POR HERMINIO RAMOS, CRONISTA OFICIAL DE ZAMORA
No tengas prisa ni te atormentes con esa impaciencia repentina que acelera nuestra vida, sal de casa tranquilo, desde La Hiniesta te sentirás más tranquilo y seguro. Andavías y Palacios te animarán con su paisaje y sus contrastes. El Esla y su embalse que corona a tu derecha, con el arco del viaducto, rompe tus pensamientos mientras salvas el puente y dices adiós a la Tierra del Pan. Manzanal te espera y te abre la puertas de Alba y nos aguarda Carbajales, leyenda viva de una historia tan densa como llena de misterios, de sombras y de luceros que nos señalan el nuevo camino que hemos de seguir.
Decimos adiós a Carbajales y tomamos la dirección de Fonfría. Esa carretera es el resto de un proyecto de los años veinte del pasado siglo, que desde la Raya en Tres Marras llegaría a Cerecinos de Campos camino de la otra frontera del Bidasoa. Este tramo es uno de los pedazos de ese Alba lleno de belleza, de atractivos en el paisaje, que nos mueve y nos sorprende en cada tramo o en cada curva mientras vamos bajando hasta el Aliste, que crece y se refuerza recubriendo al embalse que sube y se recrea en aquellas vueltas como si él también, como nosotros, quisiera alegrarse y disfrutar con la vista cargada de recuerdos históricos, de episodios y de ese silencio que nos embarga y nos hace enmudecer a la vista de las ruinas de ese Castillo que da nombre a esa tierra tan noble en virtudes como rica en recuerdos históricos, y todo en medio de un escenario que nos permite sentarnos y mirando esas ruinas, sentir con ellas el dolor y la pena de ese abandono, guardado celosamente por el pueblo que descansa tranquilo y confiado junto a aquellas nobilísimas ruinas que le dan nombre. Pero el lugar sobrecoge por el encanto de su geografía, junto al silencio que nos llena y nos llama a recorrer esa historia llena de contrastes, a la vez que perfectamente ensamblada con esa trilogía que forman la más célebre de la larga etapa medieval, Tábara, Aliste y el Alba o amanecer de una etapa que anunciaba la llegada a la cumbre de la más grande historia que su pueblo puede soñar.
La historia de este castillo templario quedará fijada para siempre con su nombre que llevan sus encomiendas y no es otro que Alba y cuya historia tiene una fecha clave como comienzo de su final, que no es otra que la del 22 de abril de 1310, fecha en la que descubre la citación de la comunidad templaria y sus encomiendas de Tábara y Carbajales que estaban exentas de la jurisdicción maestral. La comunidad templaria del castillo, que dirige el comendador Gómez Pérez y la forman los frailes, recibe a la Comisión que le hace entrega de las bulas pontificias y cédulas de citación para asistir a la reunión del día 27 de abril en Medina del Campo. El notario toma nota de los frailes que asisten a la reunión: Domingo Martínez, Gonzalo García Rodríguez, Alfonso, Domingo, Gonzalo, Alfonso, Juan llamado Cabeza, Pelayo y Juan de Chamin, en total el comendador y diez frailes. En esta reunión, posiblemente la última que se celebraría en el castillo como citación para la reunión de Medina, el comendador Gómez Pérez solicita seguridad para sus vidas, los tiempos que corren están tocando a las últimas operaciones de los templarios y el padre Gonzalo nos ha dejado una magnífica lección en su obra en la que el Castillo de Alba es la última fortaleza que ese 22 de abril de 1310 descubre su última página.
Hoy, la mirada a esas ruinas en medio de ese paisaje tan vivo como atractivo nos arrastra a ese lejano siglo XIV y nos hace soñar junto al pueblo, fiel guardián de esas nobles ruinas a las que nunca se le ha dedicado la menor atención, triste destino de tan nobles restos que siguen esperando la mano generosa de la cultura.
Fuente: http://www.laopiniondezamora.es/