POR MIGUEL GALLEGO ZAPATA, CRONISTA OFICIAL DE LA VILLA DE SAN JAVIER (MURCIA)

Siempre, la ilusión de llevar a mis amigos Elena y José Santoveña en el ferri desde Santiago de la Ribera al puerto Tomás Maestre, pues a parte de la travesía por el Mar Menor y de los magníficos yates allí fondeados, está el tráfico de los que entran y salen del puerto y los que pasan de una mar a otro por debajo del puente.

¡Todo un bello e grandioso espectáculo¡ los conocí hace más de treinta años en la residencia de los empleados de las Cajas de Ahorros (ISDABE). Antes venían a mi casa pero hace unos años mis hijos Pepe Davo y Huertitas los acogen en su casa.

En una de unas frecuentes visitas antaño en Puerto Banus, tomándonos un café le comenté que cuanto me agradaría que algún día pudiera contemple aquel espectáculo en mi Mar Menor, ella conocía mi ilusión y que en tiempos fui vicepresidente de la Asociación de Amigos del Mar Menor –ya entonces tropezábamos con los vertidos de la Rambla del Albujón- pero sus aguas tenían tanto poder destructivo que todo lo eliminaban. El ambiente marino se come hasta las cornisas de hormigón armado de los edificios tanto en La Manga como en la costa continental.

Lejos aquellos tiempos que la gente buscaba quinina en los dispensarios antipalúdicos para evitar el paludismo.

Mis antepasados que excepto mi padre que era carpintero se dedicaban a la pesca vivían en San Blas porque no podían hacerlo cerca del mar.

Luis Federico Guirao famoso murciano, gran aficionado a las embarcaciones de recreo a principios del siglo veinte, famosa su balandra Encarnación; comentaba que se construyó su casa en San Blas –Benimar- por no poderlo hacer cerca del mar.

En mi larga charla durante la travesía y a tenor de lo que hoy se comenta sobre los vertidos de aguas salobres la comentaba que si durante estos últimos años se hubieran regado nuestras fértiles tierras con agua del trasvase del Ebro, quizás el Mar Menor no se habría perjudicado tanto.

El ayuntamiento gastó mucho dinero siempre en la limpieza de las playas, pues el problema de las algas es endémico. Los Propietarios de las Torres de Bernal Pareja exigieron entonces la construcción de un balneario, ante la dificultad de bañarse en la playa.

¿Os acordáis cuando nos quitábamos en “galipote” con gasolina?

Cien años anunciado su muerte y ahí está, y no es una piscina.