortalezas de Monteagudo. Llegó la época de las promesas políticas, algunas tan absurdas como la hecha por el pedáneo del lugar en 1985 y quien aseguraba que «el castillo de Monteagudo puede estar reconstruido para 1990». Ángelico…
El último proyecto
En 1985, la Ley de Patrimonio Histórico Español otorgaba a Larache la categoría de Bien de Interés Cultural. Aunque habría que esperar para su restauración a la compra por parte de la Comunidad Autónoma. Así, entre 2004 y 2008 se impulsaron diversas campañas de excavación y consolidación. Entretanto, la gran fortaleza de Monteagudo y el Castillejo agonizaban ante la pasividad del Ayuntamiento de Murcia.
La última buena noticia ocurrió en 2018, cuando el Gobierno regional encargó a los arquitectos Francisco Javier López Martínez y Ricardo Sánchez Garre un proyecto para poner en valor el castillo. El objetivo es recuperar las estructuras aún ocultas, reforzar de nuevo sus muros y articular un recorrido por la fortaleza. Y quizá de nuevo, como aquellos remotos reyes musulmanes, muchos murcianos vuelvan a asombrarse de la belleza que atesora tan espléndido entorno.
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