POR ANTONIO BOTÍAS, CRONISTA OFICIAL DE MURCIA
El milagro se produjo en la Cofradía de Jesús. Pero no fue el que tantos anhelaban: que la tormenta diera una tregua de cinco horas justas para que cada hermandad de los ‘salzillos’ deslumbrara de nuevo al mundo. El auténtico milagro, esperado por otra parte, fue que gran parte de quienes anhelaban ver discurrir la procesión se trasladaron a la sede de la plaza de San Agustín para disfrutar, aunque fuera bajo el espléndido techo de Sístori, de las nueve joyas de la corona nazarena murciana.
No hizo falta aguardar hasta las ocho de la mañana, hora oficial de la salida, para decidir la suspensión del cortejo. De hecho, la Cofradía lo anunció antes para evitar que sus mayordomos y penitentes tuvieran que aguardar bajo la lluvia en los aledaños de la iglesia privativa. Otro acierto.
Pese al aviso, todos los estantes acudieron al templo ataviados con sus túnicas, dispuestos a amarrar las almohadillas a las tarimas, junto a un gran número de mayordomos, según establece la tradición. Pero todo estaba cumplido. O casi. Aún faltaba un antiguo rito por observar. A las seis horas solares, como establecen las antiguas constituciones y desde hace más de cuatro siglos, las puertas de la iglesia se abrieron y el Pendón se situó bajo su dintel.
Tras el rezo de una oración, la insignia apenas avanzó cinco pasos, lo que con buen tiempo anuncia la salida del desfile, para luego retroceder al interior, mientras los tambores sordos y los carros bocinas, en un emotivo estruendo, hacían retemblar los corazones de cuantos tuvieron el privilegio de vivir esos instantes. De nuevo, las puertas se cerraron. Hasta el próximo Viernes Santo, día 10 de abril del año que viene, si Jesús quiere.
Aún restaba por concluir otra costumbre impuesta por las lluvias que en los últimos años han acudido a arruinar la mañana ‘morá’ más espectacular. Costumbre bella en su tristeza, emotiva en la angustia que reflejaban no pocas pupilas.
Tronos alzados
Uno a uno, según el orden por el que desfilan en la estación de penitencia, los estantes levantaron los tronos, a los que el consiliario de la Cofradía, Luis Emilio Pascual, dirigió un breve comentario, para luego volver a depositarlos sobre los carros. El presidente de la institución, Antonio Gómez Fayrén, agradeció la responsabilidad de la que habían hecho gala los cofrades y destacó que el inigualable patrimonio de Jesús debe ser en todo momento preservado de cualquier riesgo. A su lado, el presidente regional, Fernando López Miras. Fue entonces cuando se organizó otra improvisada procesión. Miles y miles de murcianos pudieron acceder a la sede para admirar los pasos que componen la más afamada procesión murciana.
En la calle aguardaban centenares de personas bajo sus paraguas, a resguardo de la lluvia que no cesaba. Y otros les secundaron durante toda la mañana, colmados también los bares del barrio. Entre los personajes ilustres, se encontraba la Infanta Elena, quien deseaba presenciar el gran desfile que el mal tiempo arruinó. No pudo ser, y tuvo que conformarse con una visita al interior del templo.
La lluvia, tan necesaria en la reseca Murcia aunque inoportuna en Semana Santa, continuó acariciando los aleros de Jesús durante todo el día. Y muchos cofrades ‘moraos’ vivieron esas horas con la desazón de quien siente que, si el Viernes Santo no viste su túnica, no sabe qué hacer ni a dónde dirigirse.
Fuente: https://www.laverdad.es/