POR JOSÉ ANTONIO FIDALGO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE COLUNGA (ASTURIAS)
El diccionario nos dice que por PASTEL se entiende una masa harina, azúcar, huevos y mantequilla que envuelve a diversas sustancias y se cuece en horno. Definición un tanto genérica que, bien mirada, no define nada. Algo así -y lo explicaba yo en mis clases de Física- como aquella antigua definición de luz: «Flujo luminoso emitido por un cuerpo lumínico».
Un servidor, en sus andares por las cocinas de Asturias, me encontré con restaurantes diversos donde elaboraban «pasteles» -que no dulces, tartas o similares- de diversos pescados (cabracho, salmón…), mariscos (mejillones, cangrejos, bogavante…), embutidos (chorizo, morcilla…), quesos (cabrales, gamoneu, afuega´l pitu…) y cuya realidad «no me encaja» con la definición académica de la palabra PASTEL.
Preguntando a unos y a otros, los «más entendidos» me dijeron que era una adaptación al castellano de la palabra francesa «paté».
¡Ay, madre, qué lío! me dije. Si esto lo oye el P. Outeiriño S.J., mi profesor de francés en el Colegio de la Inmaculada, nos excomulga a todos.
Lo explico:
1.- La palabra «pâtée» (léase paté) significa cebo, comida de pan migado y carne para perros y gatos.
2.- La palabra «pâté» (con sólo una e final y que también se lee paté) se aplica a un borrón de tinta.
3.- La palabra «pâte» (con la e final muda y se lee pat es la que significa masa, pasta o pastel.
Consecuencia: a un pastel de cabracho, de salmón, de mejillones o de morcilla nunca lo denominen PATÉ sino PAT.
Fíjense que elegante queda decir UN PÂTE DE MOULE» (no, no es pata de mulo)) en vez «de pastel de mexillones».
¡Ay, Dios mío! No hay quien entienda a estos franceses que a un pastel dulce lo denominan GATÓ y lo escriben GATEAU…
Pues desde esta clase de francés, grado elemental, vamos a dar un salto a una recetina estilo CASA PRUDO.
Ya les conté hace días que un buen amigo nos regaló «una vegada cabres» de las que, de una buena parte, dimos sobrada cuenta preparándolas en fritura. Pero como «sobraba una docenina» nos dijimos: ¿Qué tal si hacemos un pastelín como si fuera de cabracho?
Y nada, nada… ¡manos a la obra!
Cocimos la docenina de cabres en agua con sal, una rama de perejil, un puerro y una zanahoria. Ya cocidas y templadas, seleccionamos cuidadosamente la carne para eliminar las espinas y la trituramos con la minipímer. Añadimos un buen chorro de salsa de tomate, 5 huevos medianos, un buen chorro de nata líquida y el aceite de fritura de 4 cabezas de gambones grandes rebajado con un poco de agua. Nuevo batido de minipímer para mezclar bien los ingredientes.
Con esa masa rellenamos dos moldes trapezoidales de tamaño medio y horneamos hasta bien cuajada la masa (prueba de la aguja de tejer).
Una vez fríos, desmoldar, presentar en fuente decorada al gusto y… ¡a disfrutar!
Hay que reconocer que estes cabres de Candás son tan buenes como los tiñosos (cabrachos) de Llastres.
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