UN MURCIANO EN LA ANTÁRTIDA • EL CABO JUAN JOSÉ ESPINOSA RELATA SUS EXPERIENCIAS A 12.000 KILÓMETROS DE CASA
Ene 18 2016

POR ANTONIO BOTÍAS SAUS, CRONISTA OFICIAL DE MURCIA

Juan José Espinosa, en la cubierta del buque 'Hespérides', frente a las costas de la Antártida. / LV
Juan José Espinosa, en la cubierta del buque ‘Hespérides’, frente a las costas de la Antártida. / LV

El cabo Juan José Espinosa podrá presumir en esta vida de dos cosas. La primera, de cruzar el ecuador del planeta a bordo de un barco. Y la segunda, de haber tomado en Nochevieja una uva por cada 1.000 kilómetros que lo separaban de su Aljucer natal. Porque celebró el Año Nuevo en la Antártida, a 12.000 kilómetros de España, como marinero del buque oceanográfico ‘Hespérides’.

El 6 de noviembre, este joven nacido en 1983 comenzó su viaje desde el muelle Don Juan de Borbón del Arsenal de Cartagena para iniciar la XXI Campaña Antártica. Volverá el 19 de abril. Y ya atesora otro hito en la literatura murciana. Porque si esta tierra ha dado grandes escritores al mundo, ninguno de ellos, que se sepa, se ha inspirado en los hielos eternos del polo, en los grupos de pingüinos o en las fumarolas de los volcanes.

«No tengo palabras para expresar la fortuna que albergan mis ojos al contemplar por primera vez este paisaje, la costa y los gigantes helados que encuentro a mi paso». Así se expresaba Juan José en el diario que publica la web del buque.

El ‘Hespérides’ tiene como objetivo, según destaca el marinero, «el apoyo en la apertura de las dos bases españolas, Juan Carlos I y Gabriel de Castilla, y su sustento logístico a lo largo de toda la campaña, llevando el abastecimiento tanto de víveres, material y equipo como la retirada de residuos y transporte de personal de relevo.

El buque también es un enorme laboratorio científico para la toma de muestras y su análisis inmediato tras su extracción, lo que supone una ventaja en cada uno de los proyectos, tanto españoles como internacionales.

Con lo que nadie experimenta a bordo es con la comida, que Espinosa describe como magnífica. «El personal de cocina -asegura- se emplea a fondo para que sea lo más parecido a un restaurante de gran calidad, con platos muy elaborados y diversidad de menús, además de deleitarnos con pan recién hecho diariamente, extraordinario por cierto».

Aunque eso, como añade sin dudarlo un instante, no le hace olvidar las comidas de su tierra. Sobre todo, «el pisto murciano o el pastel de carne y, en especial, los buñuelos o las tortas de naranja tan típicas en estas fechas». Y de paso, alaba a su madre, que le aguarda al otro lado del planeta: «Como la comida de casa no hay nada comparable. Tengo la suerte de tener una madre que es una gran cocinera», suspira.

A tantos kilómetros de su hogar la llegada del nuevo año le supuso «una extraña sensación. Tu cuerpo está presente, pero la mente y el corazón se encuentran en casa, compartiendo la cena de Nochebuena en familia o brindando con los amigos». Solo el compañerismo «y la amistad existente en el buque nos hicieron sentir como en casa». O casi. El día a día en el ‘Hespérides’ resulta, en su opinión, un tanto monótono. Turnos de vigilancia, trabajos de mantenimiento, comidas y descanso centran sus ocupaciones. Salvo en ocasiones especiales. Una de ellas fue la celebración del Paso del Ecuador, una tradición en la Armada, «la cena y comida de Navidad, al igual que el Año nuevo y el día de Reyes».

Tampoco les sobra a los marineros demasiado tiempo libre para otras ocupaciones. Aunque siempre queda para realizar excursiones a los asentamientos que se encuentran y, como añade, «visitar las colonias de pingüinos. Todo, claro, supervisado por expertos para no alterar el hábitat y bajo el conocimiento que poseemos del Tratado Antártico Internacional».

Entre las experiencias que atesora se encuentra el paso por los Canales Fueguinos que abrazan las islas del archipiélago de Tierra del Fuego en las regiones australes de Chile y Argentina. «Ha sido mi mayor experiencia profesional debido al desafío que representa navegar por una zona tan angosta y recelosamente guardada por el gobierno chileno», explica Juan José.

La isla Decepción no le fue a la zaga. Se trata de un volcán activo, con playas donde abundan las fumarolas y glaciares cubiertos de cenizas. «La expedición fue planificada -continúa el cabo Espinosa- para suministrar víveres al Ejército de Tierra». Desembarcaron con el material y se dispusieron a emprender la marcha remontando una colina con un trayecto de unos dos kilómetros por la nieve.

«La meteorología cambiante apareció -continúa-, y al poco de desembarcar se alzó un viento intenso con una fuerte nevada, condiciones que nos acompañaron durante las cinco horas que duró la expedición». En aquel tiempo recordó que, a miles de kilómetros y en pleno diciembre, sus amigos quizá estuvieran en mangas de camisa.

Una trayecto inolvidable

Otra de las vivencias que a Juan José le ha sabido como el pan de a bordo es abrir la ruta jacobea más larga del mundo, que parte desde la base Gabriel de Castilla y cuenta como escalas con los puertos de Ushuaia y Punta Arenas. Finalmente, a su regreso, continuarán la ruta a pie hasta Santiago, constituyéndola oficialmente con la entrega del Banderín Jacobeo que se encuentra izado en la Antártida.

Juan José decidió ingresar en el Ejército, en un principio, «por cambiar de aires y conseguir una estabilidad laboral ante la creciente incertidumbre a finales del año 2004, que vaticinaba la crisis sufrida en el país posteriormente». No se equivocaba, por mucho que en su casa intentaran disuadirlo. «Fue una decisión cuanto menos audaz y poco aceptada», bromea. Pero estaba convencido.

Al enrolarse optó por la especialidad de Maniobra y Navegación «por el atractivo de su nombre, y el destino de submarinos por la curiosidad que sentía al respecto». Hoy, lejos de arrepentirse, se considera «un hombre realizado y feliz».

Juan José describe sus vivencias en el ‘Hespérides’ como «una experiencia de incalculable valor en todos los aspectos». Profesionalmente, los conocimientos adquiridos crecen exponencialmente a medida que pasan los días». Y en el ámbito personal, le supone una vivencia «inolvidable que recordaré por siempre y formará parte de mis más preciados recuerdos».

Cuando se dispone a afrontar el ecuador de su viaje, a tantos miles de kilómetros de su Murcia querida, asegura que aún le queda mucho por experimentar en aquella «tierra inhóspita, tan desconocida para el hombre y tan majestuosa para la retina».

Fuente: http://www.laverdad.es/

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