POR GABRIEL SEGURA HERRERO, CRONISTA OFICIAL DE ELDA (ALICANTE).
Flaco favor ha hecho a Elda el ansia constante de modernidad mal entendida. Desde que en los años sesenta se iniciara el proceso de transformación urbana bajo los auspicios de un nefasto desarrollismo y sin respeto alguno hacia la identidad de espacios urbanos y señas netamente eldenses, no ha habido corporación municipal que no haya creído que tenía en sus manos la “piedra filosofal” del urbanismo y la decoración urbana de nuestras calles y plazas. Nunca han comprendido que una ciudad se hace no en cuatro, ocho o doce años; o inaugurando más metros cuadrados de plazas, aceras y asfalto que sus antecesores; sino por mantener un criterio de respeto hacia lo mejor de lo ya existente; por saber mantener en buen estado los elementos icónicos y referencias urbanas; por saber seleccionar los proyectos más adecuados a la personalidad de los espacios; por entender que el éxito de una ciudad no está en considerar antiguo y viejo todo lo hecho por corporaciones anteriores, para así inaugurar lo suyo más nuevo.
Triste ejemplo de lo expuesto ha sido la eldense plaza Sagasta. Desde la inauguración de su primer ajardinamiento en 1922, este icónico espacio ha sufrido a lo largo de su historia esas ansias desmedidas de modernidad. De aquel jardín romántico de los “felices años 20” nada queda, ni siquiera los monumentales ejemplares de ailantos. Todo fue arrasado en 1964 para hacer una plaza en consonancia con la moderna Elda, acorde con el “Elda, París y Londres”. Y así sucesivamente hasta llegar a la plaza actual. Salvo la denominación, nada hemos salvado, ningún elemento hemos conservado de las plazas anteriores. Ni mobiliario, ni arbolado ni tan siquiera la clásica fuente. Hoy en día solo tenemos un remedo de aquella primera plaza de hace un siglo.
Pero es que en Elda, tal y como nos recuerda el refrán, “en el pecado llevamos la penitencia”. Así, la propia modernidad ha sucumbido a la modernidad más moderna. Ejemplo de ello es el monumento que hace 50 años, un jueves 14 de diciembre de 1972, se inauguró en la entonces llamada “plaza de los Mártires de la Revolución Nacional Sindicalista” (actual plaza Sagasta) como homenaje a la Industria del Calzado de Elda.
El monumento, patrocinado y regalado por el Colegio Oficial de Peritos e Ingenieros Técnicos Industriales, estaba formado por un gran bloque de hormigón con tres caras curvas, figurando en la principal una gran piel extendida en hierro forjado, a modo de símbolo de las industrias del calzado. Junto a ella una gran placa de bronce en la que con el escudo del colegio oficial estaba inscrita la leyenda: LOS PERITOS E INGENIEROS TECNICOS INDUSTRIALES A LA INDUSTRIA DEL CALZADO. MCMLXXII. Bloque sostenido y atravesado por tres altos cilindros de hormigón, de unos 3 metros de altura el más elevado, que simbolizaban las chimeneas que pueblan el paisaje de las ciudades industriales.
El acto de inauguración estuvo presidido por Pedro Maestre Guarinos, alcalde accidental de la población; Fernando Obrador, presidente del Comité Ejecutivo de la FICIA; Juan Antonio Montesinos García, presidente del Colegio oficial de Peritos e Ingenieros Técnicos Industriales; Jose María Amat Amer, como vocal de la junta colegial; así como peritos e ingenieros colegiados y numeroso público.
Nada queda de aquella plaza, más que algunas de las palmeras plantadas en julio de 1968. Nada sabemos del paradero de aquel monumento, ni cuando fue retirado ni por qué. El “ansia viva” de modernidad, que diría el personaje creado por el humorista José Mota, acabó con la propia modernidad.
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