POR JOSÉ ANTONIO FIDALGO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE COLUNGA (ASTURIAS)
«In diebus illis» , que quiere decir «en aquellos días», y hace de esto muchos años, jugaba en Primera División el Real Sporting de Gijón. Era su último partido de Liga, que debía empatar o ganar para permanecer «en primera», y lo jugaba en La Coruña contra el «Depor».
No recuerdo, pero creo que ganó y se mantuvo en la «división de Honor».
Para animar a su equipo un buen número de Peñas Sportinguistas se desplazaron a la Coruña y mi mujer y yo allá fuimos invitados por una de ellas. Una excursión genial.
Salimos un sábado por la mañana (el partido era el domingo) para comer en Malpica y, así, visitar «A Costa da Morte». Por un fallo de comunicación entre la organización del viaje y el restaurante, que no creyó real nuestra visita, nos atendieron más que mal; es decir, peor. A mi me tocaron unos «desperdicios de rodaballo a la plancha», que eran «dignos de mofa, befa y escarnio», como se dice en La Venganza de don Mendo.
En ese momento juré y perjuré no volver a Malpica… y lo cumplí y lo cumplo.- No así en Laxe, donde quedé maravillado.
Malpica es municipio situado en la comarca gallega de Bergantiños, en la misma costa del Océano Atlántico, al que los antiguos llamaban «Mare Tenebrosum» o «Mare Tenebrarum» -«Mar de las Tinieblas»- porque «nadie sabe lo que hay en ese mar vasto y sin límites en el que los navíos no se atreven a distanciarse de la costa».
Un municipio cercano es Carballo (no confundan con Carballino, el orensano del pulpo) y en la vertical de su costa (la playa de Baldaio-Saíñas), se hundió en 1843 el barco inglés, de pasaje y de gran lujo, denominado SS.Solway, propiedad de la Compañía inglesa Royal Mail Steam Packet.
Había zarpado de La Coruña el 7 de abril de 1843 y al llegar frente a Carballo chocó contra los fondos de Baldaio y en 20 minutos se hundió.
¡Claro!, dirán ustedes, iba navegando por A COSTA DA MORTE, por la Costa de la Muerte y era lo más probable que sucediera.
Pues no, amigos míos. Ese nombre es INCORRECTO.
El verdadero es A COSTA DA MORTE DO SOL (La costa de la muerte del sol); es decir, la línea donde se oculta el sol y después están las tinieblas, el mar tenebroso.
¿Que por qué les cuento esto?
Pues porque acabo de leer en un periódico gallego que un grupo de investigadores submarinistas acaban de encontrar entre los restos de ese navío un sextante, relativamente bien conservado, de alto valor histórico y, sin pretenderlo, recordé mi decepción con el triste rodaballo de aquel día.
El mal recuerdo que me dejó la tomadura de pelo en Malpica quedó compensada con las deliciosas preparaciones de RODABALLO A LA PLANCHA que Teresa Amado y Elías Barreiro preparaban en O Santo (Nantes-Sanxenxo) en su encantador, hoy ya cerrado por jubilación, MESÓN DO ALBARIÑO.
¡Eso sí que era simbiosis de ciencia, experiencia y trato al cliente!
Miren, no se anden con remilgos. Como el rodaballo salvaje es un «recuerdo histórico», decídanse por el de cultivo; muy sabroso y, además, a un precio más tentador que el de «les llámpares» (Lapas).
Elijan una pieza de unos 2 kg, que les costará unos 20 euros, y córtenla horizontalmente en tiras de unos 2,5 a 3 cm de grosor. Después de eviscerada y bien limpia, claro está.
Salen al gusto y háganla a la plancha engrasada con un poco de aceite virgen extra, procurando que la plancha esté bien caliente y, así, al formar una costra superficial, se impide que la pieza evapore sus jugos interiores.
Acompañen con unos chachelos cocidos en agua aromatizada con una «hojina de laurel».
Un «riego» con un sofritín de ajo muy picadín le viene estupendamente.
Y, por supuesto, con un albariño Rías Baixas, con un Ribeiro blanco, con un «blaco D.O. Cangas del Narcea» o con una fresca sidra natural asturiana.