UN PASEO MEDIOAMBIENTAL POR NUESTRO PASADO
Jun 03 2017

POR FRANCISCO SALA ANIORTE, CRONISTA OFICIAL DE TORREVIEJA

Vista aérea de La Mata, mediados del siglo XX / Colección de Fco. Sala Aniorte

Miro por la ventana de mi piso y veo a unas golondrinas construyendo su nido de barro bajo la cornisa del edificio de enfrente. Me parece una intromisión del orden natural en el mundo artificial de cemento y asfalto de la ciudad. No hay apenas nada biológico en ella, salvo nosotros mismos: aunque mucho más numerosos, somos los mismos hombres y mujeres que hace muchos años vivían al aire libre en los lugares donde hoy se asienta una aglomeración urbana llamada Torrevieja. Somos sus descendientes, los antepasados de aquellos cazadores y recolectores en perfecta armonía con los animales y las plantas. Y sentimos nostalgia de los tiempos en los que vivíamos como los indios de las películas, salvajes y libres, sin tener que ir más a trabajar a la oficina.

Dentro de cada uno de nosotros hay siempre escondido un hombre que aún se despierta al escuchar la llamada de la naturaleza. Recordemos sino lo que les gusta a los niños jugar con la tierra, con el agua, con el fuego, con el barro, con la lluvia, así como también el descubrimiento del contacto de la naturaleza en el campo.

Nunca pensamos, en que casi la mitad de aquellos torrevejenses no llegaba a cumplir los cinco años. Ni tampoco pensamos en los crudos inviernos o en la hambruna de los años de sequía, cuando la sombra de la muerte se extendía implacable sobre aquella pequeña comunidad torrevejense. Pensamos en los momentos que imaginamos agradables, porque después de largo invierno llegaba la primavera renacía toda la vida, y pensamos también en la sensación de plenitud que nos invade cuando, aunque vemos a esa golondrina haciendo su nido esta primavera del siglo XXI, y aunque sea por unas horas nos sumergimos en la naturaleza.

Para explicar que no somos el resultado necesario de la evolución sino una mera circunstancia, el historiador de la ciencia Stephen Jay Gould afirmó que: “[…] sí la cinta de la vida se rebobinara y se volviera a empezar otra vez desde el principio, el planeta Tierra estaría ahora poblado por una variedad completamente diferente de formas de vida, entre las que no nos encontraríamos nosotros”.

Damos por supuesto que es imposible realizar tal experimento volviendo al principio de lo que fue aquella primera Torrevieja, hay que volcar la naturaleza de aquella Torrevieja que nos transmite José Montesinos Pérez de Orumbella en su obra ‘Compendio Histórico Oriolano’, escrito entre 1791 y 1816. Refiriéndose a La Mata dice:

El terreno mas inmediato a la laguna es saladar, que no produce mas que yerva sosa, sin cultivo, ni siembra; el mas hacia los mojones es laborable, y produxera trigo, cebada y barrilla [utilizada para la obtención de sosa con la que, entre otros productos, se hacía vidrio] y legumbres, si se permitiera su cultivo; pero permanece inculto, para que con las yerbas y motas que cría, entren las aguas en la Real Salina puras, y cristalinas.

En el término de ésta […] se hallan haciendas, o heredades de mucha extensión, y de vista muy apacible, deleytable y amena con aljibes, que recogen las aguas, quando llueve; y pozos de agua muy dulce, especialmente una que está a ‘tiro de fucil’ de la parroquia y del Mar, en una cañada onda [hoy convertida en el parque ‘Molino del Agua’] […] del que extraen mucha agua los vecinos de todo el campo, y territorio, y vienen carros con toneles grandes de dos y tres leguas por ella, en atención que es muy dulce, y saludable, no obstante el estar tan cerca del Mar, pasa por minerales de oro, y plata, como dicen los eruditos señores Canónigos Alende, y Miravete; se hallan grandes llanuras pobladas de higueras, almendros, olivos, algunas moreras, algarrobos y muchas viñas; los que producen higos muy dulces, almendras, aceytes, alguna poca de seda, garrofas, que son medianas, y especial vino, que embarcan para Francia, Alemania, Génova, Italia, Nápoles y Portugal, el que luego que sente la humedad del Mar, se vuelve muy exquisito y especial: producen sus fecundas tierras trigo, cebada, centeno, panizo, sossa y barrillas en abundancia, especialmente en las cañadas hondas, donde se mantiene mucho la sazón. Se cogen (como va dicho) sossa, que esta ni se siembra, ni se cultiva, garbanzos, guijas [de la familia de las legumbres, también llamadas almortas, y que en ocasiones se consumían en guiso o para elaborar harina] yedros para los palomos; y lentejas, en abundancia, especialmente si el tiempo presta alguna lluvia; bien es verdad que padece mucho lo que está cercano al Mar, fallándose si reynan ciertos vientos, que vienen de él; Se encuentra mucha y abundante caza de perdices, palomos silvestres llamados andinos [¿perdices?], que aunque medianos son muy dulces; conejos y liebres habiendo muchísimas de estas últimas en unas calas, o cortados que hay en las orillas del Mar, que las baten sus olas en lo mas baxo; y hay tantos, que una media hora que estuve sentado a la parte de arriba en varias tardes […] llegué a contar más de ciento; crecen poco; y tanto los conejos, como las liebres son animales medianos, pero muy tiernos y sabrosos.

Espero que hayan disfrutado de este breve paseo medioambiental por el pasado de La Mata.

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